Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



domingo, 25 de noviembre de 2012

Un sobresalto

Se levantó sobresaltada, intentando escrutar el espacio en el que se había despertado a través de la oscuridad de la habitación. Y vio que su cama estaba vacía, que era sólo suya. Y eso hizo que, tras muchos años de soledad en su rostro, se dibujara una sonrisa, leve, pero una sonrisa. Y al instante, esa sonrisa agradable que hacía de su cara un sitio cálido y agradable, a pesar de los pesares, se convirtió en una mueca de dolor, porque recordó aquello que le despertó sobresaltada y que hizo que sus entrañas se volvieran a doblar de dolor, por el dolor padecido, ahora exinto, por fin, aunque no estaba aún separado de su interior.
El recuerdo que había hecho que su sueño fuera ligero y para nada reparador, mostrando sus ojeras bajo sus verdes y dulces ojos, se remontaba a hacía sólo unos meses. Un día lluvioso, de esos que la invitaron, como otras tantas  veces, a no tener ganas de salir a por el pan, aún sabiendo las consecuencias que ello tendría para ella, se fue mostrando ante ella. La penumbra que otorgaban a su cocina y a su hogar en general la lluvia y las nubes oscuras del cielo hicieron que sintiera una necesidad imperiosa de recostarse en el sofá, no sólo por el malestar que le otorgaba el día, sino también por los días en que el miedo hacía que apenas cerrara un ojo por las noches, apenas durmiendo como merecía, como podría hacer desde ahora en adelante.
Y cuando quiso darse cuenta, escuchó en la puerta de su casa la llave, que se retorcía con desagrado y con una fuera inusual, pudiendo pertenecer sólo a su marido, al que un día, hacía ya ocho años, le había prometido su amor eterno, en la salud y en la enfermedad, y había hecho unos preciosos votos que la habían ensimismado, no sólo a ella, sino que había hecho posible que su familia cayera rendida a sus pies, a las de un hombre que ahora rompía el silencio del hogar con una amarga y desagradable voz, pidiendo la presencia de su mujer en la cocina, increpándola por no estar allí con la comida en la mesa, esperándolo, como exigía todos los días. Con un respingo salió del salón, casi empujando con la fuerza que imprimió a dicho movimiento el sofá en el que se encontraba recostada, y entró en la cocina intentando disculparse, cuando encontró su puño en su mejilla, sin ninguna mediación, sin esperarlo, como había ocurrido en otras ocasiones.
Se llevó las manos a la cara, pero esta vez, al contrario que en otras ocasiones, no se quedó esperando otro golpe, sino que, con todo el arrojo que le permitió su debilidad física, acrecentada por la pérdida de las ganas de comer acumulada por la tensión, se dirigió a la puerta, la abrió, y sin nada en sus manos, pues pensaba que nada de lo que había en esa casa le gustaba, le agradaba o lo podía sentir como suyo, se fue, cerrando tras ella como nunca lo había hecho, con violencia, con rabia, pero haciendo que su vida tomara un nuevo rumbo, aún no sabiendo entonces las consecuencias que tendría esa decisión en ese momento.
Se dirigió a la comisaría de Policía Nacional, haciendo saber a la primera muchacha de uniforme que encontró a su paso, que quería denunciar, aunque se derrumbara ante los brazos de esta joven que, entonces efectuaba sus prácticas en la comisaría de la localidad, gritó alto y fuerte para que algún compañero la escuchara, mientras intentaba darle golpecitos en la mejilla, para despestarla. Fue un calvario denunciar, recordar y contar todo lo que había pasado, con la cabeza gacha por la vergüenza que le suponía contar a nadie, pues nunca lo había hecho, a nadie, ni a una vecina, ni a su familia, y amigas ya no le quedaban, él se había encargado de eliminarlas de su vida.
Pero mayor calvario fue tener que volver al barrio, acompañada con un policía, para pedir a la portera del edificio que le avisara cuando su marido no estuviera en casa, para poder subir a coger algunas de sus pertenencias, básicamente su carné de identidad. No necesitaba ni quería más. Fue sólo horas después del incidente en la cocina cuando volvió, pero lo hizo temblando, pensando que no podría subir las escaleras hasta el segundo piso una vez más, o contar a la portera por qué necesitaba la información que le pedía. Ésta le dijo que lo había visto salir minutos después que a ella, con la cara desencajada, pero que no le dio tiempo a preguntarle nada, así que, a no ser que hubiera vuelvo en algún momento en que ella hubiera salido a hacer algún recado, no estaba.
Pero su sorpresa fue máxima cuando, subiendo las escaleras, escuchó la puerta de el que hasta hacía unas horas había sido su hogar, y volviendo la cabeza hacía el policía, que iba detrás suya por los escalones, le dijo en voz baja que no podía hacerlo, pero era demasiado tarde, porque su marido, el que sólo unos meses fue un hombre bueno, sensato, agradable y mimoso, se abalanzó hacia ella llena de rabia, de brutalidad contenida, y la cogió por su larga y cuidada melena morena, haciéndola casi levantar los pies del suelo. Pero sólo fueron unos segundos, porque el policía, que contaba con refuerzo a tan sólo dos calles del domicilio, debido al protocolo para este tipo de casos, actuó con destreza, reduciendo al hombre, consiguiendo que ella pudiera huir, atropelladamente, escaleras abajo, para refugiarse con la portera en su habitáculo. El revuelvo en el rellano de la escalera y las cabezas asomando por la misma fueron lo que finalmente la habían hecho volver a la realidad, a la oscuridad de la habítación de una pensión en la que se había escondido, con el beneplácito de la policía y con seguridad a su servicio. Pero con el corazón encogido, porque había sido como estar viviendo otra vez en sus propias carnes lo que sólo fue una desagradable pesadilla de lo que había pasado sólo hacía unos días y que la mortificaba cada noche que pretendía conciliar el sueño...

