Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



martes, 27 de diciembre de 2016

Y ahora qué...

He caído y he mordido el polvo. Escribo como una autómata, porque necesito decirme a mí misma, en éste mi rinconcito, lo que siento, porque necesito expulsar lo que me queda dentro, que no es poco. Porque ya he comprobado que decírtelo no sirve de nada. Me escuchas pero no contestas, o mejor, me lees pero tus silencios llenan el espacio, algo que ahora duele como dolerían tus crueles palabras. 

Y por tanto ahora me pregunto, ¿y ahora qué?. No sé cómo pasarán los días, y aunque parezca exagerada, no lo es. Sé que no lo es. Y por mis reacciones estos días, sé que esto duele y dolerá. Y aunque he intentado sobreponerme y recomponerme, en algún momento me he roto y he sucumbido a lanzarme a mostrarme vulnerable. Tal cual me siento.

Confíe en ti con los ojos cerrados porque tenía ganas de que algo saliera bien. Y también creo merecerlo. Y te escuché decir tantas cosas de mí misma que ni yo sabía que existían, que me apeteció pensar que eran verdad. Por una vez quise pensar que era como me describías a través de tus ojos. Pero no, he vuelto a ser el patito feo al que hacen daño, por confiada, y dejan a un lado. Como un juguete al que poco uso más hay que dar. Con todo, ahí he seguido y ahí sigo, dando todo lo mejor de mí, porque sigo pensando que mereces mucho la pena, más de lo que parece a primera vista. 

He seguido tu ritmo, sin importarme que me pareciera precipitado en algunas ocasiones. Yo soy más lenta, quizás de ir con pies de plomo, porque ya he aprendido de experiencias fallidas, porque las prisas no son buenas consejeras. Pero me uní a tu ritmo, porque me apetecía experimentar aquello que me decías. Porque también he querido compartir mi tiempo contigo, sin importar lo que dejaba a un lado. Porque me apetecía y me apetece compartir cada segundo contigo. Pero cuando has aflojado, a mí tampoco me ha importado, porque estar a tu lado ha sido lo más sorprendente de los últimos meses. Pero pensé que continúabamos en el mismo barco. Y no, parece que no. Que es más simple apartarme y darme de lado que intentarlo. Conmigo no te apetece sentir, o aprender, o caminar juntos. Y puede que tú seas lo mejor que he encontrado y yo, estoy segura, puede que te haya tratado y estuviera dispuesta a tratarte mejor que algunas de las personas con las que has estado. Pero en cambio soy yo la que no merece una oportunidad, ni de ser feliz ni de hacerte feliz. La historia de mi vida. 





Quizás no sé explicarme, o se me amontonan las palabras y no sé cómo decir lo que siento. Solo sé que en ningún momento has sido un extraño al que conocer. Ya parecías un conocido al que seguir acercando a mí, poco a poco, intentando ser capaz de resultar interesante para que todo fuera a más. Pero ha ido a menos. Evidentemente, algo habrá que no cuaja, algo habrá en mí que lo deja todo aparcado, sin continuidad. 

Quizás no sé explicarme, pero me ha bastado con intentar que conocieras lo que pienso en cada momento. Siempre con respeto, pero también con ciertas reservas, por si hacía algo que no fuera de tu agrado. Miedo a volver a caer, miedo a volver a ser yo la que no funciona, miedo a no cumplir tus expectativas o las mías, miedo a no creerme a la altura, miedo a todo. Pero a tu lado, porque creo que hay personas que te hacen mejor, hay personas que te hacen crecer. Y he confiado en que fueras tú. Pero parece que yo nunca podré estar con alguien como tú, demasiado para mí ¿no? Y por eso me pregunto ¿y ahora qué?.

Aún con miedo, he intentado llegar a ti. Pero no puede ser. No puedo pensar que tus razones son las que me das. Algo más hay. Si te tiendo mi mano es porque quiero estar a tu lado, en las duras y en las maduras. Si he dicho o digo algo, es porque lo siento así. Si me quiero quedar, es porque quiero, no porque nadie me obligue a hacerlo. Porque no tengo prisas si es a tu lado, porque no hay tiempo si es contigo. Porque si algo he pensado, ha sido a tu lado, cuando hubiera tiempo y ganas. Porque he querido entrar en tu vida, en tu espacio, como me hubiera encantado que entraras en la mía. Porque he querido estar en tus momentos buenos, y más en los malos, porque quiero demostrar que no quiero ser como todos, que a la primera ocasión se marchan. No sé si me ha faltado algo por decir, pero tengo claro que he sido auténtica. Quizás me confíé pensando en que, lo que no dijera hoy, lo diría mañana. Y parece que el tiempo se ha acabado.

Nada de lo que he dicho o he hecho en estas últimas semanas ha conseguido llegar a ti. No he conseguido traspasar esa barrera, a pesar de todo...No he conseguido ser suficiente para ti. No he conseguido que me quieras a tu lado. No he conseguido que te apetezca quedarte, con lo bueno y lo malo que puedo ofrecer...No he conseguido nada de lo que me apetecía y creía merecer.

Hay momentos en que las malditas palabras no llegan, no puedo... Sé lo que pienso, creo que intentado decírtelo, en varias ocasiones, para que me entendieras, me comprendieras y además, creyeras en mis palabras, para después tomarme la mano como el primer día y caminar a mi lado. Pero en cambio las palabras no salen y  las lágrimas se arremolinan y brotan, y entonces, ya poco más puedo hacer. 

¿Y ahora qué? Que me quedo vacía, sabiendo que no voy a conseguir acercarte y que te quedes...Y todo lo que diga no servirá de nada ¿no?

jueves, 15 de diciembre de 2016

Y llegaste tú...

Llegaste cuando menos lo esperaba y quizás cuando más lo necesitaba. Porque fue el momento en el que sentí que tocaba fondo, y ahí estabas para tenderme tu mano, sin saberlo.

Llegaste para revolucionar mi tranquilidad, o para calmar mi intranquilidad, para hacer que quiera saber de ti sin medida, para que parezca que te conozco de hace mucho, aunque en realidad hayas llegado hace nada. Para hacer que me quede callada, escuchando, aunque a veces no entienda lo que me digas, pero sintiendo la pasión que le pones a lo que haces...

Llegaste para contradecir mis ganas de ser negativa y desconfiada y aunque en ese terreno haya tanto que intentar mejorar, por eso quiero seguir aprendiendo a tu lado.

Llegaste tú (foto de Internet)


Llegaste con tu sonrisa, tu cara de niño bueno y tu apariencia de malote para descubrirme que, efectivamente, las apariencias engañan. Que bajo una fachada hay una persona totalmente distinta a la que se dibuja o desdibuja y, aunque queda mucho por conocer de aquello que aún no está a mi alcance, lo que veo, me gusta. Quizás el hecho de que hayas sufrido como dices, de que hayas vivido momentos que no mereces, nos haga más iguales de lo que pensamos y en el fondo nos intentamos defender entre nosotros y de nosotros mismos cuando deberíamos hacer piña entre los dos frente al mundo, frente a lo que nos atormenta. 

Llegaste con tus maneras y tus formas, y aunque a veces confieso que me desesperas, otras simplemente me entran ganas de correr hacia ti y darte un achuchón. Me divierto con tus bromas, con tu manera de cambiar de la risa a la seriedad en momentos, de hacer el payaso y hacerme reír. Me halaga la forma con que me miras, porque despiertas la parte de mi que no conozco, ésa que solo tú ves, por fuera y por dentro...

Llegaste para compartir tu tiempo conmigo. Algo tan importante como aquello que no recuperarás. Y dejando de hacer otras tantas cosas por un café conmigo, por un paseo, por esas pequeñas cosas...

Llegaste para hacer que no me importe que me miren por la calle si río escandolasamente o me peleo en broma contigo, si te cojo del brazo o hacemos como que nos olvidamos de todo y de todos por un rato...Por eso las horas, quizás, pasan volando...

Llegaste y eso es mucho...

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Solo puedo responder por mí

Tus palabras, pocas, dicen algo que no sé interpretar; y tus silencios, demasiados, denotan desprecio.

Pero no puedo responder por ti. Solo puedo responder por mí, y a veces no sé ni si mi base está bien asentada o tengo que empezar a cambiar los valores que marcan mi vida. 

Puedo responder por todo lo que he dicho a base de palabras, ésas que no he callado, creyendo que era la mejor arma para hacerme entender y para acercarte a mí. Palabras cargadas de significado; palabras llenas de un pedacito de mí y que se van contigo cada vez que te las he entregado, que no han sido pocas las veces que lo he hecho; palabras amargas porque la realidad no es la que me gustaría.



