Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



sábado, 28 de diciembre de 2013

Verte dormir

Acompañarte a tu cama, dejarme caer en la pared y leerte un cuento, verte dormir, es un placer de esos indescriptibles, de los que se sienten y pocas palabras te ayudan a definirlo de la manera en que te apetece, para que todos conozcan su magnitud. Pero si alguien lo ha sentido en algún momento confío en que me entenderá.
Ser testigo de tu ritual antes de dormir me hace ser consciente de que todos lo tenemos. Todos tenemos unas manías y una forma de actuar antes de cerrar los ojos hasta el otro día. A ti no te falta tu manta, ya sea verano o invierno, ya haga una calor infernal o más frío de lo que estamos acostumbrados a soportar por estos lares; tu muñeco, el que te acompaña e intenta ahuyentar los malos pensamientos; y escuchar de fondo tu cuento, el que cada noche quieres oir, sin importar cuantas veces lo hayas descubierto por primera vez y te ayuda a rendirte en los brazos de Morfeo.
Ver cómo te giras en la cama y buscas tu sitio, tu hueco, mientras te haces a intentar dormir es una de esas cosas de las que no me canso.
Seguro que, por mayor que te hagas, siempre será para mí un placer inigualable que me pidas que te acompañe, te arrope y te lea un cuento...

domingo, 22 de diciembre de 2013

Vidas paralelas

Vidas paralelas, que pueden ir una al lado de la otra pero nunca se cortan. Me pregunto si he hecho suficiente para que hubiera un punto común, algo que nos uniera o quizás cualquier esfuerzo era vano, porque nunca has clavado tu mirada en mí, nunca has sentido nada y, aún sabiendo que remueves mis tripas, prefieres mirar hacia otro lado, hacer como que no va contigo. 
Por eso quizás hace ya que no intento provocar una reacción en ti, no porque no lo desee, sino porque no tengo señales que me permitan tener fuerzas para intenterlo. 
Por eso nuestros caminos no se encuentran sino es por una fingida casualidad, esa que antes buscaba a cada minuto. Quizás no le vea sentido, porque nunca he visto ese interés por tu parte. Lo peor es que me siento aturdida, que no sé si es mi mente la que ha querido ver, por un tiempo, lo que no existía, o tenía esperanzas infundadas, y ahora llega el chasco, o es que es tan traicionera que me ha mentido todo este tiempo.


Pero sea como fuera, creo que no hay interés de tu parte, y eso hace que todo sueño acabe en triste realidad, en esa que me hace volver a la cruda realidad en la que la distancia física es corta, estando instalados en una distancia que se hace muy grande entre tú y yo y que supone un abismo, un abismo que parece no tener fin. 
¿Así de cruel es el destino, así de diferentes son nuestras vidas, tan irreconciliables nuestros futuros? Lo único que sé es que he peleado, en el silencio y con las armas que tenía a mi alcance, pero no ha servido de nada. 
Porque nuestras vidas parecen ser paralelas y nunca llegarán a cortarse.
 Pero, ojalá lo hicieran...

domingo, 24 de noviembre de 2013

Estaba decidida...

Estaba decidida. Aún desde la cama volvió a repasar su plan, un plan que la asustaba pero que también significaba el intento de tener una vida mejor, la que se merecía, o mejor, la que merecían. Quería que los golpes, los gritos, el vivir asustada y atemorizada, las ganas de no volver a casa, el sentimiento de protección hacia los suyos, los trastos rotos que había que recoger...salieran de su vida. Ya. 
Llevaba meses planeando ese día. Y tenía que ser entonces o nunca. Su madre debía salir de aquella casa y no volver jamás. Junto a una amiga había llamado a todas las puertas que creyó conveniente. 
En el instituto le contó a su tutor que la situación en casa era insostenible, que no podía estudiar, de ahí que hubieran bajado sus notas, y que no podía tardar en volver cada día, por eso estar en la biblioteca no era una opción si quería recuperar sus aprobados. Si llegaba más tarde de las cinco las represalias se tornaban en golpes hacia su madre por no educarla como él quería.
Fue al edificio rosa que había en su ciudad, en el que un letrero enorme ponía "Centro de la Mujer"y, los días en que tenía algo de tiempo, se había ido asesorando, aunque las especialistas en género le dijeron que lo más importante era la voluntad de su madre de salir de aquel infierno, porque de otra manera era complicado actuar. Pero eso no le valía. No sabía si su madre querría o no empezar una nueva vida, porque si hasta ahora había aguantado, por algo sería. Se negaba a pensar que fuera amor, a ese monstruo no lo podía querer nadie. Pero entonces, ¿qué? No entendía que el miedo la acobardara tanto. 
Tenía que ser ella la que cogiera las riendas de esa situación. Su madre era un guiñapo con unas ojeras enormes que apenas hablaba, sólo para pedir que recogiera los juguetes que su hermano dejaba por el piso o que le curara y tapara las heridas que no alcanzaba a ver. Se sentía cómplice de todo aquello y por eso, también culpable. Los ojos de esa mujer que en fotos era preciosa no tenían brillo, ése que tenía cuando nació su hermano hacía cinco años y que ella sabía distinguir: felicidad. Vagaba por la casa como alma en pena, en pijama, hasta que llegaba la hora de ir a hacer la compra, para tener preparada la comida para ese monstruo con el que se había casado hacía ya unos 18 años. 
Entonces se maquillaba, intentaba recoger su pelo en una coleta y se arreglaba, porque a su padre tampoco le gustaba que se vistiera de cualquier manera. Por eso, después de cada pelea, bronca o dura paliza, llegaba a casa con una bolsa de ropa o complementos de las mejores firmas y marcas de la ciudad. Sí, lo peor es que se trata de ese tipo de familia que, con el dinero, que no faltaba por el alto puesto ejecutivo que tenía su padre en una empresa con proyección a nivel nacional, parecía arreglarlo todo. 
Pero su madre no era su madre ya. Eso fue lo que la hizo reaccionar. No hablaba, no podía contarle sus cosas, sus primeros amores, o sus conflictos con sus amigas. 
Por eso esa mañana fingió sentirse indispuesta, y no fue al colegio. Al levantarse, su madre en pijama hacía las tareas de la casa, porque al final la chica que limpiaba un día dejó de acudir sin dar explicación alguna. Pero ella sabía los motivos. No hacía falta que los hubiera explicado. Casi sin reparar en ella le dijo que el desayuno estaba en la cocina. Su madre estaba ensimismada y ni siquiera echaba cuenta en ella. Pero no tenía hambre. 
Sólo quería sentar a su madre en el sofá y explicarle todo lo que había averiguado. Había recopilado información sobre la ayuda que necesitaban, le habían puesto en contacto con la casa de acogida que les podía pertenecer, haciendo una excepción, porque al ser menor de edad no podía gestionar ningún trámite y había escrito una carta a sus abuela y tíos, para que supieran dónde estarían los tres. Y es que su familia tampoco era bien recibida en casa. La factura que le pasaba a su madre aquel tipo de visita era una paliza tras otra, constantemente.
Su madre permaneció inmóvil un rato, mientras ella derramaba lágrimas desconsolada. Unas lágrimas que no sabía de dónde salían, porque ya había llorado demasiado durante años, ya no recordaba ni cuántos. Y fue entonces cuando, después de varias negativas, le cogió la mano a su hija y le pidió que la ayudara a hacer las maletas. Pero no hizo falta, estaban hechas. Cuatro prendas que ella se había encargado de comprar con su paga semanal, para que no tuviera que llevar la ropa que él le regalaba y que estaba llena de odio y asco, y lo fundamental para ella y su hermano. No necesitaban más. En las noches de insomnio le había dado vueltas a su nueva vida, e incluso a un nuevo nombre, por si acaso lo necesitaba, y a todo lo bueno que les llegaría entonces. Estaba segura. 
Cuando salieron por la puerta, sintió que su madre titubeaba, pero le dio un fuerte apretón en la mano que le insufló la fuerza que le faltaba. Por eso no miró atrás. Fueron a recoger a su hermano del colegio y se marcharon. No cogió ninguna foto porque en todas aparecía aquél que hacía que su familia hubiera sido infeliz todos aquellos años. Recordó los buenos momentos, los pocos que alcanzaba a tener y pensó que echaría mucho de menos a su amiga Laura, que se había converido en su confidente, su alegría y la que la había empujado a actuar e intentar hacer despertar a su madre de su letargo. Cerró la puerta y echaron a correr. 
Aquel gesto fue el primero de una nueva vida, del comienzo de una historia que escribirían juntas su madre, ella y su hermano, porque no pensaba dejarlos solos ni un minuto. Era momento de saborear ese minuto de satisfacción. Y lo demás, ya llegaría, aunque lo tenía todo calculado. Habían sido demasiados meses de planificar cada detalle para no dejar flecos sueltos en ésa su nueva vida. 