Pd: si llegas hasta el final de mi relato, te darás cuenta de que es mi particular homenaje por el Día Mundial Contra la Violencia de Género, que se celebra hoy, aunque lo ideal sería que no se celebrara, que no hubiera necesidad de reivindicaciones...

domingo, 18 de noviembre de 2012

Los sentidos

Mirar a la luz del sol le cegó tanto la vista que fue incapaz, durante unos minutos que se le hicieron eternos, de orientarse.
Pero fue así como algunos de sus sentidos se avivaron, despertaron de su letargo. Lo primero que le rozó la cara fue la brisa del mar, el olor a salitre y a podredumbre, a causa de la marea baja. A pesar de la pestilencia y el desagrado que sintió por la mezcla de olores, volvió a respirar hondo, con más profundidad, para reconocer dónde se encontraba. En el embarcadero.
Pero pronto sintió también que algo le caía en su hombro, llegado desde las alturas, cumpliendo con la ley de la gravedad, o así lo suponía, claro y que calentaba a la vez que mojaba su camisa. Peor aún fue sentir que era algo quizás indescriptible pero a la vez acuoso y desagradable. Excremento de un pájaro, una gaviota.
Y por último, antes volver a ver todo a su alrededor, quiso tocar la arena, fría en esta época del año, con sus pies, así que se descalzó a tientas, se despojó de los calcetines, y disfrutó de la sensación.
Cuando la claridad volvió a su mirada pudo comprobar que tener, por unos minutos, los ojos "vendados", privados de libertad para ver todo alrededor, la vista inhabilitada, fue el mejor de los placeres, porque el resto de sus sentidos se activaron mostrándole lo más valioso de su alrededor.
Por eso volvió a mirar al sol, para cegarse una vez más y poder acogerse al escuchar, más cerca de lo que nunca lo había hecho, quizás por no ver el barco, la sirena de un gran crucero que se alejaba de la bahía, con un estruendo que hizo que todo su cuerpo vibrara y se sobrecogiera.
Sin uda, una de esas experiencias que quería volver a repetir en cualquier entorno de su ciudad, tan desconocida para él si no era a golpe de un vistazo, como estaba acostumbrado hasta el momento. Quería disfrutar de una comida sólo con el gusto y el olfato; quería atravesar el asfalto en pleno agosto, de una calle quizás muy transitada, para sentir el calor que desprende el asfalto y la intensidad de los ruidos de los coches y de la gente caminano, acalorada; quería saber a qué huele el huerto de su jardín, no sólo cuando el rocío moja sus alimentos, sino cuando el levante aprieta y deja que el aroma de los mismos se confundan con el viento; y así todo...