Puedo responder por todo lo que me quema por dentro, que no es poco; por lo que balbuceo; por lo que pienso en voz alta entre sollozos; por lo que digo alto y claro; por lo que pienso, pero sobre todo, por lo que siento. Porque sentir es lo más bonito que hay, y decirlo, compartirlo con la persona que te hace sentir, aún más. 

Puedo responder por lo que he ido alimentando durante meses a base de migajas. Y entonces me planteo qué podría haber sentido si te hubieras dado al completo, como lo he intentado yo.

Y duele obtener solo silencios, que me castigan como creo que no me merezco. Y duele que pases como si nada por mi lado. Y duele que no merezca nada, ni siquiera una pequeña respuesta. En cambio, sí he recibido algún deprecio hecho palabra, de esos que duelen como una daga en el corazón. Por exagerado que parezca.

Y es que, aunque te hayas jactado de decirme que no me gustabas, te metiste en mi corazón, en mi pensamiento, en mi día a día. He demostrado que estabas equivocado. Y muy al contrario de lo que tú has podido decir, no has demostrado que yo te gustara a ti. Caprichosa realidad. Y por mucho que me intenté hacer entender en ese sentido, no lo conseguí y parece que en persona, ante ti, tampoco. No supe desplegar todo aquello que supones y que no tengo que evitar, porque es lo que siento. 

Pero a veces creo que no quisiste dejarte querer. Porque a lo mejor soy yo quien no cumple con aquello que buscas, dejando a un lado otras posibles situaciones que, de ser verdad, dolerían. Pero no quise continuar alimentando malos pensamientos, por ello me quedo con lo que al final estoy sufriendo en carne propia. 

No logro que haya atracción mutua, no llego donde debo para que me correspondas; no alcanzo lo más hondo de tu ser; no soy capaz de hacer que te abras conmigo y expreses todo lo que puedo suponer o no, todo lo que hay en tu vida, lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo que te aturde y lo que te hace feliz, lo que perturba tus sueños y hace que sonrías, lo que anhelas y qué es de ti, día a día, que es como se construye todo, día a día, con tenacidad, esfuerzo y buenos deseos. 

Todo eso al final mata. Y como decía, solo puedo responder por mí, que no es poco, y por lo que me pide el cuerpo que exprese en cada momento. Pero expresar tanto, como tan poco, seguro que no es bueno. Porque muestras a quien tienes enfrente dónde encontrar tus puntos débiles, dónde te duele, dónde puede dar para hacer daño. 

Pero cuando tienes cierta incontinencia verbal y no quieres dejar de expresarte, puedes cometer el error de dar demasiada información, que no siempre sirve para lo que te gustaría. Cuando no eres capaz de callar, porque crees que así alimentas que quien quieres crea lo contrario a lo que piensas, puedes dar con quien no entienda todo lo que dices, todo lo que piensas, todo lo que intentas expresar...

Pero aún con todo, solo puedo responder por mí, por mis actos, por mis palabras, por mi falta de silencios, por mis intentos por hacerme entender o querer. Por mis patéticos aspavientos para volverme real cuando me siento tan invisible. 

Parece que nada que pueda hacer, decir o intentar demostrar, sirve. Aunque quisiera que fuera lo contrario. Que algo de todo lo que soy capaz de expresar consiguiera llegar a un trocito de tu ser y entonces fuera tu turno, tu momento de expresar, de no callar, de no tener miedo a decir, y de responder por ti como yo lo hago por mí...

lunes, 21 de noviembre de 2016

Ese hilo invisible

Siempre he pensado que era cierto aquello de que hay un hilo invisible que te acerca a alguien. Estás destinado a encontrarte con esa persona a la que te une esa invisibilidad que nadie puede ver pero que sientes cuando encuentras a esa persona.

Pero supongo que si alguna de las dos personas que se vean unidas por ese lazo especial quiere no estar unida a la otra, puede romperlo. Ojalá no quisieras romper esa cercanía, a pesar de que contradictoriamente veo que es todo lo contrario, que te siento cada vez más lejos, muy a mi pesar...




Que me gustaría sentir tu aliento cerca, embriagarme con tu perfume, escuchar tu voz y beber de tu sonrisa, pasarme horas mirándote y hablando contigo, viendo pasar el tiempo lentamente por delante, mientras recorro tu espalda con mi mano, acumulando sensaciones a tu lado y conociendo rápidamente todo lo que me he perdido. 

Que me gustaría ser parte de tu ser, sentirte cerca, cálido y agradable. Y no al contrario, como me siento ahora, lejos de ti, cada vez más, sin encontrar un punto de encuentro. No sé por qué, a pesar de ser experta en la palabra (escrita, siempre se me dio mejor), no encuentro las expresiones concretas que te hicieran ver que me cuesta no estar ahí...¿Tanto desprecio merezco?

Ese hilo invisible, al que maldigo a veces porque no me está dando las alegrías que suponía me traería, creí que me llevaría a ti. Pero solo encuentro un camino largo, al que no me dejas acceder, porque si me pidieras que fuera o tendieras tu mano hacia mí te aseguro que no me lo pensaría dos veces y caminaría hasta llegar a ti. Porque con solo pensar que estarías ahí, esperando, haría que el camino fuera cortísimo, intenso y alegre. 

No sé ya qué hacer, porque siempre me equivoco contigo. No sé si soy yo, o eres tú. Lo que sé es que, por loca que me tomen, no puedo alejarme de ti. Que no me pregunten por qué, porque no lo sé. Tampoco me lo preguntes tú, porque solo podría encoger mis hombros, solo ese gesto definiría lo que puedo decir. Es complicado de explicar y más difícil sufrirlo en primera persona. 

Solo sé que quiero tranquilidad, que no se me encoja el estómago de puro dolor si pienso en ti, porque siento que no te veré, que no podré recorrerte con mis dedos y que no podré transmitirte todo lo que haces que sienta, que no podré estar a tu lado y construir algo juntos. Quiero que mi estómago revolotee cuando te tenga cerca, hablar como dos desconocidos o como dos viejos conocidos. No quiero tener miedo de si hay alguien esperándote, y escuchar de tu boca que no quieres que la haya, porque prefieres estar aquí, conmigo, o donde quiera que sea...Quiero que desees estar conmigo y compartir tu tiempo con la que escribe, que tus misterios dejen de serlo y que no haya secretos ni dobleces entre tú y yo, sin confusiones, sin malos entendidos...

Quizás pido demasiado, quizás no está a mi alcance, no puedo pedirte o no estás dispuesto a darme. Qué se yo. Solo sé que me vuelvo loca si te pienso, que por las noches el insomnio me acompaña y solo me trae imágenes tuyas pero de las que no me gustan, de las que me hacen sentirme débil y me angustian, porque hace que mis miedos se reflejen en esas imágenes. Y que necesito, más de lo que crees, estar cerca, que estés conmigo. No sé si lo merezco o si en algún momento estaba entre tus planes. No lo sé.

En los míos no estaba volverme tan loca...No sé qué despiertas en mí, pero sé que lo quiero todo contigo, por difícil que parezca. Parece impensable, pero hay algo que me acerca a ti, no sé si es ese hilo invisible, o sentir que hubo un pasado que nos perteneció. Ahora es el presente el que no me corresponde y mucho menos tú. No sé qué nombre poner a eso. No sé cómo hacerlo...Por eso te pido, dímelo tú...por favor...Porque por el momento no me rindo, pero si no hay nada que me haga seguir, me rendiré y lo daré todo por perdido, aunque a veces sienta, sin entenderlo, que tiras de mi para que no me aleje, pero después no me das motivos para permanecer, como quisiera...

domingo, 20 de noviembre de 2016

Dímelo...

Dímelo. No fui nada y no lo seré, pero dímelo.

No puedo adivinar que no te interesa nada que tenga que ver conmigo. Lo puedo imaginar, lo puedo suponer, pero así no funcionan las cosas. Hay que decir lo que uno siente, piensa y no siente y no piensa. No puedo adivinar y a la vista está, y las comparaciones son odiosas. No tengo nada de ti, no te das, no te abres y no te expresas. Conmigo no. 

Solo hago adivinar, de mala manera, con malas artes y estropeando cada momento soñado y que nunca llega. Pero no quiero suponer, quiero saberlo por ti. Si me tengo que ir, me iré. Si me tengo que quedar, me quedaré; pero no quiero decidir yo, de forma precipitada ni por aquello que creo. Porque no soy de esa condición.



