Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



martes, 15 de agosto de 2017

Ser madrina...

Hay cosas que es difícil explicar. Las que sois madres sabéis que hay millones de situaciones con vuestros hijos que no se explican, se viven. Y yo llevo varios días pensando en que tengo suerte en ser madrina. Porque es una condición que también te hace sentir momentos inolvidables. Algunos se quedan en la retina, muchos otros van pasando como diapositivas gracias a imágenes.

No pensé que pudiera querer a alguien tanto y que me hiciera tanta ilusión ver su progreso como personita.

Recuerdo aquellas primeras sonrisas, sin entender lo que hacíamos los que nos poníamos delante de él a hacerle "tonterías", y ahora esa sonrisa es una cajita incontrolada de dientes que crecen tras haberse caído; recuerdo aquellos primeros pasos torpes, y ahora esos pasos son carreras, pies en alto haciendo el pino, pies en una bicicleta, en unos patines o en cualquier trasto; recuerdo aquellos primeros "largos" en la piscina, donde aprendió a nadar, y ahora es un nadador experimentado; recuerdo sus primeras palabras y esa vocecilla, palabras que ahora se han ampliado y esa voz que va madurando, como lo hace él; recuerdo sus primeros besos, sin mesura, sin hacerse de rogar, besos que son más espaciados pero que si le pido, consigo sin ningún tipo de problema; recuerdo las primeras fotos, en las que salía gordillo y rellenito, un bebé al que daban ganas de tirar un bocado, fotos que se han espaciado porque le ha dado por decir que no quiere fotos, pero que aún así a veces conseguimos sacarle...


Recuerdo que comencé a hacerle un diario en el que le contaba cosas que pasaban entre que nos veíamos y no, entre que tenía la suerte de ir a verlo y no...Algo que dejé aparcado quizás por falta de tiempo y por olvido, pero evidentemente siempre quedará que se siente a mi lado y le cuente todo lo que pueda, porque la vida ha querido que sean ya casi ocho años a su lado.

Casi ocho años en los que he aprendido a intentar ser madrina. Bueno, se trata de un camino que creo que nunca estará recorrido del todo. Nunca habré aprendido lo suficiente y nunca estaré a la altura de todo lo que su cabecita y su desarrollo personal requieren. Pero confío por lo menos en no fallarle.

Casi ocho años que han dado para mucho y para poco. En los que me ha encantado esa primeras veces compartidas con él, pero también las repeticiones. Porque las segundas, las terceras o las quintas veces nunca son suficientes. Tiempo en el que se ha encogido el corazón viéndolo sin consuelo y en el que me he alegrado de pleno con sus alegrías.



Pero aquí no queda todo. Hay mucho por delante. Muchas otras primeras veces, otras muchas repeticiones más. Cumpleaños, salidas, entradas, fiestas, playa, veranos, otoños, excursiones, viajes, veranos, teatros, primaveras, tareas, fiestas de pijamas, hacer de niñera, despertares, mosqueos, cenas, inviernos, comidas,...pero todo eso tiene sentido porque es a su lado. Ni más ni menos.

Y es que, ser madrina, para mí, tiene significado porque es mi ahijado quien le da sentido. A veces pienso si hubiera sido madrina de otro niño, ¿cómo sería? ¿igual, distinto, similar, parecido, totalmente opuesto? Pero de repente me da igual porque sé que tengo el orgullo de ser madrina de quien soy y no lo cambiaría por nada del mundo. Porque me gusta que sea él. Y confío en que a él le guste que sea yo, por lo menos cuando tenga conciencia de decir quién es la que ostenta ese cargo y ese sitio en su vida.

Aún recuerdo cuando me dijeron que sería su madrina. Recuerdo el lugar en el que estábamos. Y es que fue casi una reunión familiar porque coincidía con la eco en que decían si era niño o niña. Y nos dieron la noticia de que sería niño, su nombre, y anunciaron quiénes serían los padrinos. Y es ahí cuando las lágrimas brotaron a mis ojos y me sentí orgullosa de ese título que me acababan de dar sin que aún estuviese en el mundo. Y entonces quise empezar a volcarme para ser merecedora de ser su madrina.

Y aún ando en ese proceso de volcarme en ser una buena madrina. Por lo menos intentarlo. Que no quede en mi mano poder intentarlo y no hacerlo. Y siento cuando fallo, y cuando no estoy a a altura, o cuando no supero un reto. Pero prometo seguir intentándolo, no rendirme nunca...