sábado, 17 de noviembre de 2012

El silencio

Gonzalo y Lucía estaban sentados a la mesa del comedor. Otro día más el silencio creaba una extraña situación, pero justo en el momento en que Gonzalo estaba absorto pensando que la situación no podía alargarse más en el tiempo, ella se decidió a hablar, a romper ese incómodo silencio.
-Gonzalo, me voy de casa.
-¿Cómo?- exclamó, sorprendido.
-Lo que oyes, que me voy de casa. No me lo pongas más difícil, por favor.
Gonzalo frunció el ceño y una lágrima resbaló por su mejilla, casi salida de la nada. Claro que sabía que algo entre ellos no iba bien, pero no hasta el extremo de que su mujer lo quisiera dejar.
-Lucía, sé que nada es como antes, pero yo te quiero, te necesito a mi lado.
-No, no me quieres, me necesitas. Necesitas quien tenga la casa limpia y la comida hecha cuando llegas de trabajar, nada más. Sabes bien que prefieres hacerte el esquivo conmigo y jugar tus absurdas partidas de mus a acurrucarte conmigo en la casa. Ya no tienes motivos para darme un beso cuando te marchas a trabajar y aún estoy dormida...
Lucía bajó su mirada hacia el mantel de ganchillo, el mismo que, por tradición, presidía la mesa del comedor desd que se casaron, hacía ya más de diez añs. Y ahogó un suspiro, haciendo consciente a su marido de que dicha situación no era agradable para ella.
-Lo siento Gonzalo, pero no quiero seguir dándote motivos. No tengo fuerzas para hablar, ni ganas.
-Pero Lucía- él intentó sostener su brazo en el aire, sin éxito, cuando ella intentaba salir del comedor. 

Pd: otro texto el curso de escritura creativa que estoy haciendo. En este caso se pretende que ejecutemos un diálogo entre dos personas. Y ahí está. La situación es una de las posibilidades que ofrecían.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ante la puerta del quirófano

Sus ojos se quedaron clavados, pensativos, ante la puerta del quirófano, mientras a su alrededor oía voces, unas má lejanas y otras claras, casi pegadas a su oido.
Recordó los momentos en que, de pequeña, había paseado agarrada de su mano; cuando le reñía para que no se soltara al cruzar la calle. También vinieron a su mente todas aquellas veces que durmió en esa cama tan especial que sólo preparaba para ella o cuando, con mucho mimo, la despertaba para que desayunara aquello que tanto le gustaba: pan con mermelada.
Incluso su mente viajó a cuando nació su hermano, pues fue ella la que cuidó de ella cinco días mientras mamá y el recién nacido estaban en el hospital. De repente, reconoció una voz cercana y un zarandeo en su hombro la trajo al momento actual, al de la agónica espera.
Volvió a mirar la puerta del quirófano, intentando así acelerar el curso de los acontecimientos, aún siendo consciente de que sólo habían pasado unos minutos desde su ensimismamiento mental.

Pd: otro texto que sale de las propuestas prácticas del taller de escritura creativa. Para algo tenía que servir...

martes, 13 de noviembre de 2012

Yo: mi ejercicio práctico

Continúo con un ejercicio práctico, como ocurrió con la entrada que incluí ayer en mi rinconcito, del taller de prensa creativa que estoy haciendo. En esta ocasión tengo que narrar un relato breve en primera persona, para ir haciéndome con los distintos puntos de vista desde los que se puede enfocar una historia.
Pues bien, he elegido la versión de la primera persona del narrador como protagonista. Allá va:
¡Hola! Soy Brenda. Nací hace tres décadas, o lo que es lo mismo, en El Puerto de Santa María, aunque el hecho de tener algunas raíces gaditanas creo que me tiran demasiado, porque soy una enamorada de la Tacita de Plata.
Mi infancia y adolescencia me las pasé cursando mis estudios en colegios de dudosa reputación, aunque, junto a otros compañeros con prósperas carreras y trayectorias profesionales con los que guardo el contacto, salí adelante, y me decidí a convertir en carrera universitaria mi pasión y vocación: el periodismo, aunque hubiera quien, en el  camino, me hiciera plantearme si serviría. Y tanto que sirvo, ya me lo digo yo.
Es el periodismo, mi pasión por escribir, mi afán de ayuda a la gente, y mi duda constante por sacar a flote la verdad, lo que me han mantenido ocho años al pie del cañón, en distintos puestos hasta llegar a estar al frente de un periódico local que además me ha dado la posibilidad de trabajar en mi ciudad de origen, cerquita de los mios.
Hasta que me he visto en las garras del paro, que ha trastocado mis expectativas profesionales. Ahora ando entre los altibajos del paro, voy y vengo, mi mente va más deprisa que todo lo que puedo hacer por mantenerme a flote, pero lo más importante es que no pierdo la esperanza, aunque a veces se escona. Así que sigo en la brecha de reciclarme para ser mejor periodista, para adaptarme a los tiempos...en ello ando sumergida...