Pero dímelo. Dime qué quieres y qué no quieres. Y si soy yo, me quedaré. Si no soy yo, me iré. Y además, si puedo, tomaré una decisión y si no, me iré sin hacer ruido e intentando que esto sane. Porque ya duele y más que dolerá, estoy segura. 

Ojalá me equivoque, ojalá lo que deseo se haga realidad, como si hubiera pedido ese deseo a una estrella fugaz y lo hiciera realidad. Pero en estos momentos solo hablo desde el corazón, del corazón ajado, dañado y algo estropeado que intenta taparse bajo la manta para no ver, sufrir, para hacer que el tiempo pase...Como si eso solucionase algo...

Ya no sé cómo hacerlo, cómo me dirijo a ti, o mejor no hacerlo, pedir o no pedir, tirar de ti para que quieras que nos veamos, o simplemente intentar mantener una conversación. Pues no tengo la fórmula y parece que nunca acierto, contigo no. Es frustrante, pero es así. 

Dímelo. Lo entienda o no, es mejor que la incertidumbre. Es mejor que luchar contra marea. Es mejor que luchar contra lo que duele. Es mejor que luchar contra las dudas. 

Dímelo. Si es lo que estoy esperando escuchar, estoy segura que me tiraré a tu cuello, como llevo esperando mucho para hacerlo...Para besarte y decirte todo lo que tengo callado, todo lo que he guardado. 

Dímelo. Si no es lo que estoy esperando escuchar, caerá como una losa sobre mí todo lo que en algún momento he imaginado y entenderé entonces tu actitud para conmigo.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Sus propios pedacitos

Y como si nada hubiera pasado, recogió sus propios pedacitos y comenzó a unirlos para que dieran un buen resultado, por lo menos, uno que no dejara ver que estaba rota, destrozada, desilusionada. 

Que hubiera un final que pudiera ser el principio de sí misma, pero siempre que supusiera una idea renovada de la que fuera un tiempo atrás.

Porque no quería dejar de ser quien era en esencia, pero quería transformarse en parte, porque confiaba que así pudiera llegar la renovación que buscaba, el cambio que deseaba y tanta falta le hacía. 

Entre esos trozos que fue tomando vio tantos momentos, que le fue imposible derramar alguna que otra lágrima. Pero eran lágrimas que suponían una renovación, un cambio. No quiso dejarlos atrás, porque eran sus momentos, todos los que había vivido, pero quizás no había sabido sacarles el jugo deseado. Los buenos, que parecían mariposas brotando con alegría. Y los malos, los malos debería haberlos apartado antes de ella, por eso los fue alejando, sin tenerlos tanto en cuenta. Los malos, que surgían como un cristal roto que hace daño con solo tocarlos. 

Pedacitos de sí misma


Se sintió como una loca, desbordada por tanta anécdota. Lloró y rió a partes iguales, pero no se olvidó de nada. Pasaron ante ella su infancia, tan preciada; su juventud, tan divertida como ajetreada; su ya mayoría de edad, el paso por los estudios superiores y la búsqueda de trabajo. Las salidas con los amigos, el primer amor, la llegada de tanta gente importante...Y de repente supo que, poco a poco, había ido eliminando los momentos malos, porque no salían por ningún lado. Aunque sabía que para aprender a valorar lo que tenía había tenido que pasar por esos malos tragos, pero se alegró de que no estuvieran en esa recomposición que estaba haciendo. Porque no los necesitaba.

Ahora tocaba volver a hacer de tripas corazón y soltar una amplia sonrisa que todos escucharan. Que los que estaban con ella disfrutaran, y los que estaban en su contra, oyeran con envidia. Y seguir, seguir acumulando momentos, los buenos, que sabría guardar como oro en paño, y los malos, que olvidaría tal cual fueran pasando...

lunes, 24 de octubre de 2016

Tan fugaz

Tan real como fugaz. Así fuiste. Llegaste, irrumpiste en mi vida y no te quedaste lo suficiente para que pudiera saborearte como me hubiera gustado. 

Estos meses me he arrepentido de no haber dado el paso que faltó hace años. Pero también llegaron momentos de no arrepentirme, porque pensé que aquel no había sido el momento, éste sí. Pero no fue así. Solo tú sabes por qué volviste, solo tú sabes por qué lo hiciste, por qué tu manera de actuar y por qué tus silencios, esos que me torturan, esos que me invitan a irme sin hacer ruido y que me hacen lamentarme hasta el punto de que mis lágrimas afloren en mis ojos. 

Esos ojos verdes que han jugado a buscarte durante meses, que han intentado grabar cada centímetro de tu cuerpo el poco tiempo que he disfrutado de ti, y que ahora se niegan a perderte de vista. Esos ojos que han disfrutado viendo tu sonrisa, sonrisa que además no había escuchado nunca y por la que tenía una gran curiosidad, como ha ocurrido con tu voz.

Estos meses en los que me he asustado, he querido dar marcha atrás o he pensado dónde me había metido. Meses en los que he insistido con más o menos acierto, porque nunca he creído en las segundas oportunidades, hasta ahora. Porque pensé que las casualidades no existían, y no creo en ellas. Creo que todo pasa por algo. Pero ¿por qué? ¿quién tiene esa respuesta? Me temo que tú y por mucho que la haya implorado o la implore, no la conseguiré, ¿verdad?

Los miedos seguro que me han hecho no estar a la altura. Los miedos han podido anular lo mejor de mi, pero no me corresponde a mí adivinar que existe algo positivo aquí. Pero parece que no lo suficiente. De nuevo la sensación de no estar a la altura, de nuevo la frustración de no ser importante, de no ser nadie para alguien, aflora. Pero esta vez tenía tantas ganas puestas...

Fugaz


Quizás yo he sido muy rápida al sentir que estabas aquí por mí; quizás el hecho de tener claro que la vida te volvía a poner delante de mi era algo que había que aprovechar me dio razones para intentar no perder el tiempo. Quizás por eso las ausencias me han llevado a insistir, a persistir, a seguir ahí. Pero la pregunta es ¿quieres que esté? Si tengo que interpretar tus silencios, la respuesta es no; si pudiera, en cambio, interpretar lo poco que he estado contigo, me gustaría que fuera un sí. Porque tenemos tan poco tiempo, a veces, sin saberlo, que no he querido desaprovechar ningún momento.

Has vuelto para poner mi mundo al revés, para hacerme sentir, para hacerme arrepentirme de no verte y aprovecharte más y de pensar que quizás hace años hubiera tenido mi oportunidad, entonces sí. Quizás entonces todo hubiera sido distinto. Entonces sí hubiera tenido la posibilidad de hacer todo aquello que se me antoja ahora y que no puedo, porque no me dejas...Pero ya no hay vuelta atrás y tampoco ahora he tenido la oportunidad, o quizás la he tenido sin saberlo y no he sabido aprovecharla...

Aquello que se me antoja; haberme arropado en tus brazos un día de lluvia; haber dado otro paseo por la playa a tu lado; conocer todas las aristas de tu cuerpo; sentir un beso y lo mejor, saborearlo; disfrutar de cualquier pequeño rato ahí, contigo; disfrutar de las vistas a tu lado; contar cada lunar de tu cuerpo; meterme en tu día a día; estar pendiente de ti, como me hubiera gustado que lo estuvieras de mí, con un gesto, un simple mensaje o un sencillo ¡buenas noches! o ¡buenos días!, que hacen que el día se torne soleado aunque llueva y la noche sea un precioso momento para soñar contigo...

Que hubieras tenido ganas de conocerme, como las tengo yo, independientemente si lo he mostrado o no como te hubiera gustado; que me hubieras hecho partícipe de todo lo que me he perdido estos años; que hubieras entrado en mi vida, como yo en la tuya, irrumpiendo con locura y sin llamar a la puerta; que la playa hubiera sido nuestro refugio...

Quiero aprovechar que no me suena a casualidad, pero sin embargo te me antojas tan fugaz...Si soy yo la responsable, lo siento, pero si eres tan fugaz porque has decidido serlo, igualmente lo siento...Y cómo saber si me lees, o si estás de acuerdo en algo conmigo...¿imposible, no? 

Ojalá lo fugaz no hubieras sido tú sino una estrella a la que haber podido pedir un deseo...


viernes, 14 de octubre de 2016

Juega...

Juega a ningunearme hasta que te apetezca. Estoy segura de que aguantaré, hasta que no me quede aliento, hasta que me canse, hasta que no pueda más...