--Relato para el 25 de noviembre--Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

sábado, 23 de noviembre de 2013

Germán, en el campo

Mamá prometió a Germán que el fin de semana irían al campo, a aquel que ve por la ventanilla del coche cuando pasan camino del centro comercial.
Pero en los últimos días ha llovido, por eso mamá ha intentado convencerlo para que se divirtieran de otra manera, porque el pinar al que iban a ir estará anegado. Pero Germán no da su brazo a torcer y tras una considerable llantina consigue que mamá, su hermano Pablo y él, se pongan en camino. Mamá sólo piensa que sola será imposible estar pendiente de los dos, y es que papá está trabajando hoy.
-¡A ver cómo volvemos a casa!- suspirá mamá. 
El primer descuido de mamá, mientras ataba el cordón de la zapatilla a Pablo, sirvió para que Germán se metiera en un charco, lo que ha supuesto que el barro alcanzara su ropa, superando hasta la marca de sus botas de agua. Mamá se ha enfadado y ha reñido a Germán que, dice, no lo volverá a hacer. Tras la riña, le pide a Germán que tenga cuidado con los charcos que se han formado por la lluvia, pero al intentar jugar con Pablo a la pelota, ésta cae en un charco y se llena de barro, lo que supone que Germán se pone a llorar al ver su pelota sucia. 
En esta ocasión no hace falta que mamá diga nada. Es Germán el que le pide que limpie su pelota y se vayan a casa. 
Parece que Germán ha comprendido que mamá tiene razón: si llueve el pinar está lleno de barro y es mejor ir al parque, donde puede jugar sin que su pelota se ensucie y puede echar carreras con la bicicleta y ganar a Pablo. 


domingo, 3 de noviembre de 2013

Su rostro

Examinó su rostro ahora que lo tenía delante, inmóvil. Había conseguido meterse en su cama y tras esa noche tantas veces vividas en sueños, lo tenía a su lado, dormido plácidamente, y decidió contemplar toda su belleza ahora que podía, con calma, sin prisas.
Comenzó examinando su frente, que tenía una medida justa y llegaba a perderse en el nacimiento de su pelo castaño, ése que siempre andaba alborotado. Del mismo color que sus cejas, también casi perfectas a pesar de que presumía de hacer poco para cuidarse.
En su nariz no había reparado nunca, había pasado desapercibida hasta ese momento, que se había dado cuenta de su similitud y su perfección.
Sus ojos, esos que la habían deslumbrado y entonces estaban cerrados, eran parte de su encanto. Azules como el claro mar, como un día de cielo despejado, y grandes, llenos de vida. Sí, eran parte de su encanto, eso que, creía, la enamoró. Le gustaba que fueron azules, así no entraban en competencia directa con los suyos, de un verde oliva como poca gente tenía el gusto de tener, que de día eran claros y luminosos. Alguna vez habían jugado a intentar presumir de ojos contra el otro, de esas batallas que libraban como dos adolescentes. 
Algunas arrugas bordeaban sus ojos y querían hacerse con ellos, pero aún no lo habían conseguido. Eran signo de risas cuantiosas, porque a pesar de los muchos reveses que a la vida gustaba darle, allí estaba él pagándole con su mejor sonrisa, que dejaba al descubierto una perfecta y blanca dentadura, anclada en una boca que quería poder besar todos los días de su vida. Sus labios carnosos habían sido protagonistas de dulces y apasionados besos entre los dos, de pequeños y juguetones mordiscos y agradables juegos, y es que, como casi adolescentes, habíancaído muchas veces en la trampa del deseo a través de sus labios. Ella se vanagloriaba de haber conseguido engancharle, en parte, por sus dulces besos, lo sabía y le gustaba. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa.
Y para rematar su rostro de tez blanca, esa perilla que la volvía loca. Siempre había pensado que los hombres que la llevaban eran muy atractivos, tanto que la seducían hasta un punto insospechado. Y aunque él tenía otras muchas cualidades y rasgos que le atraían, también contaba con esa máxima. Por eso confiaba en que nunca se desprendiera de ella. Es que era algo que la ponía a mil con sólo mirarlo. Al terminar ese recorrido visual su dedo índice se lanzó a hacer una inspección y comenzó a recorrer sus labios, esos carnosos labios que tantas pasiones levantaban y ahora eran suyos, estaban en la misma cama con ella, y esperaba que por mucho tiempo. 
Él se estremeció y abrió un ojo, encontrándosela a su lado, pero inclinada hacia él. Le sonrió, a pesar de que no era la hora a la que estaba acostumbrado a estar despierto y sin mediar palabra sus labios se fundieron con los de ella, buscando un calor que pronto llegó y un deseo que recorrió sus cuerpos, con lo que comenzaron a desearse bajo las sábanas para volver a rendirse a la pasión que se provocaban.

sábado, 19 de octubre de 2013

Su vida y la monotonía

Su vida transcurría con cierta monotonía. 
Su vida era una rutina que ella nunca había querido combatir, llena de gestos autómatas que le salían de manera irracional. 
Su mañana transcurría en prepararse para ir al trabajo, poco antes de las ocho, cumplir con sus ocho horas y volver a casa. A una hora casi determinada y rigurosa, como hacía tantos años ya, se encontraba con su novio, el de toda la vida, el que un día la enamorara por su sentido del humor, pero no por otras tantas cualidades que debían ser las importantes. Cualidades que ahora echaba de menos, puesto que el sentido del humor se había ido perdiendo con el paso de los años y porque ya sus gracias no le parecían tan simpáticas como entonces.
Y con él las horas también pasaban rutinariamente. Se había acostumbrado a fingir que estaba bien, porque en el fondo le quería, pero desde hacía no sabía cuánto no le llenaba, no se reía con él ni le veía sentido a su relación, si podía llamarse así. 
Pero nunca había pasado por su mente cambiar su vida, dar un giro a su día a día, porque creía que el destino era el que actuaba por ella, en su caso. Y se equivocaba, eran y son sus actitudes frente a la vida las que van dando forma a cómo vivía y vive. 
Y en tanto tiempo nunca su mononotía se había visto perturbada, pero antes o después tenía que ocurrir. Un simple despiste, pues al salir del trabajo había tenido un desencuentro con una papelera que no estaba en su sitio, hizo que su mente no estuviera calculando cada movimiento que hacía, y fue entonces cuando se topó con lo que le pareció un muro, alquien que la hizo retroceder hasta caer al suelo. 
Y allí sentada, al mirar hacia arriba, los quince años que llevaba siendo una autómata pasaron por delante de su mente, se dio cuenta de que todos esos años, excepto los primeros, no eran más que una farsa, no eran realidad y podían cambiar en una fracción de segundo. Y cambiaron...

