Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



jueves, 25 de julio de 2013

Extenuación

Como pudo, sacó las llaves del bolso, que a pesar de ser tan pequeño que apenas tenía espacio para un par de cosas importantes, como las llaves, la cartera, el móvil y el tarjetero, le pareció tan grande como el que más que hubiera en su vestidor y se tiró literalmente hacia el portal de su piso, aquel lugar del que siempre quería huir y al que ahora añoraba llegar. Extenuada, sin aliento.
Ni siquiera cerró la puerta, aunque sabía que había un cartel en una de esas pareces, que le solicitaba su cierre para impedir "visitas indeseadas" y que no podía ver por la oscuridad reinante, pero ni se detuvo en accionar el interruptor. Llegó al ascensor jadeando y y pulsó el botón hacia la tercera planta casi por inercia, aunque su mente estaba nublada.
Otra vez las llaves se le enredaron entre los dedos, pero sin caer al suelo, consiguiendo, a duras penas, llegar a su puerta, tras atravesar el pasillo, aquél que se le hizo excesivamente amplio y largo, aunque en realidad sólo albergara unos cuantos portones, además del suyo.
Abrió rápidamente, tirando el bolso y la bolsa del portátil en el suelo, cerró apresuradamente y se dejó caer en la entrada, con la espalda, empapada en sudor y haciendo que su sujetador se intuyera tras su blusa blanca de ejecutiva, pegada a la puerta. 
Sólo entonces se permitió calmarse, llevarse la mano al pecho, en el lugar donde su corazón parecía querer salirse y empezar a llorar, sin ser consciente al cien por cien de que, momentos antes, un desconocido había intentado alcanzarla en la oscura y solitaria ruta que utilizaba normalmente para volver del trabajo, y agredirla. No quería pensar cuáles habían sido sus intenciones y tampoco sabía de dónde había sacado las fuerzas para zafarse de él y echar a correr, a pesar de lo imposible de sus zapatos de tacón.
Recostada tras la puerta permaneció un tiempo eterno que se le pasó volando. Y extenuada, aunque con la respiración algo más normalizada, se tendió en el suelo y ahí permaneció hasta que el sol entró por la ventana de su salón.

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