Juega a tensar la cuerda hasta que se rompa, pero cuando lo haga, no me preguntes por qué se rompió. Porque no era precisamente débil el hilo que utilicé para tejerla, pero fuiste desarmándola con tus actitudes...

Juega a castigarme por aquello que pasó, o no, y con la sangre fría que te ha dado el tiempo o tu personalidad, sigue haciendo que te importo cuando no es así...La verdad, tarde o temprano, se conocerá...


Juega a fingir cierto interés cuando no te has dejado ver, porque es imposible que me mires a los ojos y me digas todo lo que sueltas...Porque es imposible que puedas mirar fijamente a estos ojos verdes y decir las mentiras que estás creando...

Juega a reírte de mí como lo estás haciendo, diviértete haciendo daño a alguien que se ha alegrado tanto de tu vuelta...Alguien que no ha creído en las casualidades, que ha confiado en que había interés...

Juega a confundirme, como si no te importara liarme la cabeza con cosas que no existen ni existirán...

Juega a no ser claro ni sincero, utiliza tu verborrea para hacerme daño sin medida...

Juega a hacerme creer todo lo que necesito creer en estos momentos...Miénteme para que siga sufriendo aún más, porque no es precisamente que estés haciendo que este camino sea fácil, y sé que el después tampoco lo será...

Pero cuando desaparezca, porque esté cansada de esta farsa, no te preguntes por qué lo hice. Y no vuelvas años después, porque entonces la persona dolida seré yo, y tendré un mal recuerdo de esto que estás haciendo. 

La venganza no debería traspasar el tiempo; la venganza no debería haber alimentado tu vida. Pero enhorabuena, porque la jugada parece que te sigue funcionando y aunque soy consciente, aquí sigo, hasta que no pueda más, hasta que me ahogue en mis propias mentiras, en aquellas que alimento día a día para no ver lo que no quiero ver; justifico lo injustificable, porque necesito saber que no te he fallado nuevamente, que no me he fallado, porque quería saber qué siento por ti...

Pero dudo que lo descubra, es imposible ese acercamiento que te pido, el que necesito, el que quiero, el que requiero...

domingo, 2 de octubre de 2016

Las marcas en sus manos

Casi por casualidad, aquel día vio las señales que tenía en sus manos.

Señales que le recordaban un tiempo lejano, muy lejano en el tiempo, pero que le hicieron transportarse a aquel entonces. 

Señales que no dejarían de recordarle quién era, quién había sido y qué había hecho. Señales que eran únicas, que no compartía con nadie. Y era algo que le alegraba. Obviamente, porque eran sus señales, su particular recuerdo de aquel tiempo. 

Así era. No causaba ningún trauma, ni suponía una vergüenza. Simplemente entonces era joven y quería demostrar y demostrarse de lo que era capaz. Sobre todo teniendo en cuenta el miedo que tenía a cualquier cosa que supusiera marcarse la piel, dejar una huella o hacerse daño. 



Pero era la marca del tiempo, de su juventud, de su amor, de tu miedo, de sus ganas, de su ilusión. 

Aquellas pequeñas cicatrices, una en cada muñeca, no pasaron desapercibidas aquel día. Por algo sería...

Eran marcas que le hacían recordar quién fue su primer amor. Quién ocupó su corazón y su vida. Y aunque el paso del tiempo casi las habían borrado, ella sabía que estaban allí. Pero no solo la llevaban al pasado. No. Sino que muchas veces le había dado por pensar que por qué no podía aparecer otra persona que coincidiera con aquellas señales, con aquella inicial. Una idea estúpida que la hacía reír cada vez que lo pensaba. Y ahora, pensaba que quería que coincidieran, que deseaba que así fuera. Que esa persona que tenía en mente fuera la misma que coincidiera con las huellas del tiempo. Porque supondría que no había habido solo un capricho juvenil de marcarse sino una intención más allá del tiempo que ahora tenía sentido.

Coincidencias no coincidentes del pasado en el futuro.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La vida es un océano inmenso

La vida es un océano inmenso, en el que a veces tenemos la buena suerte de poder nadar hasta alcanzar la orilla y otras veces los entrenamientos en la piscina y la técnica aprendida no nos sirven de nada, porque llega una mala corriente y nos arrastra

La vida puede ser larga o muy corta, ¿quién lo mide? No seré yo quien se atreva a hacerlo, ni a juzgar a quien lo hace, pero no me gustaría escuchar a nadie decir que está cansado de vivir, que esto no tiene sentido, que no merece la pena, porque hay quien quiere saborearla y no tiene esa oportunidad. 



La vida puede ser maravillosa o algo más mediocre. La huella que dejemos será la que nos propongamos. Si intentamos ser felices, disfrutar y mostrar cada día una sonrisa, a pesar de las adversidades, seguro que el camino es más llevadero y nos recordarán por eso precisamente. En cambio si andamos mosqueados, buscando gresca cada día y malhumorados, no nos llevaremos ni un triste recuerdo ni siquiera de los que más cerca teníamos. 

La vida es un amplio terreno: a veces la tierra que andamos es escarpada, complicada, con excesiva altura o fangosa; a veces, es un dulce paseo por una llanura verde salpicada de florecillas.

Pero en definitiva, la vida es vida, es tiempo, es reencuentros, es mostrar lo que se siente, es decir lo que uno quiere, es querer sin medida, es sonreir, es ir contracorriente, es mostrarse como uno es, es ser sincero, es no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, es no quedarse en casa y jugar con el tiempo que te ofrecen los tuyos, es hacer lo que te gusta, es no quedarse a medias, es llevar a cabo los proyectos que querías, es soñar con lo imposible, es exprimir lo mucho o lo poco que tengamos, porque en definitiva, estamos de paso y no sabemos cuánto duraremos por aquí...

lunes, 26 de septiembre de 2016

Tuvo que soñarlo...

Imaginó aquel momento demasiadas veces. Y es que lo había intentado en varias ocasiones, pero había algo que a él le frenaba. 

Por eso tuvo que soñarlo. Por eso no tuvo más remedio que imaginarlo, que pensar en todo aquello que le hubiera encantado que pasara. En aquella cita que nunca se dió.

No pudo disimular sus nervios. Las horas anteriores a aquel encuentro fueron un infierno. No supo qué coger del armario, casi se aprendió de memoria algunas posibles conversaciones para no quedarse callada por culpa del miedo. No supo cómo llegó ni siquiera a aquel sitio en el que habían quedado. Pero a la hora pactada, allí se vio, sin más. 



Pero cuando lo vio aparecer, no pudo detener sus nervios, no fue capaz de mirarlo a los ojos. Tenía demasiadas expectativas puestas en aquel reencuentro y no quería estropearlo. Pero no sabía cuál sería su reacción. 

No supo si darle dos besos, si un abrazo o qué. Y es que no se habían visto, en persona no se conocían y eso le hizo tener más miedo aún. Porque creía tener las cosas claras, pero no sabía qué se encontraría, no sabía qué pensaría de ella, no sabía si resultaría ser lo que buscaba o no, lo que había imaginado o no, lo que había conocido anteriormente o no...

No supo qué preguntar, no fue capaz de hilar una conversación con sentido. Y eso él lo notó. Pero no le dio importancia. Quizás él estaba igual de nervioso que ella. Quizás ese encuentro supusiera tanto para él como para ella. Y ella quiso hacer de aquel momento un algo especial, donde no importara el lugar, el cómo, el cuándo ni el por qué. Solo la compañía. 

Y se le pasaron las horas volando. Cuando miró el reloj, casi por casualidad, había pasado mucho más tiempo del que creyó. Y lo mejor era que no se le había hecho pesado y no quería irse. No quiso que llegara el momento de despedirse. Y sabía que, cuando lo hicieran, querría recordaro. Quería hacer algo especial para que él no tuviera dudas.

Imaginó sus labios unidos a los suyos, en un beso. Como los besos en las películas, que llegan casi sin buscarlos. Pero un beso que, sorprendemente, ella buscó y propició. Pero con miedo, miedo de no ser correspondida. Miedo de que entonces le confesara que todo había sido un error o que quizás...no quería ni verbalizar lo que pasaba por su mente, porque quería ser feliz, aunque fuera un instante, por ello intentó que huyeran de su mente aquellos malos pensamientos, aquello que la hacía tener una mala vibración...