martes, 8 de octubre de 2013

Mis cinco soles

Yo tengo cinco soles, cinco lindos soles que me alumbran cada día como el más potente de los faros que exista. En realidad ninguno es mío en el sentido estricto de la palabra, pero como si lo fuera. Son aquellas cinco personitas que hacen que cada día sea distinto, especial y amable.
Son esos pequeños locos bajitos, como rezaba un programa de la televisión, que te dan todo lo que tienen, desde un beso a un abrazo, pasando por una sonrisa o aquello que le pidas. Porque son seres que no han aprendido aún a ser egoistas, ni a ser malos o malvados. Pueden ser pillos y traviesos pero a mí cada uno, en su particular forma de ser, me lo dan todo, y lo mejor, sin pedir nada a cambio, que es lo más placentero. 

Esos cinco amores a los que quiero con locura, aunque no se lo diga tanto como me gustaría pero a los que espero demostrárselo con cada gesto. Esos cinco enanos que me hacen rabiar, que me sostienen e incluso son un fuerte punto de apoyo. Sin saberlo se convierten en aquellos que me hacen sonreir y que, por muy fastidiado que se haya levantado el día, siempre hacen que pueda sacarle algo bueno al mismo. Son esos angelitos que, sin pretenderlo, animan mi día y cuando nos los veo, los echo de menos, aunque no entiendan esa palabra o su significado y quizás no se lo diga. 
Esos cinco soletes a los que me apetece ver, abrazar, besar y hacerlos patalear de rabia, pero los que en definitiva, sin saberlo o pretenderlo, se convierten en una parte indispensable de mí. 
Espero que, por mucho que crezcáis, porque vais cumpliendo años y os hacéis mayores, no dejéis de ser mis cinco soles, porque os adoro... Porque cada uno, siendo tan distintos y a la vez, en otras cosas que casi no se perciben, tan iguales, sois para comeros...

domingo, 6 de octubre de 2013

Una sonrisa

¿Cuánto significa una sonrisa? ¿Cuánto te aporta? Una sonrisa es un placer, es maravilloso recibir una sonrisa de la persona que se sitúa frente a ti, la que habla contigo o te intenta comprender.
Hace unos días, el 4 de octubre, se cumplía el Día Mundial de la Sonrisa y hasta entonces no me planteé que es uno de esos días necesarios, para que no olvidemos sonreir, a pesar de las vicisitudes, la situación actual o lo complicado que se nos presente el futuro. Pero debería ser los 365 días del año, sin pausa.
Yo no soy de sonreir en exceso, quizás porque no me guste mostrar mucho mi boca, pero valoro que alguien me haga reir, que diga algo ingenioso o simplemente busque la manera de hacer que mi boca se torne en ese bello gesto. Eso dice mucho de alguien, y lo mejor de todo es que la persona que menos espera, te saca una sonrisa, una gran sonrisa. Y al final, te olvidas de todo y de todos. Eso es lo que importa.
Son los pequeños detalles los que provocan una sonrisa. Son esos comentarios ingeniosos, esos recuerdos, esas frases simpáticas o una conversación tonta y simple la que hace que te olvides de todo y de todos. Sí, así es. 
Es uno de los mejores ejercicios, cientos de músculos trabajan con un mínimo esfuerzo. Así da gusto ejercitarse eh...Tiene muchos beneficios para la salud y sin duda es un pequeño gesto que puede cambiar nuestro día, el curso de los acontecimientos. 
Si alguien te muestra una actitud grosera o gesto hosco, no dudéis en sonreirle, quizás sea la mejor arma que tengáis; si alguien te hace pensar que eres inferior, págale con una sonrisa; si alguien no te quiere tal como eres, devuélvele una sonrisa y después, huye; si alguien no te muestra algo similar a lo que tú a ella, igualmente invítale a ver en tu boca una sonrisa y no la reacción que espera; ...
Por eso, no dudes en sonreir ni en hacerme sonreir...


sábado, 21 de septiembre de 2013

Cuando acaba el verano...

Decidiste marcharte precisamente cuando acaba el verano, cuando la estación que te gustaba toca a su fín, quizás porque el otoño se hacía pesado, igual que se hace ahora sin ti, sin tus consejos, tus gritos que ponían firme a cualquiera o tu sapiencia, porque eso es lo que da la vida, sabiduría intercalada con años de experiencia que van tejiendo una maraña difícil de olvidar.
Decidiste que el otoño hace que el frío y la lluvia calen los huecos y no estabas dispuesta a que pasa eso otro año más, a pesar de que por aquí se te echa en falta. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque al igual que con abuela, otra persona maravillosa que dejó un hueco demasiado grande, siempre nos acordamos, sino unas, otras, de alguna anécdota que tuviera que ver contigo. Y eso es porque la huella que dejaste, dejásteis, en vuestros seres queridos, en vuestra familia, es demasiado honda. 
Te fuiste un par de días antes de que acabara el verano, la estación del año de la que tanto disfrutabas, aunque en los últimos años más alejada de la playa, a pesar de que sé que te encantaba. Como a mí, por eso este año, que he podido, he pisado la playa todo lo que me lo ha permitido mi situación (ya sabes que septiembre de 2012 no fue fácil por varias cosas, entre ellas tu pérdida, más importante que ningún trabajo), porque así sé que era como llevar un trocito de ti a la playa, aunque fueras más de La Puntilla, playa portuense donde las haya, y donde te dejamos. 
Quizás el día de hoy sea en el que vaya para ti este trocito, este humilde texto, pero sabes que, se te nombre o no, pasas todos los días por la mente de los que te queremos y echamos tanto de menos. No hace falta nombrarlos, ¿verdad? Sabes de quienes te hablo. 
Y decir que mientras estés en nuestros corazones, será como si siguieras aquí, no lo dudes nunca y cuídanos desde donde estés. Dale un beso a abuela y a todos los que están contigo...
Y con una frase de un poema de Alberti despido mi texto de hoy para ti: "El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar!


viernes, 6 de septiembre de 2013

Un suspiro

Hay muchas teorías para descifrar qué hay detrás de un suspiro. La más sonada, que lo hacemos por amor, pero también para mostrar hastío, cansancio o para decir mucho con apenas palabras, sólo un sonido. También hay teorías científicas que intentan explicarlo, pero menos románticas. Y como hoy me siento romántica, no lo voy a estropear con el intento de buscar una lógica.
Dicen que, cuando ves o piensas en la persona que te roba el corazón, te quedas sin aliento y después el cuerpo, obligatoriamente, siente la necesidad de expulsar el aire que se contrae y que no has dejado escapar. Y eso lo provoca el sentimiento que nos hace sentir esa persona, a la que vemos como especial, única...
¿Y no te has preguntado nunca cómo adivinar si pasa de verdad? Si cuando pase delante tuya tu media naranja (pues no quita que no te haga suspirar), esa persona que te gusta o que te hace tilín, te intentas concentrar en ese acto de sentir cómo tu cuerpo se contrae y sale el suspiro que se dice, no saldrá, seguro.
Y si intentas resolver la duda cuando lo haga alguien a tu lado, por muy preparado o preparada que te encuentres, tampoco sabrás de primera mano qué se siente.
En fin, son reflexiones que quedan inconclusas, sin resolver, pero llego a una conclusión, que es bonito no leer mucho al respecto, dejar que siga siendo un misterio que sentimos cuando vemos a quien nos gusta o amamos, cuando evocamos su imagen en nuestra mente, pretendemos soñar con él o ella o nos cruzamos por casualidad...
Así que sólo me queda decir "¡ainsss!"...


jueves, 29 de agosto de 2013

¿Actuar o no?

