¿Cuánto dice una mirada? Ésa es la pregunta que me ronda desde ayer, que no se va de mi cabeza por mucho que quiera o lo intente. Una mirada que fue insistente, que quiso que hubiera complicidad, a pesar de que tenías acompañante y no te conozco de nada y seguro que no volveré a verte.
Pero, ¿cuánto se dijeron nuestros ojos? ¿Cuánto le dijeron los mios verdes a los tuyos marrones? ¿Cuándo te vieron por primera vez? Creo que cuando me monté en el tren y me dio por mirar por la ventanilla, mientras con tu acompañante te preparabas para entrar en el mismo vagón. Sí, fue ahí donde te encontré, donde dejaste de pasar desapercibido para mí.
Y lo mejor de todo es que durante más de dos horas nuestras miradas se siguieron cruzando, en un viaje que no sé si era el tuyo, pero el mío no. El caprichoso destino quiso que nos topáramos con ese tren, que no era el nuestro; con ese recorrido, que no era el nuestro; y no puedo estar más agradecida, porque sentí un vuelco en el corazón, a pesar de que no eres de esos tipos que te llaman la atención al momento. No, pero eso sin duda me gustó un poco más.
Mi mirada te dijo que ojalá no fueras con acompañante, que ojalá hubiéramos hablado, cruzado palabra, y que hubiéramos estado a más de medio metro, como estuvimos por un momento cuando nuestros caminos empezaban a separarse ante la inminencia de bajar del tren, un tren que me llenó de vida, de alegría y de satisfacción.
No sé cuánto había en tu mirada, pero aunque sólo fuera por la curiosidad que te supusiera ver que te miraba, no quitaste tus ojos de mí, y nunca me he sentido más arropada que entonces. Fue agradable. Ojalá supiera quién eres y pudiera mandarte ese mensaje, poder decírtelo a la cara, pero sólo te tuve dos minutos a medio metro...Sólo...