Por ello siguió con aquel beso que acercó sus bocas hasta el extremo de faltarles el aliento. Le tomó por el cuello, para que no se escapara, y luchó por no continuar comiéndoselo a besos sin parar. Pero también quiso mirarlo a los ojos, que se encontraran y se dijeran, sin palabras, que todo estaba bien, que el tiempo pasado había dado igual. 

Y aunque no quiso irse, estaba deseando alejarse de él para decirle, sin tenerlo cara a cara, para evitar la vergüenza, que lo había pasado muy bien, que había sido especial, como esperaba, como deseaba. 

Y que quería continuar viéndolo. Porque en el fondo, sabía que había sido un error alejarlo de su vida...Y ahora no quería tenerlo lejos, no quería perder el contacto con él, quería decirle todo lo que no había dicho, quería disfrutar de él sin más, de esos ratos agradables, divertidos...

Por eso siguió soñando con aquel momento, que por ahora no había llegado. ¿Por qué? No lo sabía, quizás no lo había intentado lo suficiente; quizás él no quería dar aquel paso; quizás no era, simplemente, lo que él buscaba...Soñando con aquello que visualizaba todas las noches...



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Como si no hubiera pasado el tiempo

Un café. Un simple café te pedí, para mirarnos a los ojos y hablar.

Hablar tranquilamente de todo y de nada, como si no hubiera pasado el tiempo. Con el sol tras el cristal y la playa como testigo. Como no podía ser de otra manera. 

Como si no hubiera pasado el tiempo, como si los años se hubieran quedado a un lado. Como si el ayer no hubiera existido, como si el hoy, el presente, fuera el único testigo

Como si el tiempo se hubiera paralizado. Como si esas dos personas fueran las mismas que hace años, como si nunca se hubiera cortado la relación entre tú y yo. A pesar de que ambos sabemos que ha llovido mucho, que no somos los mismos, por mucho que queramos. Y quizás eso sea bueno, positivo, o no, quizás sea malo, negativo. No lo sé, no lo puedo saber. 

Solo sé que habías vuelto, o has vuelto. Aún no lo sé. Porque pareces un fantasma en mi hoy. Temo que solo seas un espectro, un fantasma del pasado que viene a atormentarme. Es complicado acercarse a ti, es difícil llegar siquiera hablar contigo, como si no pasara nada, como si el tiempo estuviera congelado. Es complicado incluso poder ponerme delante de ti, para experimentar qué supone esa sensación. Porque no me dejas. Porque no he creado la expectación suficiente. Porque no he podido llegar a ti. No sé si soy yo o eres tú.

La playa de fondo (Brenda Gómez)
 

Pero seguimos teniendo pendiente ese café. Si te apetece, si lo necesitas como yo, porque deseo reconciliarme contigo, porque necesito dar un paso, el que no di hace años. Si es una preferencia para ti poder tener una charla agradable como espero que sea...

jueves, 15 de septiembre de 2016

¿Y fue casualidad?

Pasan cosas, de esas que a veces no piensas que ocurran.

De repente, alguien con quien un día perdiste el contacto, vuelve. Reaparece en tu vida. Y piensas que no es casualidad, porque no creo en esas cosas. Y me paro a pensar. ¿Por qué desapareció? ¿Fui yo, tuve la culpa? ¿Qué no hice, que hice para alejar a esa persona?

¿Y por qué una segunda oportunidad? Ésa fue mi pregunta nada más ver su nombre de nuevo. Te da por pensar, por un lado, en que la vida te vuelve a unir a alguien; o bien que es una broma macraba del destino; o que llega para restregarte que un día dejaste pasar la oportunidad y la vida le va fenomenal.

Pero no, resulta que, a simple vista, parece que no hay nada malo. Por mucho que intentes buscar debajo de la alfombra, no hay trampa. Y conforme pasan los días sientes la necesidad de hablar con esa persona, de conocer qué ha pasado en este tiempo de ausencia, pero no llegas a verte correspondida. No hay fluidez en la conversación, y aunque no lo muestras, sientes un vacío extraño en tu interior, sientes que es difícil llegar a esa persona, como si hubiera una barrera, a pesar de la cecanía física.





Y te preguntas por qué. Pero no dejas de intentarlo, porque hay algo que te dice que sigas adelante, sin mirar atrás, porque parece que hay mucho que averiguar, hay mucho bonito que descubrir. Y ya no te planteas qué no pasó o por qué no fue. Simplemente piensas que podrás recuperar parte de ese tiempo perdido años atrás, que podrás tomarte un café con esa persona, mirándolo a los ojos si la vergüenza te lo permite, pero empapándote de todo lo que quieres saber, lo que quieres descubrir, lo que quieres sentir.

Pero no llega. Por mucho que pones ganas, no lo consigues. No consigues esa conversación cómplice que te haga reír; no consigues atrapar la atención de esa persona; no eres capaz de generar un poco de ilusión. Y a pesar de que el pasado no deja de hacerse presente, no te rindes, y continúas con tu particular batalla. Siempre preguntándote ¿qué he hecho mal? ¿qué tengo que hacer? ¿qué tengo que demostrar? ¿por qué no merezco siquiera una triste respuesta, una conversación, un momento sentados a una mesa con un café?

Entonces es cuando la duda te asalta y se hace dueña de tu pensamiento. Ahora no eres capaz de pensar con positividad. Ahora no sabes qué hacer. ¿Hablar o no? ¿Continuar insistiendo aunque la peor de las respuestas es la que se hace patente, es decir, el silencio? ¿Buscar una excusa tonta para escribirle? ¿Plantarte en algún lugar donde crees que puedes encontrarlo?

Pensé que, por una vez, podía ser. Por una vez podía sentir que algo podía ir bien, que tenía una recompensa. Por una vez quería creer que las segundas oportunidades existían. Por una vez creí que los errores del pasado se podían subsanar, aunque fuera años después. Por una vez...por una vez pensé que no era casualidad que hubiera vuelto. Que hubiera vuelto para ser parte de mi vida, de una u otra manera. Pero ni siquiera me dejó intentar averiguar qué quería que fuera. Ni siquiera pude dar un paso sencillo como mirar a esa persona a los ojos y saber qué había pasado o qué pasa...

No creo en las casualidades, no, pero ¿solo fue un espejismo? No sé si tendré respuesta o no. Pero me gustaría tener un final feliz para esta reflexión, poder decir que me he podido sentar delante de esa persona y averiguar aquello que me intriga, aquello que hace que le dé vueltas a la cabeza, aquello que me ronda día y noche, aquello que quiero decir o no...Quería saber el motivo por el que te conocí y por el que ha vuelto...


sábado, 23 de julio de 2016

Un título para aquel día

No supo qué titulo poner a aquel día. La sensación al despertar fue extraña, pero supo que tenía las ideas claras y que lo que experimentaba no le gustaba y mucho menos le llenaba. 

Pero quizo hacer acopio de paciencia y esperar. Aunque no era precisamente un ejemplo de este tipo de personas con ese don. Pero había que intentarlo.

Era el reto de aquella mañana, de aquel día. Intentar echar paciencia y esperar. 

Nunca había sido buena determinando aquello que le pasaba y adelantarse a los acontecimientos, tampoco. 
Aunque ahora que lo pensaba, la espera tampoco nunca había sido positiva. 

Es decir, que nunca aquella rara sensación que la inundaba a veces, como la de aquel día, había resultado errónea. Ya se sabe, la intuición...

Pero quizás era mejor así. En su vida había sido especialista en atraer a gente que aparecía y desaparecía sin apenas pestañear. Sin decir palabra, sin dar una leve explicación. Y se había acostumbrado a actuar con desdén, haciendo ver que no le importaba. Aunque en el fondo fuera todo lo contrario. 

Internet


Lo peor, o lo mejor, era que, en su fuero interno, sabía que no era problema suyo. Era como se mostraba. No había más dobleces. Quizás alguien esperaba más, o menos, y el interés, si lo había, desaparecía en cuestión de días o de minutos. O quizás nunca lo hubo y ella creyó que sí. Ésas eran las cosas que le pasaban. Asi. No entender cómo era el opuesto no significaba que la responsabilidad fuera propia. 

Y a veces pensaba en actuar de otra manera, pero es complicado hacer, parecer o mostrarse como una no es. 

Es díficil ir en contra de lo que una piensa, en contra de lo que una se ha forjado a lo largo de los años. 
Por tanto, un día más, una vez más, tocaba combatir la situación extraña que vivía como sabía, en definitiva, como podía. Y eso no significaba rendirse, todo lo contrario, echar los restos, exponerse y llevar lo mejor posible lo que supusiera aquello. Ni más, ni menos. Porque no era la primera ni sería la última Algún día habría claridad, algún día habría sensatez, de eso estaba egura, no podía ser de otra manera.

martes, 19 de julio de 2016

Y lo volvió a hacer...