Se despertó empapado en sudor, con la frente mojada y el corazón en una palpitación constante. No podía más con la incertidumbre, por eso pensó de nuevo y volvió a hacerse la eterna pregunta: ¿actuar o no?". Pero no quiso saber la respuesta, porque sabía que volvería a estar la presente dicotomía entre su mente y su corazón.
Por ello se levantó de la cama, no sin antes mirar hacia atrás y verla recostada allí, en la cama que habían compartido tantos años y ahora parecía un mundo, porque marcaba una diferencia enorme entre ellos. 
Fue al baño, abrió el grifo del lavabo y se echó el agua que pudo acumular en las palmas de sus manos en la cara e intentó calmarse, aunque el corazón seguía palpitando con mucha celeridad, sin querer parar. 
Sabía que esta noche tampoco sería capaz de calmarse, por lo que recurrió al botiquín, a la pastilla que en los últimos meses se estaba convirtiendo en su compañera, una compañía que no le gustaba y que no quería cerca, pero se estaba haciendo demasiado necesaria.
Volvió a la cama y antes de que la pastilla hiciera su efecto sólo se dijo a sí mismo: "mañana hablo con ella. Si no me quiere, lo mejor será que cada uno viva su vida". Pero antes miró hacia atrás y quiso contemplar su linda cara...


domingo, 18 de agosto de 2013

Aire fresco

El aire fresco viene y se va...Te ayuda a respirar pero tan pronto como crees que te calma el ansia, se marcha sin dejar rastro. Y es ahora cuando te toca intentar respirar por tus propios medios, sin ayuda ni apoyos. 
Es un momento difícil, complicado, en el que debes tomar una decisión o seguir poniendo parches a tu falta de aire, a tu agobio al respirar. Pero no siempre se consigue, no siempre es posible. Porque no siempre tus decisiones son tuyas, sino de lo que te oprime, que podría dejar de hacerlo. Sin más, sin necesidad de suplicar...
La falta de aire puede ser un síntoma de ese día a día en el que te instalas, del que quieres sacar la cabeza de vez en cuando para poder respirar, pero es difícil cuando te creas un círculo vicioso del que no sabes (o no quieres) salir...
¿Y qué hacer cuándo la falta de aire es excesiva? ¿Esperar otra bocanada de aire?


jueves, 25 de julio de 2013

Extenuación

Como pudo, sacó las llaves del bolso, que a pesar de ser tan pequeño que apenas tenía espacio para un par de cosas importantes, como las llaves, la cartera, el móvil y el tarjetero, le pareció tan grande como el que más que hubiera en su vestidor y se tiró literalmente hacia el portal de su piso, aquel lugar del que siempre quería huir y al que ahora añoraba llegar. Extenuada, sin aliento.
Ni siquiera cerró la puerta, aunque sabía que había un cartel en una de esas pareces, que le solicitaba su cierre para impedir "visitas indeseadas" y que no podía ver por la oscuridad reinante, pero ni se detuvo en accionar el interruptor. Llegó al ascensor jadeando y y pulsó el botón hacia la tercera planta casi por inercia, aunque su mente estaba nublada.
Otra vez las llaves se le enredaron entre los dedos, pero sin caer al suelo, consiguiendo, a duras penas, llegar a su puerta, tras atravesar el pasillo, aquél que se le hizo excesivamente amplio y largo, aunque en realidad sólo albergara unos cuantos portones, además del suyo.
Abrió rápidamente, tirando el bolso y la bolsa del portátil en el suelo, cerró apresuradamente y se dejó caer en la entrada, con la espalda, empapada en sudor y haciendo que su sujetador se intuyera tras su blusa blanca de ejecutiva, pegada a la puerta. 
Sólo entonces se permitió calmarse, llevarse la mano al pecho, en el lugar donde su corazón parecía querer salirse y empezar a llorar, sin ser consciente al cien por cien de que, momentos antes, un desconocido había intentado alcanzarla en la oscura y solitaria ruta que utilizaba normalmente para volver del trabajo, y agredirla. No quería pensar cuáles habían sido sus intenciones y tampoco sabía de dónde había sacado las fuerzas para zafarse de él y echar a correr, a pesar de lo imposible de sus zapatos de tacón.
Recostada tras la puerta permaneció un tiempo eterno que se le pasó volando. Y extenuada, aunque con la respiración algo más normalizada, se tendió en el suelo y ahí permaneció hasta que el sol entró por la ventana de su salón.

martes, 9 de julio de 2013

Por qué escribo

Hoy he leído a una amiga responder a esa pregunta que nos hacemos aquellos a los que nos gusta escribir, ¿por qué lo hacemos? 
Y me han dado ganas de contestarme y de camino, responder a quien tenga alguna duda...
Para mí la escritura siempre ha sido el lugar desde donde mostrarme yo misma, desde donde expresar todo aquello que, cara a cara, me ha dado vergüenza. La timidez siempre ha hecho que no se me dé bien enfrentarme con sencillez a ciertas situaciones, a personas dependiendo en qué contextos o a casos en los que no me siento cómoda. Pero no lo interpreto como un escondite, sino como la manera de poder ordenar y centrar mis ideas, para poder exponerlas, para que no se me olvide ningún punto ni una coma. Es más ese lugar donde la comodidad de tener controlado mi nerviosismo me hace actuar tal como soy. No quiere decir que en cualquier otra situación no sea yo, no...
La escritura ha sido mi diario, donde poder colocar, letra tras letra, lo que sentía en cada momento. En muchas ocasiones esas ideas, escritas, ordenadas, medidas o escogidas sin que quedara nada al azar, han llegado a otros, porque quería no dejar pasar la oportunidad de darlo a conocer. Pero otras muchas han sido la forma de evadirme, de echar nervios fuera o de liberarme, pues hay veces que te sientes demasiado absurda, o no te entienden, y prefieres quedarte con eso para tí, pero a la misma vez necesitas libertarte.
La escritura es mi mundo, eso de coger un bolígrafo y una libreta es mi vida, por eso decidí estudiar periodismo. Y siempre he tenido en mente, aunque ahora haya otras facetas que voy desarrollando, que mi sitio estaba en una redacción, de un periódico, una publicación especializada, o por qué no, ahora que los tiempos cambian, tras un ordenador, pero siempre desde donde las palabras se convierten en lo más preciado, lo más cuidado y donde ellas expresan todo lo que acontece. No he soñado nunca con ser escritora, y aunque hay veces que dejo volar mi imaginación y le doy rienda suelta, y de ahí salen algunos textos curiosos, nunca he sentido esa necesidad. Prefiero escribir de lo cercano, lo que nos preocupa en mi ciudad o en mi provincia, en definitiva, me gusta hacer periodismo. 
La escritura me salva del día a día, me hace viajar a distintos lugares, con algún personaje ya creado o simplemente con mi imaginación. ¡Si recordara la mitad de mis sueños creo que cogería papel y bolígrafo y los apuntaría todos, porque no hay nada mejor que un sueño, si es hecho realidad, mejor! 
La escritura me hace poder reflejar lo que siento por los demás, pues estamos tan acostumbrados a ir corriendo, que no decimos lo que sentimos. Me gusta confeccionar una tarjeta y poder felicitar a alguien, decirle cómo la veo, o que la echo de menos, etc. Me gusta escribir una carta, aunque no tengo apenas tiempo y me estoy olvidando de nuevo del correo ordinario, y mandarla a su destino. Un e mail no es lo mismo, es impersonal, mientras que una carta deja tu esencia. Y a mí me encanta ver la letra de la gente que conozco, ¿algo peculiar? ¡sí! Aunque ya menos, pero es algo que tengo que retomar, escribo cartas a mi ahijado, porque a mí me hubiera encantado que mi madrina me hubiera escrito y descrito cosas de cuando era pequeña. Espero que a él eso le agrade, qué menos...
En definitiva, yo escribo, y escribo, y no tengo fin...Ahora voy a parar, porque supongo que podría rellenar mil folios explicando mis motivos, pero en definitiva, la escritura es mi vida, es mi fuente de expresión, mi salvación, mi manera de ser agradecida y de decir todo lo que la timidez no me permite...

lunes, 1 de julio de 2013

Cóctel de emociones...

Yo soy así, un cóctel de emociones, una montaña rusa, que aspira a ir en línea recta, pero es imposible. No sé si la euforia me va a invadir mañana cuando me levante, por cierto con el pie izquierdo, que es mi pie bueno (soy zurda, sí) o en cambio estaré cabreada con el mundo.
Soy de esas personas que pretende tener todo cerrado, todo supervisado, pero las emociones y los sentimientos no se pueden controlar, no se pueden meter en un saco e ir sacando los que te convienen en un momento u otro. Pero eso sí, no es que no le ponga ganas, pero de vez en cuando encuentras trabas por el camino, y eso es imposible de controlar, también, no depende de mí.
Por eso mis emociones también van cambiando...Y el día es muy largo, por eso hoy puedo estar más cerca de un extremo que de otro, y al segundo, o al minuto, o mañana, o pasado, en el otro, en el opuesto. Así soy yo. Y creo que no tengo remedio.
Ya me he acostumbrado a ser una montaña rusa que intenta controlarse, que intenta construir una línea recta. Pero después pienso, ¿no será excesivamente aburrido vivir en una línea continua, recta y que te lleva a un camino seguro? Sólo voy a vivir una vez, por desgracia, por eso quiero que mis emociones afloren, estén a flor de piel si hace falta, o se escondan porque hoy no quieren salir de paseo, o simplemente sean como tengan que ser, como me apetezca, como me pida el cuerpo, sin que nadie juzgue si es mejor o peor mi actitud. 
Quizás, tú que me juzgas o peor aún, me prejuzgas, tienes una actitud que a mí no me gusta, pero puedo respetarla. Quizás tú seas de manera distinta, pero ni tú ni yo somos mejores, simplemente, diferentes. Respétame y yo haré lo mismo contigo. Así funciono, así funciona la vida, o debería...

jueves, 20 de junio de 2013

De repente...

No soy de esas personas optimistas que ven la vida de color de rosa (o en su defecto, del color que a cada uno le guste más), pero hace unas semanas que me siento bien, aunque mi situación no es la idónea, pero tampoco vale derrumbarse. 
Por el momento, tengo un largo camino por delante, aunque ese camino es complicado hacerlo y las oportunidades que van surgiendo son pocas; y aunque el tiempo con un colchón a mi espalda se acabe pronto (porque ese tiempo sí correrá sin que me dé cuenta), creo que esfuerzos estoy haciendo para salir, por ello me siento bien, alegre y animada. Porque hago duros esfuerzos, porque me adapto a las circunstancias, y aún así, continúo intentando dar pasos, siempre adelante, y nunca atrás. Es una máxima...¿por qué no?
Y quiero hacer muchas cosas, pero me faltan horas en el día. Mi creatividad, mucha o poca o distinta a la de tantas personas que hacen con sus manos verdaderas delicias, surge a borbotones, corre y corre y va por delante de mí, y mira que mi mente sí que va adelantada; y es una etapa en la que saboreo mi libertad, sí, la profesional, para colaborar con lo que me gusta, para hacer de mi profesión mi amante y sobre todo, para formarme lo que no he hecho tiempo atrás, por falta de oportunidad
y tiempo, sí, tiempo, esa maldita palabra que nos atrapa como si de una cárcel se tratara. Porque al final todo se reduce a lo mismo, al tiempo...


Y quiero tener una oportunidad, o muchas, de demostrar que tengo talento, tanto en mi vida profesional como en la de la creatividad, que me imagino, van muy ligadas. Por eso hoy me levanto con una sonrisa, siendo optimista, a pesar de no serlo nunca, yo prefiero ser prudente y saltar de emoción cuando los resultados son los que esperaba...
En fín...hoy me siento bien, mañana no sé, pero hoy sí. Por eso confío en que los demás también sientan ese optimismo y confíen en mí...

martes, 4 de junio de 2013

Germán y el fin de semana

Germán está dándole vueltas a lo que sus padres le han dicho estos días atrás. Este fin de semana viajan a casa de unos amigos que viven en Sevilla. 
Germán no tiene ni idea de dónde está Sevilla, aunque papá insiste en que es una ciudad preciosa. Germán no tiene ni idea de qué hay en Sevilla, sus monumentos, como dice mamá, o lo que tenga de especial, sólo le interesa conocer a Jose, el niño que está a punto de conocer y tiene su edad, casi cuatro años, cifra que explica levantando cuatro dedos de su mano izquierda. 
Ya ha hecho la maleta, la de los juguetes, claro, a pesar de que quedan aún varios días para viajar. Otra idea que le emociona es que, el tiempo que vaya en el coche, podrá ver su película favorita de dibujos en el DVD. ¡Estaba deseando hacer un viaje para que papá despliegue el aparato, porque para ir al cole, al fútbol o a casa de la abuela, no deja que lo utilice. 
Germán esta noche ya ha soñado con el  viaje; está muy nervioso y eso ha provocado que se haya despertado varias veces pidiendo agua a sus padres e incluso haya mojado un poco la cama.
Además de la maleta con los juguetes, Germán no quiere olvidarse, y si sus padres quieren no tener que hacer el viaje de vuelta antes de tiempo, su peluche azul, su monstruo atrapasueños, como él lo llama, del que no se despega cuando se dispone a dormir. 
Cada día Germán pregunta cuánto queda para su viaje...sólo quedan unos días para que comience su aventura...

domingo, 5 de mayo de 2013

Mamá...