No quiso. Lo sabía. Pero fue irrefrenable. Cuando quiso darse cuenta, estaba ahí, delante de ella, como si su mundo girase solo en torno a su figura, a su olor, a su presencia...
No quiso apenas mirarla, porque sabía que sentiría la necesidad de fundirse con ella, aunque fuera en un abrazo, a pesar de que estaba deseando rodearla con sus brazos, en la desnudez de la noche, y amarla hasta que se hiciera de día.
No quiso apenas rozar la piel de su rostro con un suave beso, porque sabía que querría estar besándola sin parar hasta que su boca se secara. 


No quiso apenas esbozar una sonrisa, porque sabía que se le quedaría cara de tonto mirando aquellos preciosos ojos tan claros que casi le dejaban ver su alma y aquella carita pícara que tantas risas le había hecho soltar. 
No quiso apenas mentarla, porque solo recordar su nombre provocaba en él una mezcla de sentimientos.
Pero es que no podía ni quería no rendirse ante ella. Le daba igual lo que le dijeran, estaba hechizado por aquella niña y no quería dejar pasar la oportunidad no solo de decírselo, sino de demostrárselo. Daba igual si se había negado tantas veces a estar con alguien, si había intentado no enamorarse, porque nada tenía sentido si no estaba cerca de ella, si no estaba en contacto con aquel ángel, si no sabía de ella un segundo pensaba morir...

martes, 12 de julio de 2016

Te esperé...

Te esperé pacientemente, porque prometiste volver...
Te esperé con la ilusión reflejada en mis ojos...
Te esperé con las ganas de alguien que finge no haber sido dañada...
Te esperé cual fiel compañera de viaje...
Te esperé con un abrazo contenido, para cuando aparecieras...
Te esperé con el susto en el cuerpo, por si te ocurría algo y no podías avisar...
Te esperé con la emoción a flor de piel...
Te esperé ávida de deseo...
Te esperé como se espera a ese primer amor, en esa primera cita...
Te esperé con la templanza que pude...
Te esperé con la paciencia que me caracterizaba...
Te esperé como olvidando todo lo pasado...
Te esperé con rabia contenida, porque el tiempo pasaba...
Te esperé con lágrimas en los ojos, porque la desesperanza se iba adueñando de mi...
Te esperé con tristeza en el alma...
Te esperé, esperé una palabra, un mensaje, incluso una paloma mensajera, esperé tanto, que de tanto esperar me olvidé de mi y eso nunca te lo perdonaré...

Internet

sábado, 25 de junio de 2016

Necesitaba alejarse, debía alejarse...

Sabía que debía alerjarse. Por lo menos un tiempo. Se había creado cierta dependencia de él y sabía que no era bueno. Por lo menos para ella, porque se conocía demasiado bien. Aquella sensación de que el tiempo pasaba demasiado rápido a su lado; que cualquier cosa que dijeran podía acabar en una carcajada; sentir aquella necesidad de buscar cualquier excusa para hablar con él, por tonta que fuera...

Aquellas eran señales que, por tonta que fuera, hasta ella veía y sabía que no eran buenas. No para ella. Por ello decidió que, durante un tiempo, sería mejor desaparecer; no leer sus estados, aquellos que le hacían saber cómo estaba y le pedían a gritos preguntarle; no leer aquellos capítulos que, religiosamente le mandaba todos los viernes, para que ella leyera y le diera su opinión; no llamarlo; no escribirle...



Porque al final sabía que terminaría colándose por él, quién no, se preguntó y ella obviamente poco pocía hacer. No estaba a su alcance. Y ella no estaba a su altura, al fin y al cabo, se conocían desde hacía mucho, casi toda su vida, y jamás había estado en su punto de mira. Y ahora, menos, que él había conseguido ese valor de ser quien quería ser.

Por tanto, decidió, poco a poco, dejar de dar señales de vida, alejarse sin más pero hacerlo casi sin que él se diera cuenta, aunque tarde o temprano sabía que sería complicado evitarlo o no responder a sus correos o sus mensajes. 

Consiguió pasar desapercibida tan solo dos semanas. Estaba acostumbrado a que no tardara en responder, a que, presta, se involucrara con cada idea o locura que le contaba, que se posicionara de su lado en todo momento. 

Una semana más le mandó aquel texto que tanto le gustaba leer. De hecho, quedaba poco para que terminara el puzzle que suponía cada uno de esos capítulos que había ido leyendo de forma salteada. Lo leyó pero no corrió a mandarle su opinión. Y en esta ocasión y no como las semanas anteriores, fue él quien le preguntó qué le había parecido...
-¿Qué te ha parecido? Sé que me has leído, como los anteriores, pero no sé por qué no me has dado tu opinión. Sabes que es importante para mí. Demasiado. Necesito saber qué te parece, sin ti, tus aportaciones, tus dudas y correcciones, no tiene sentido. Dime qué te pasa. Has dejado de compartir conmigo tus cosas, tu día a día, tu opinión, y ya no me llamas para ese café que tomábamos cada lunes. 

Ella leyó aquel mensaje y dejó el móvil en la mesa. No había contestado ni respondido a sus llamadas ni sus mensajes anteriores, pero en ese último, el apeló a aquello que les unía y después de pensarlo, se dirigió a él. 

-He estado ocupada. Lo siento. He leído tus capítulos cada viernes, pero por encima. El trabajo me ha tenido demasiado distraída estas últimas semanas. Cuando tenga tiempo prometo hacerte llegar mis apreciaciones- mintió. 

Él no creyó ni una de aquellas palabras y no lo dejó pasar. 

-Por muy ocupada que hayas estado, aunque fuera de madrugada, me hacías llegar tus apreciaciones. Y hablábamos aunque fuera cinco minutos todos los días. Por eso sé que es una excusa. Pero no sé que he hecho para que te comportes así. 

-No has hecho nada- volvió a mentir ella. No tengo tiempo, estoy muy presionada y tengo que cumplir ciertos objetivos o me echarán. Entiéndeme.

-Si fuera así, no estarías tan distante. Al revés, habrías corrido a contármelo, como otras tantas veces, y yo, como siempre, te hubiera ayudado, como tú lo has hecho conmigo tantas veces. Sabes que me haces falta y te estás alejando, y necesito saber por qué razón. ¿Qué he hecho?

-No has hecho nada. Pero no quiero aburrirte con mis problemas. Además, has encontrado a alguien con quien compartir tus días, tus noches, y ella te requiere. Es más, seguro que te ayuda con cada capítulo...

-Sabes perfectamente que solo confío en ti para eso. No quiero que nadie más aporte nada a mis historias, no quiero que sea nadie más. Ella está ahí, sí, pero tu llegaste antes, mucho antes, prácticamente cuando éramos unos críos y no vas a desaparecer por mucho que lo creas o lo intentes. 

-No vayas por ahí, no apeles a que te conozco desde que eras un mocoso, porque no es justo...

-Pero es la verdad y necesito que digas qué te pasa...

-Nada...

-En serio, no te pongas cabezota...

-No me pongo de ninguna manera. Pero no hay nada que contar. 

-¿Tiene que ver con el libro? ¿Conmigo?

Tras varios mensajes en el mismo sentido, ella decidió que debía ser sincera.

-He decidido apartarme de ti un tiempo. Tienes una vida en la que no encajo y yo necesito ser algo más que la correctora de tus historias. 

-Eres más que eso. Eres mi amiga, mi confidente, aquella que me comprende y la que me da un consejo siempre que lo necesito.

-Ése es el problema. Sé que, de alguna u otra manera, acabarás sabiéndolo. Así que no me callaré. Necisito, precisamente, no ser tu amiga. Yo quiero algo más contigo, algo que no conseguiré, por eso he decidido apartarme de ti.

-No sé qué decir...

-No hace falta que digas nada. Ya sé que soy tu correctora, tu amiga y tu confidente...

-No seas injusta. Lo siento...

-Y yo. Por no saber frenar lo que siento por ti, por haberme ilusionado sin motivo, por hacer que cada día contigo fuera maravilloso, que no quisiera alejarme de ti ningún día por buscar una excusa en cada momento para saber de ti.

-Lo siento. Pero no quiero que desaparezcas. Te necesito en mi vida, quizás no cómo tú quieres, por lo menos no ahora, pero no puedo pensar en mi vida si desapareces. Me moriría.

-No lo harás, puedes vivir sin mis consejos, mis riñas o mis correciones. 

-No, no podría, no. No quiero. Y te lo demostraré. Pero no me pidas más, por favor. Todo a su debido tiempo. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Me obligaste a mentir

Me obligaste a mentir, sobre todo a mí misma, pero también a los que me rodeaban y me preguntaban cómo estaba, día tras día; a la persona que estaba a mi lado y que quería hacer funcionar aquello, aquello que murió poco a poco, porque lo dejé ir sin más; a mi familia, que intentaba verme sonreir y feliz...A todos, pero sobre todo, a mí misma...

Ése fue el mensaje que le envió. Lo hizo como muchas otras veces, en un sobre morado, el color que había representado su relación, el de aquella flor que él llevó a esa primera cita que tanto le costó pedirle a la chica que entendía la más bella que había visto nunca, sobre todo por dentro. El sobre morado que tantas veces había utilizado para enviarle poemas de su puño y letra, o pequeñas historias con ellos como protagonistas.



Pero que ahora significaba todo lo contrario, ese morado que relacionaba con odio, no solo hacia él, que la había dejado sin más, sin alguna explicación, dejándole de hablar como si fueran dos desconocidos. Sino hacia ella misma por ser como era, por haber intentado perdonarlo cuando ni siquiera él lo había pedido.

Se repitió a sí misma si hacía lo correcto, pero llevaba meses callada, en silencio. Sin pronunciar palabra. Porque no quería decir la verdad, no quería decir nadie que no había habido un por qué para aquella abrupta ruptura. Fingió que los dos lo habían conveniado porque eran demasiado distintos el uno del otro. No quería que sus amigos o sus familiares, los que tanto le habían dado, supieran que él había desaparecido sin más, de repente, después de un largo y buen día juntos. Y no quería oír retumbar sus propias palabras en sus sienes, porque cada vez que repetía su nombre era un martirio en el corazón y en el recuerdo. No quería destapar que había sido cruel con ella, porque no quiso que nadie le cogiera odio, porque ¿y si volvía?

Pero nunca volvió, por eso se sintió tan traicionada que necesitó romper su silencio. Pero no lo hizo con nadie, desahogándose después de esa complicada ruptura, complicada porque no sabía como digerirla aún.
Y así rompió su silencio. Pero para llegar más hondo y tocar un poco más su corazón, aunque ya no quisiera que volviera, le recordó algunos bellos momentos vividos y que, le recalcó, nunca volverían. Porque no encontraría a nadie que supiera hacerle feliz como ella lo había conseguido...

Me encantaba encontrar tu espalda mientras dormía. Mi cuerpo sabía que el tuyo estaba cerca, por eso incluso inconscientemente, en medio de la noche, mi cuerpo buscaba al tuyo...Me encantaba dar largos paseos contigo, por la playa sobre todo, para contarlos qué había pasado en nuestro día a día...Me encantaba escribirte mensajes en nuestro particular sobre morado y enviártelos para que coleccionaras momentos conmigo...Me encantaba tu sonrisa, al despertar por la mañana, con el pelo totalmente enmarañado, que me daba la energía suficiente para aguantar el día, por largo que fuera...Me encantaban los atardeceres contigo, porque parecía que la puesta de sol se hacía infinita a tu lado...Me gustaban tantas cosas contigo que ni siquiera apreciaste, que ahora ya no quiero volver a vivirlas, ni contigo, ni con nadie...

martes, 7 de junio de 2016

Un día largo

Hoy he vivido un día largo, como otro cualquiera, pero éste además sazonado con una mezcla brutal de sentimientos y sensaciones: alegría y pena; tristeza y rabia; coraje y entusiasmo...

Un día señalado para alguien a quien quiero. Me puedo permitir el lujo de decir que te quiero (me da igual si no me lees y no te llega, espero que lo sepas). Has formado parte de lo que soy hoy, y lo formas veinte años después, y lo que te ocurra, o mucho de lo que te ha ocurrido a lo largo de este tiempo, lo he vivido de cerca y como si me ocurriera a mí. Hoy hemos recordado algunas de esas cosas, algunas de esas vivencias...

Un día que nadie quiere vivir, que nadie quiere que llegue. Desgraciadamente habrá planeado mucho en su destino y tenía que ser. Pero estoy segura que se ha ido con mucho cumplido, con mucho vivido y sabiendo que te quedas como el hombre de la casa, como el que va a cuidar de su familia. Eso lo tengo claro.



Y hoy ha sido un día de compartir tu dolor y el de tu familia. Poco tiempo, el que me han permitido las circunstancias, pero te vuelvo a repetir (aunque no me leas) que estoy aquí para lo que necesites. Te tiendo mi mano, te ofrezco mi hombro, toda ayuda que te pueda dispensar, está a tu disposición.
Porque has formado parte de mi vida y lo sigues haciendo, aunque en menor medida. Pero lo sigues haciendo, y eso me alegra. Quizás los viajes que hoy he dado en coche me han dado para pensar en todo un poco.

Me he acordado de muchas anécdotas vividas contigo. Casi cuatro años, de buenos momentos, de cosas que recordar, de pequeños retazos que meter en una caja (y que aún conservo), de algunas otras que eliminar de la memoria...

Estoy segura que haber pasado cuatro años de mi vida a tu lado me han hecho ser parte de lo que soy. Y no lo digo por decir. ¿Me gustaría tanto Cádiz si no fuera tu ciudad natal? ¿Si hubiera venido tanto contigo? ¿Sería aficionada al Cádiz CF si no hubiera vivido mis primeros partidos en Carranza contigo? Estoy totalmente convencida que esas dos cosas te las debo a ti. Era una niña cuando te conocí y parte de mi personalidad estaba por formar y eso te lo debo a ti.

Efectivamente era una niña y experimenté mil cosas preciosas contigo y el hecho de que pasáramos gran parte de nuestros días en tu plazoleta, en vuestra plazoleta, hizo que conociera perfectamente a los que te rodean. Por eso siento que hoy falte uno de ellos. Lamento con el corazón que no esté, con su sonrisa vergonzosa y tímida, su gran talante y su cordura, con sus pocas palabras pero acertadas. 

Esos viajes en soledad en el coche me han dado para hacer un repaso por tanto que hemos pasado.

No sabía cómo reaccionaría cuándo te viera. Esos viajes en coche me hicieron pensar cómo reaccionar, cómo hacerlo. Sencillamente me hubiera encantado fundirme en un largo abrazo contigo y decirte muchas cosas, pero en ese momento las palabras no salen, se agolpan en la garganta y no quieren ser, no quieren salir. Por eso ahora, con la tranquilidad de un papel en el que garabatear ideas, muestro todo lo que siento. Porque lo necesito y porque si algún día lo lees o te llega, espero que te haga esbozar una sonrisa. El abrazo estuvo, las palabras, no. Lo sabía. 

Me ha alegrado verte. Ojalá no hubiera sido en estas condiciones. Ojalá te vea pronto, en otras circunstancias. Ojalá podamos recuperar a esa pandilla que se reunía cuando era joven, adolescente, y vernos algún día. Me ha encantado ver a tu familia. Hacia mucho que no veía a algunos de ellos. Una pena haberlos tenido que ver en esta situación, pero por otro lado me alegra haberles podido dar un abrazo. Un abrazo sentido, no lo dudéis nunca. 

Han sido tantas cosas las vividas contigo. Quizás ni te llegue para saberlo, pero te aseguro que muchas. Muchas primeras veces, muchos experimentos de adolescentes, muchos sentimientos que aparecían por primera vez y se fueron transformando en sensaciones, en hechos...A veces me da por pensar que me hubiera encantado conocerte en otra época de mi vida, otras tengo claro que fue el momento idóneo. Porque estoy muy orgullosa de que fueras el primero. De que fueras la primera persona con la que compartir mi vida, aunque parezca que tan joven no se puede querer. Yo lo hice, y no me arrepiento de ello. 

¿Por qué todo esto? Porque todas estas cosas y más han pasado hoy por mi cabeza. Desde el momento en que me mandaste el mensaje, hasta el que he tenido la suerte de volverte a ver. Desde en el que se me pusieron los vellos de punta al que he disfrutado viendo a algunas personas. Desde el que he pensado y repensado qué decir hasta el que ha provocado que salieran las palabras, o no, o no todas las que necesitaba expresar. Desde el que hemos recordado algunas de las cosas vividas hasta el que he dado ese abrazo que puede que necesitara yo más que tú...