Mamá, a simple vista una palabra normalita con sus cuatro letras, pero que encierra mucho significado. El significado que cada uno le da, porque en el diccionario ninguna de las acepciones de madre, que es a la que te retime mamá, a mí me convence. Para mí lo es todo, no sólo la que te da la vida, aunque en mi caso expresamente también lo es. Pero es mucho más, la que me aguanta, me ha educado y lo sigue haciendo, soporta mis desmanes, mis mosqueos, mi dolor, respeta lo que quiero hacer, me aconseja, me cuida y es como una amiga...quizás mejor que muchas de ellas juntas, sin desmerecer a nadie.
Con ella es con la que me gusta ir a todos los sitios, no me canso de poder salir y entrar a cualquier lugar, y es ahora, por las circunstancias, cuando puedo hacerlo, aunque tenga limitaciones. Con ella chismorreo, le cuento mis cosas e intento sonsacarle las suyas, aunque siempre pretende protegerme. A ella le pido consejo, porque es importante lo que me diga, por encima de cualquier otra persona. Es la que intenta quitar hierro al asunto cuando yo le doy demasiada importancia; o que me hace ver la importancia de algo cuando no quiero verla. Es aquella persona divertida. Es todo lo que alguien puede esperar de una madre. 
Yo no tengo quejas. Ni puedo tenerlas. Aunque haya días en que nos podamos mosquear. Pero en general nos entendemos bastante bien, y eso me alegra. Ojalá todo el mundo pudiera contar con su madre como yo con la mía, que está para todo. Y vivo el presente porque si miro hacia el frente puedo agobiarme, y no quiero...Espero que cualquiera pueda contar con su madre como lo hago yo, porque es una alegría...
Para mí no hay un domingo primero de mayo como Día de la Madre, sino que todos los días del año lo son, porque así lo disfruto yo con ella. Cualquier regalo que te haya hecho hoy te lo podría haber hecho cualquier otro día y sabes que suele ser así. Me gusta acordarme de ti cuando sea, sin importar si es 26 de enero o 30 de julio, ¿qué más da? De hecho, coincide en que este año tengo regalito, pero otros no lo he hecho y sé que no te importa, porque prefiero darte algo con valor cuando sea, sin esperar una fecha señalada...
Sigue así mamá...

viernes, 3 de mayo de 2013

Mañana...

Mañana es uno de esos días complicados para mí...
Se echan encima los recuerdos, los de los buenos tiempos y los del momento en que todo se perdió, por culpa de quien sea, aunque yo lo tenga claro...
Se me viene al estómago esa desagradable sensación que llega cuando quieres que un momento pase, un momento que podría ser uno de los más bonitos, y lo será cuando lo vea con la distancia del tiempo de por medio, y que se me antoja tan difícil...
Casi, casi no sé ni como actuar, porque no quiero ver ni recordar...
Quizás parezca que mi actitud es la de una niña pequeña que no quiere afrontar las cosas, y quizás sea así, pero es que hay momentos que no son agradables...Y el de mañana será de esos que apetecen y que a la vez quieres borrar del mapa...
Y sí, me comportaré como tal, pondré morritos, me sudarán las manos y lo pasaré mal, pero no me puedo permitir el lujo de no ver crecer a quien me importa, porque no me perdonaría no estar en un día importante para él...


viernes, 29 de marzo de 2013

Tu dolor...

Es inevitable que tu dolor sea el mío, porque también es inevitable que recuerde que yo he pasado por tu situación hace sólo unos meses.
Es inevitable que los recuerdos caigan sobre mi cabeza de manera apresurada, que parece que fuera ayer que todo pasara, y ya hace seis meses, por desgracia. 
No quiero ni, seguro, podría darte muchos consejos. Yo en su momento tampoco los busqué,  y aunque recibí algunos, al final hice lo que me pidió el cuerpo, pero sé que te saldrá rodearte de los tuyos, hacer piña y pasar los malos momentos arropada por ellos, que son los que sufren contigo, los que saben mejor que nadie lo que te pasa o lo que pasa por tu mente y no cuestionarán nunca las lágrimas que asomen a tus ojos. 
No puedo darte consejos y en un momento delicado como el tuyo no valen las imposiciones. Es necesario que seas espontánea y que no te rijas por lo que quiera nadie, porque nadie, por similares situaciones que haya pasado a la tuya, sabe realmente como te sientes.
Y sé que, por mucho que quieras expresar lo que pasa por tu mente, nunca alcanzarás a encontrar todas las palabras exactas, todas las palabras que puedan significar el desgarro que te queda, el vacío que llevas contigo.
No puedo darte consejos y no quería, pero al hilo de estas palabras sí te voy a pedir una cosa. En cada momento que tu cuerpo te lo pida, llora, grita, entra en cólera o salta de rabia, busca el hombro adecuado para tu llanto. Porque no vale esconderse para demostrar que una es fuerte; al contrario, eres humana y todo te recordará a quien no está, es inevitable. Por eso es mejor llorar y no dejar la pena dentro; encerrarte sin querer saber nada del mundo si es así como te sientes; pasar como ermitaña si no te sientes agusto en la calle...Porque lo sé por experiencia. 
Y ninguna situación es igual a otra, pero nadie puede imponer cómo llevar tu sufrimiento, así que céntrate en lo que piensas por dentro, en lo que te duele a ti y la manera que te pide tu cuerpo de escupirla, y tómate  tu tiempo, porque no hay una receta mágica para que la pena desaparezca. Cuando menos lo esperes la nostalgia se convertirá en bonitos recuerdos que te hacen reir o llorar, pero que se quedan contigo y se asientan. 
Busca el sitio que te reconforte, el mío fue, es y será la playa, ese lugar que a mí me gusta y a ella le encantaba. Busca ese lugar que os una y nunca dejes que el tiempo pase en vano.




domingo, 24 de marzo de 2013

Equivocar las formas...

Hay veces que equivocas las formas en qué decir algo, la manera de expresarlo al final se vuelve contra ti y una mala sensación queda en ti. Pues sí, así me siento hoy. Incomprendida por, quizás, no saber expresarme, y con la duda de si es o no acertado lo que he dicho o he pretendido.
Pero lo hecho, hecho está. No voy a poder dar marcha atrás, uno de estos días en todo caso pediré perdón, hoy no, porque sería reiterativo, y sería contraproducente, o así lo entiendo yo. No quiero que al final te lleves esa mala impresión de mí, no es mi estilo. Pero sí es mi estilo decir lo que pienso y no siempre la sinceridad, ya me lo decían, es buena aliada. Sobre todo cuando no escoges las palabras adecuadas, o no llegan, o las prisas se hacen malas consejeras, o te preguntas si es o no el momento idóneo. 
Y es cuando recapacitas cuando entiendes que quizás, no fue el momento adecuado o ni siquiera quisiste decir lo que dijiste. Porque no venía al caso, porque no era oportuno, pero una vez más tu impaciencia ganó la batalla y tú lamentaste haberte dejado arrastrar por esa mala consejera...
Sólo me quedará decir, en unos días cuando pueda ver esto con un poco de distancia, que lo siento, que no es mi forma de actuar y que no soy así, o pretendo no serlo...