Aunque sean muchas las personas que están contigo, quiero que sepas (ojalá me leas, ojalá te lleguen mis palabras) que yo también estoy. Para lo que necesites...porque siento tu dolor como si fuera mío...Gracias por ser, gracias por formar parte de mi vida...

lunes, 6 de junio de 2016

No quiso...

No quiso ser ni estar para nadie. Por eso continuó conservando su libertad, aquella que le permitia posar sus ojos en cualquiera y hacer que sus manos tocaran cualquier cuerpo.
No quiso que nadie se fijara en ella, porque cada vez que alguien mostraba cierto interés por ella, acababa con el corazón hecho añicos. 
No quiso que nadie posara sus ojos en sus ojos color miel. Porque sabía interpretar demasiado bien las miradas de aquellos que mostraban su desdén. 
No quiso perderse en la orilla de la espalda de ningún hombre, porque no sabía si sabría volver de aquel abrupto paisaje.

No quiso encapricharse con otro hombre, porque no estaba preparada.
No quiso ser una fugaz estrella en el firmamento de nadie.
No quiso estar con alguien que le prometería demasiado para no cumplir nada. Porque cuando creía aquellas promesas lanzadas al viento le lastimaba que no se hicieran realidad.
No quiso formar parte de la vida de nadie. Porque era duro ser y de pronto, no ser.
No quiso ser la otra en la vida de ningún otro hombre. Porque querer era algo muy importante para que al final tuviera que darse cuenta de que ella no era la elección. Nunca lo había sido.
No quiso adorar aquel cuerpo, ni ningún otro, de adonis terrenal. 
No quiso ser esclava de ningún deseo sexual. Y mucho menos acabar en los brazos de otra persona que le hiciera daño.
No quiso entregar su corazón. Ya lo había puesto en subasta demasiadas veces como para tener que volver a unir las piezas rotas, como si tuviera entre sus manos un vulgar puzzle. 
No quiso pensar en nadie. Solo quiso dejarse llevar por los días, sin pensar, sin estar, sin ser, sin querer, sin pretender. Porque toda intención caía en saco roto.
Solo quiso pasar desapercibida, dejar que las heridas sanasen y despertar tranquila por las mañanas. Sin anhelos, sin deseos, sin aspiraciones. Sin nadie en quien pensar.

miércoles, 1 de junio de 2016

No elegir es lo ideal

Lo ideal sería no tener que elegir. Porque siempre supone desechar, a alguien o algo. 
Elegir no mola, definitivamente. Porque siempre se te plantea una tesitura difícil de discernir. No siempre está claro con qué o con quién quedarte.
Cuando esa decisión no depende de ti, porque otros la toman de forma unilateral, sin consultarte, obviamente, no es que sea más fácil asumirlo. No te toca elegir, pero igualmente duele acatar lo que esa persona ha decidido. Si te dan una patada en el culo por otra persona, sincertamente, no hace la menor gracia. Pero siempre te queda el poder decir que tú no tomaste esa decisión, porque aquella persona, en ese momento, te importaba. Y quizás mucho, más de lo que imaginabas. Pero como dicen por ahí, c´est la vie. Jode saber que no eres la persona elegida, para lo que sea: para una relación, para una amistad, para compartir confidencias o en cambio una vida entera...Lo peor es cuando te cambian por otra persona. Eso es más difícil de asimilar que cuando eligen si una u otra. 

Cuando esa decisión, en cambio, depende de ti, puede ser igual de dolorosa. No siempre podemos estar al lado de quien nos gustaría. No todos los que encontramos en nuestro camino están dispuestos a andar o desandar con nosotros. Quizás aguantan por no incomodar, o por no tener que decir "ahí te quedas", o porque es fácil dejarse llevar. Pero llega un momento en que la situación es insostenible o te das cuenta que poco queda de los lazos que te unían a alguien y dejas que se marche. Quizás advirtiéndolo, haciéndoselo saber a quien sea, o bien sin decir nada, soltando ese lazo que os mantenía unidos. 
Porque elegir cuesta. Elegir es una tarea no apta para todos los seres humanos. Y es una decisión que duele. De eso quizás, tengo experiencia. Quizás soy yo la que provoca que la gente se marche, pero ni, evidentemente, siempre soy yo la que echa de mi vida a quien sea, ni siempre la gente es tan mala como apartarme. Eso sí, para bien o para mal, soy de esas que intenta darlo todo. Doy con igual intensidad si se trata de una relación o de una amistad, si se trata de chico o chica, si se trata de lazos familiares o que nada tenga que ver conmigo.

martes, 31 de mayo de 2016

La vida ahora le sonreía

La vida le sonreía. No sabía si sonreirle solo a medias, para no atraer a la mala suerte, o en cambio abrir de par en par su boca para que se viera su amplia sonrisa. 
Y es que, cuando algo bueno le ocurría, lo disfrutaba con tantas ganas que tenía la sensación de que a la vez se le castigaba para que no fuera tan feliz. Eso le parecía, eso era lo que sacaba en claro cada vez que ocurría algo similar.
Atrás habían quedado los meses de desasosiego, de dudar y pensar. Atrás había quedado el ansia de buscarlo, de no tenerlo cerca y querer estar a su lado. Ahora quería estar al lado de otra persona y eso era lo que más feliz le hacía. Intentarlo. ¡Qué menos!. Sobre todo después de tanto consejo que había recibido para que olvidara, para que pasara página. 


Ahora era el momento. Miró atrás y no se creyó que hubieran pasado meses y que, aquello que le parecía imposible, ahora fuera verdad. Así es la vida, se dijo para sus adentros. 
Pero aún había pasos que dar para ser feliz. Ser sensata, no precipitarse, y no correr. Era fundamental. Porque los pasos que daba no le gustaba desandarlos. Era una chica de ideas fijas. Por tanto, cada decisión, ahora, estaría más meditada. Y es que las prisas, dicen, no son buenas consejeras. Y si no funciona, a otra cosa, que era el momento de darse una oportunidad, de creer en sí misma y ser la valiente que sabía que era. Sin lamentos, sin caídas absurdas...

miércoles, 11 de mayo de 2016

La eterna disputa

¿Quién ganó? Ésa fue su última reflexión. Y es que, por más vueltas que le diera, nunca encontraba una razón, una respuesta. No sabía si había ganado él, porque había conseguido sacar lo mejor de ella para después dejarla tirada en medio del camino, la incertidumbre, o aquella por la que suspiraba, pero tenía claro algo: ella era la perdedora. No quería hacerse la víctima, pero siempre hay quien gana y quien pierde. Cada historia tiene una serie de personajes, y en ésta, ése era su papel...
Mantenía con su mente una eterna disputa y por muchos días que pasaran, no lograba mitigarla. La batalla de su cabeza, de lo que debía hacer, con la de su corazón, de lo que este músculo le pedía hacer. Al final, como en todo, había un ganador, su mente, y un perdedor, su corazón. Acaba mordiéndose la lengua, tragándose sus propios pensamientos y las palabras que siempre se quedaban alojadas en su boca, sin salir, porque nunca recibían permiso.
Así un día y otro. Así cada mañana, en que su primer pensamiento, como había ocurrido en otro momento, era saber de él o esperar despertar con un mensaje de buenos días; hasta el último del día, en que se quedaba dormida pensando en las conversaciones que no volverían. La nostalgia se hacía eco de esa espera y al final se quedaba dormida. Triste, abatida, y cansada del trajín de cada día. A veces, incluso con alguna lágrima derramando por su mejilla. Y entre medias, a lo largo del día también había algún que otro vistazo atrás, recordando algo que le hacía reír, algún comentario fuera de tono o alguna conversación algo más seria. Le daba da igual qué, pero sabía que echaba de menos todo eso, todos aquellos pequeños detalles que venían a su mente. 

Y era entonces cuando esa eterna disputa volvía a tomar relevancia. Porque entonces pensaba por qué ella había sido la elegida, por qué para mitigar su dolor por ella había escogido otra víctima. ¿Y por qué yo? Eso le rondaba por la mente, era lo que apenas la dejaba descansar y martilleaba su mente, día y noche. 
La disputa eterna que comenzaba cuando abría los ojos y acababa cuando el cansancio la vencía de noche. Solo entonces. Y sentir unas ganas espantosas de saber, de preguntar, de decir, de decidir...Pero nada podía decir, nada podía hacer, nada podía preguntar y nada podía reprochar. Porque encima, y sin saber por qué, había pasado a ser también un despojo, que ni una mirada merecía.