Germán y la Semana Santa

Germán se ha levantado hoy con el sol entrando en su ventana, y mamá, cuando ha pasado por la puerta de su habitación y lo ha visto desperezarse se ha acercado y le ha explicado que hoy es Domingo de Ramos, día en que empieza la Semana Santa. Germán apenas ha movido el gesto de su cara, y mamá ha proseguido con su explicación, diciéndole que durante toda esta semana habrá pasos en la calle, penitentes y bandas de música, pero Germán no es capaz de encontrar similitud alguna a este hecho excepto la procesión que hacen en el cole, en la que él iba de penitente. 
Y es que con tres años no recuerda apenas lo que ocurrió el año pasado. Mamá le ha dicho que le encantan los tambores y las marchas de Semana Santa, pero tras pensarlo unos segundos, le ha dicho que prefiere no escuchar los tambores. Mamá sospecha que le da miedo así que intuye que en el momento en que la banda de música pase por delante lo tendrá aferrado a ella como una lapa. Pero entiende que Germán debe vivir de nuevo este momento para decidir si le gustan los tambores o no, y cambia de parecer. 
Para quien será una nueva experiencia es para su hermano Pablo. Es un bebé, como dice Germán, y no sabemos cómo reaccionará, pero igualmente, ante la insistencia del hermano mayor para que todos se queden en casa y así Pablo no se asuste, mamá le ha contado que hay que ir a ver las procesiones y pedirle buenos deseos a Jesús y María. 
Hasta esta tarde que salgan a la calle las procesiones a mamá le queda una dura y ardua batalla con Germán, que sigue empeñado en que no quiere escuchar las trompetas y los tambores. A ver si al final la experiencia le gusta o por el contrario, le disgusta. ¡Habrá que esperar?

miércoles, 20 de marzo de 2013

La primavera...

La primavera, la sangre altera, eso dicen y la verdad es que para mí esta estación es un bálsamo de aire fresco, es una satisfacción, me mejora el ánimo y me hace levantarme con otro talante por las mañanas. ¿Por qué? Alguna explicación científica tendrá, que en estos momentos no me interesa, pero sí es cierto que el hecho de que los días sean más largos, poder disfrutar del sol más tiempo, que haya posibilidad para poder compartir un rato en una terraza y no tener que ir forrada de ropa para mí ya es mucho. 
Yo nací una primavera y eso creo que cuenta. No soy un cascabel, y eso lo saben todos los que me conocen, pero el frío, la lluvia y el viento a mí me aploman y en cambio la primavera y el verano, el sol y poder disfrutar de la playa, me animan, me hacen sentirme mejor conmigo misma.
Pero la primavera, desde que comencé a estudiar en Sevilla, me provocó algo que me recuerda que la primavera a mí precisamente me castiga un poco, y es que allí desarrollé mi alergia, esa patología que, por mucho que os creais a salvo los que no la padeceis, no tiene edad. Y así a las 18 primaveras pasé la peor de mi vida, porque pensaba que era de todo menos alergia, pero qué malita me puse cuando llegó esta estación y ya se hacía casi obligatorio abrir la ventana de la habitación que compartía con mi compañera Cristina y nuestro piso daba a una especie de parque...Y hala, allá que me llevé más polen del que podré respirar en mi vida, y en consecuencia, mi querida alergia que, también he de decir que sobrellevo mucho mejor en casa, cerca del mar. ¡Si es que hasta la alergia me la aplaca mi playa querida!
Pero la primavera me trae la flores en flor, valga la redundancia, el color en las calles, que haya una amapola en el camino y recuerde cuando, cerca de mi casa, todavía se veían y eran comunes, tiñendo el campo de manchas rojas muy agradables; o las margaritas salvajes, que son preciosas, e igualmente pintan el paisaje de blanco y amarillo. La primavera hace que deje a un lado los colores oscuros y comience a poner distintos tonos a mi armario, algo que me encanta...
Y la primavera me da una sensación muy agradable para conmigo misma, como digo, será psicológico, pero esto de poder disfrutar de tanto sol me viene genial, aunque mi vicio con el astro rey llegue a límites demasiado exagerados, como me dicen...

martes, 19 de marzo de 2013

Un día gris...

Un día gris no es sólo el que se comporta como tal porque las nubes negras asoman en el cielo, no, un día gris es aquel el que te apetecería gritar, o mejor, desaparecer, hacerte invisible, o aún más pequeña, hasta ser algo insignifante en lo que nadie repare.
Pues hoy no sólo es que haga un día gris, sino que yo tengo un día gris, de esos que el agua rebosan tu vaso y ya no puedes más, porque por más que intentas hacer, siempre hay un escalón más, un peldaño que no puedes subir, que te cuesta escalar. Y no te rindes, pero explotas; y no te caes, pero te encantaría hacerlo, dejarse desfallecer, para que detrás de ti hubiera alguien que te recogiera; y no te hartas de llorar pero las lágrimas inundan tus ojos por momentos. Porque te sientes cansada, porque consideras tener un peso en tus hombros que no eres capaz de sostener y encima, siempre hay una gota más para inundar tu vaso, para no dejar que evacue con normalidad.
Y es entonces cuando suspiras, cuando te sale un tremendo ¡puff! casi sin querer, es cuando te miras en el espejo y ves las ojeras marcadas en tu piel, y es casi cuando no puedes más y desearías hacerte invisible, empequeñecer y decir hasta luego, hasta que mi vaso se recupere o hasta que la tormenta pase...


lunes, 18 de marzo de 2013

¿Cómo medir?

Hoy tengo muchas dudas, muchas preguntas, pero una de ellas es cómo medir el afecto, el cariño, el interés de quien está delante tuyo. ¿Cómo sé si tu interés es certero o simplemente te dejas llevar por el momento? ¿Cómo sé si apareces y desapareces por gusto propio o porque algo te lo impide? 
Son muchas preguntas que no siempre tienen respuesta, y lo peor es que mi ímpetu me lleva a preguntarte, pero después me digo a mí misma que ese preciso arrastre no me lleva a ninguna parte, porque no me vas a decir la verdad, si no lo que quiero escuchar, pero a pesar de ello sé que no vas a sonar verdadero, no vas a ser claro, por eso prefiero callar y aguantar mis ganas. 
Porque me gustaría ver una señal, una de esas que te hacen pensar que es cierto o no lo que siento, esa duda perpetua de que estás ahí porque quieres, de que no me mientes o no te acercas a mí por puro trámite. Pero es muy difícil, ¿no hay fórmula? ¿no sería más fácil que tu sinceridad fuera la que me respondiera? Es que creo que al final me has engañado y tu sinceridad no es tal, de que no te importo tanto como para eso...o es que siempre mi sinceridad está por encima de la tuya o la entiendo de otra manera. 
Al final supongo que el ajetreo del día a día me harán aguantarme las ganas de acercarme a ti para preguntarte, para salir de dudas, por ello me quedaré con la desazón hasta que delante de mis narices pase algo que me distraiga, me deje absorta y así tu figura o tu fantasma acaben desapareciendo. 
Pero si quieres que piense lo contrario, házmelo saber, porque quizás esté deseando...


sábado, 16 de marzo de 2013

Aferrada a la vida...

Aferrada a la vida me encuentro con la misma intensidad que aprieto tu mano. Así me aferro al día a día. Porque apenas nos damos cuenta de esos pequeños gestos que hacen que nada sea un mundo, o que la felicidad inunde tu ser y ello se convierta en una sonrisa que es lo que muestras al exterior.
Aprieto tu mano en un gesto sencillo que casi siempre se muestra desapercibido, porque vamos con prisas, corriendo sin pararnos un segundo a pensar en todo aquello que tenemos, aquello que no es ostentoso pero en cambio nos hace felices, nos llena.
Y cuando tomé esta instantánea, pensé en muchos pequeños detalles que últimamente me hacen sonreir, a pesar de todo. Porque los inundan mis ojos de lágrimas están presentes, pero intento que, como si de una bocanada de aire se tratara, otros pensamientos los arrastren. Por eso traigo al presente, al ahora, una sonrisa dibujada en la boca de alguien y que haya podido provocar; un gesto amable; una respuesta positiva; saber que alguien se acuerda de mi; recrearme en lo que me gusta; contar alguna anécdota simpática...todo eso hace que lo malo se aleje. Una cena, un café, una charla rapidita entre amigos, una conversación o el interés por algo que me incumba, ya es mucho y me hace feliz. 
Por eso me aferro a la vida y me agarro a tu mano, o a la tuya, siempre que esa mano sienta mi cálido aliento y yo pueda sentir el suyo. Porque con eso me conformo, con un pequeño gesto que, la mayoría de las veces pasa desapercibido pero que, en un momento de solitario pensamiento, te devuelve al ahora, a la realidad...

lunes, 11 de marzo de 2013

Zaragoza, me evocas...

Zaragoza antes no me decía mucho, bueno, conocida mundialmente por ser el centro neurálgico de todo lo que tenga que ver El Pilar y aquel sitio de donde mi abuela, del mismo nombre que la virgencita, me traía, de sus viajes, esos imposibles caramelos gigantes, que no había quién se los comiera, los adoquines, pero poco más. Y el fin de semana del 8 al 10 de marzo de 2013 quizás marque un antes y un después, porque si pienso en Zaragoza a mi mente llegan muchas imágenes...muchas palabras, en definitiva, mucho que decir y que recorrer con fotos o con la imaginación...
Zaragoza es: complicidad, un abrazo al despertar, miradas que sonríen, coche, velocidad, vaquita, peaje, avión, nervios, oídos entaponados, sueño, juerga, orgamos, pitufo, vinito, ternasco, pinchos, croquetín, migas, gente nueva, viaje, noche, ciudades variadas que se unen: El Puerto, Sanlúcar, Sevilla, Málaga, Almería, Barcelona, Canarias, gastronomía, paseos, palmera de coco, basílica del Pilar, la Seo, Goya, intimidades, confesiones, personalidad, familia, puntos de encuentro y desencuentro, manualidades, preguntar y preguntar, móvil, enganchaera, apasionamiento, fotos, situaciones divertidas, medidas del Pilar, adoquines, la espera, las especulaciones...
¿Qué más? Mucho más, mucho más es lo que me evoca un viaje que ha traido calma a la tempestad, que ha permitido que conozca un poco más a mis tres compañeras de viaje...

Porque sueño, no estoy loco...

Porque sueño, no estoy loco. Sí, es un mensaje que nos encontramos este fin de semana frente a la plaza del Pilar, en Zaragoza, en este viaje exprés que tanto ha merecido la pena. Y ese mensaje tiene razón, sin un sueño, sin un anhelo, sin aquello que hace que cada día te muevas, porque quieres llegar hasta esa meta, es por lo que no nos volvemos locos, por lo que no necesitamos una camisa de fuerza. 
Porque los sueños mantienen nuestros sentidos despiertos, nos hacen empujar a nuestro cuerpo hacia delante cuando creemos que no merece la pena luchar.
Porque siempre hay algo que quieres conseguir, por ti, por los demás, siempre tienes un cuándo, dónde, por qué y con quién que te hace pensar que el mañana será mejor que el hoy. Yo soy soñadora, a veces demasiado, pero creer que es sencillo, relativamente, conseguir lo que me propongo. Es lo que me mueve, es lo que hace que no esté loca, o no lo esté lo suficiente. Yo me confieso perdidamente soñadora y no me avergüenza decirlo, y sueño despierta, porque normalmente los sueños en estado de ensoñación no los recuerdo, son experiencias que pocas veces salen a la superficie. 
Por eso sigo soñando, porque merece la pena considerar lo que deseo con tanta fuerza que quiero verlo echo realidad...Y quiero seguir soñando mucho, y ojalá algunos de esos sueños, los que quizás me quitan el sueño, valga la redundancia, se hagan realidad...

lunes, 25 de febrero de 2013

¿Cuánto dice una mirada?

¿Cuánto dice una mirada? Ésa es la pregunta que me ronda desde ayer, que no se va de mi cabeza por mucho que quiera o lo intente. Una mirada que fue insistente, que quiso que hubiera complicidad, a pesar de que tenías acompañante y no te conozco de nada y seguro que no volveré a verte.
Pero, ¿cuánto se dijeron nuestros ojos? ¿Cuánto le dijeron los mios verdes a los tuyos marrones? ¿Cuándo te vieron por primera vez? Creo que cuando me monté en el tren y me dio por mirar por la ventanilla, mientras con tu acompañante te preparabas para entrar en el mismo vagón. Sí, fue ahí donde te encontré, donde dejaste de pasar desapercibido para mí.
Y lo mejor de todo es que durante más de dos horas nuestras miradas se siguieron cruzando, en un viaje que no sé si era el tuyo, pero el mío no. El caprichoso destino quiso que nos topáramos con ese tren, que no era el nuestro; con ese recorrido, que no era el nuestro; y no puedo estar más agradecida, porque sentí un vuelco en el corazón, a pesar de que no eres de esos tipos que te llaman la atención al momento. No, pero eso sin duda me gustó un poco más. 
Mi mirada te dijo que ojalá no fueras con acompañante, que ojalá hubiéramos hablado, cruzado palabra, y que hubiéramos estado a más de medio metro, como estuvimos por un momento cuando nuestros caminos empezaban a separarse ante la inminencia de bajar del tren, un tren que me llenó de vida, de alegría y de satisfacción.
No sé cuánto había en tu mirada, pero aunque sólo fuera por la curiosidad que te supusiera ver que te miraba, no quitaste tus ojos de mí, y nunca me he sentido más arropada que entonces. Fue agradable. Ojalá supiera quién eres y pudiera mandarte ese mensaje, poder decírtelo a la cara, pero sólo te tuve dos minutos a medio metro...Sólo...

domingo, 17 de febrero de 2013

Allí lo encontré...

Allí estaba, lo encontré a la orilla del mar como esperaba. Es demasiado predecible, pensé. Pero me gusta que sea predecible, porque de otra manera no lo hubiera encontrado. Quise llegar hasta él sin hacer ruido, para sorprenderlo, para que me dedicase una sonrisa, una de esas que me hacen pensar que lo ocurrido no tiene sentido, no es de gravedad, no tiene importancia.
Pero se me adelantó, y como si me hubiera sentido o percibido, miró hacia atrás justo en el momento en que intentaba llegar a él. Pero no me dedicó esa sonrisa de tranquilidad que esperaba, por lo tanto mi semblante cambió, y cuando se levantó de la arena, que en esos momentos se me transformó en frío hielo bajo mis pies descalzos. Cuando llegué hasta él, tiritando ya de los nervios, sólo pude quedarme parada, hasta que se acercó a mí, me rodeó con sus brazos y me dio un beso. Sólo entonces mi cuerpo recuperó su temperatura, y casi con un aliento le pedí perdón, porque una tontería no puede cambiar lo que sentimos el uno por el otro. 
Estuvimos un rato abrazados, sin darnos cuenta de que la noche había empezado a caer. Pero es que entonces fue cuando empecé a entrar en calor, a estar bien entre sus brazos, y volvi a cerrar los ojos, porque es ahí donde quiero estar, es su abrazo el que quiero que me rodee, no quiero nada más, no necesito más...