lunes, 12 de noviembre de 2012

Me gusta...no me gusta

Puedo decir que soy muy especial en mis gustos, pero os lo voy a demostrar con una lista, que siempre será más gráfica que dejar ese pensamiento en el aire.
Me gusta pasear por la playa, con la sola compañía del fresquito del invierno o el sol resplandeciente del verano; me divierto tirándome en la alfombra a jugar con mis primos pequeños, haciendo con mis manos lo que pasa por mi mente, rellenando mi "rinconcito" con mis vivencias, comer un buen menudo con mucho pan de acompañante.
Me gusta interesarme por un buen libro, por una café con los amigos, por una canción de Pablo Alborán (sin escoger ninguna en especial porque cada una tiene su belleza). Me safistace complacer los deseos, por pequeños que sean, de quienes me rodean; no ser egoista y dar lo que tengo si medida; tampoco paso por alto una berza de calabaza de mamá; un abrazo o un beso cuando se nota a leguas que lo necesito; hacerme una rosca en la cama, liada en la manta, en esta época tan fría.
Me gusta el sol, la Feria de Primavera con un buen traje de flamenca, un día de playa, los topos y los lunares, el fieltro y sus posibilidades, el papel de Michelle Pfeiffer en Mentes Peligrosas, un cuaderno y un bolígrafo con los que dar rienda suelta a mi imaginación (puedo decir que soy algo adicta)...
Y claro que mi lista se compone de muchas cosas que no me agradan: no me gusta que le hagan daño a quien quiero; las patatas frita no son mi fuerte; no pueo con el frío, los olores fuertes y el pescado.
No tolero las bromas que rozan el insulto, la gente falsa, hipócrita y egoista. No soporto un vaso de leche, la goma eva o llenarme las manos de tinta, las tijeras para diestros y todos aquellos utensilios que me excluyen como zurda que soy.
No me gusta ser bajita, ni el marisco. Odio el invierno, que alguien se crear superior a mí y que mis planes (siempre poco ambiciosos) nunca salgan adelante.
Pero hay otras tantas cosas que me encantan...

Pd: este post tiene sentido gracias a la propuesta práctica de un taller de escritura on line que estoy haciendo. Así que, matando dos pájaros de un tiro, he decidido aprovechar el revoltijo que ha salido para dejarlo en mi rincón.

martes, 6 de noviembre de 2012

Mejor dar que recibir

Estos días atrás escuché eso de que es mejor dar que recibir y supongo que cada uno tiene su particular concepto y opinión al repecto. Yo soy a las que le gusta dar, porque me satisface percibir qué le gusta a quien me rodea y procuro que no le falte, y siempre es mejor dar lo inmaterial que algo que tenga más valor económico que personal.
Me gusta dar, me gusta estar pendiente de qué quiere o necesita a quien quiero y quien me quiere, aunque haya veces que parezca que no estoy pendiente o incluso en alguna ocasión pueda fallar, pero por lo general, desde que tengo uso de razón estoy muy encima de esos detalles.
Y a pesar de que me gusta más dar que recibir, no voy a mentir, a mí también me gustaría que, sin tener que abrir la boca, alguien, una persona, o dos o cinco, de quien está a mi alrededor, supiera qué necesito, que espero o que ansío y me lo diera. Pero repito, no me gusta pedir, prefiero que se perciba, porque se supone que, quien te conoce, obviamente sabrá, sin que abras la boca, qué necesitas en cada momento. Esa magia de los seres queridos, de los amigos de verdad, es lo que me gusta dar y recibir.
Como digo, reflexioné en esto hace unos días y aunque hasta el momento no he podido exponerlo, no quería dejarlo pasar, pues considero que es importante que, quien no me conozca, también lo sepa, dando por hecho que, todas aquellas persona que sí me conocen, que conviven conmigo más o menos o que son familiares, amigos o conocidos más allegados, ya lo saben y lo han notado a lo largo de los años.
Y aunque a veces considero que no hay que "derrochar" tanto con la gente, pues no todo el mundo sabe apreciarlo y darte la mitad de la mitad de lo que das, simplemente por justicia, con esto se nace o no se nace, pero no se puede provocar que en tu condición esté dar más o menos. y al final por mucho que me queje de tener la sensación de que apenas recibo migajas, seguro que no me doy cuenta de muchos pequeños detalles que hacen una montaña y que se van acercando a mi. Por eso, doy las gracias de antemano por esos detalles de los que no me doy cuenta y pediré, desde estas líneas, que también me den algo más...

domingo, 4 de noviembre de 2012

Un abrazo...

Un domingo cualquiera en el calendario, un domingo cualquiera de esos que, y ya son muchos quizás, no  te apetece nada, pero en este caso con motivo, porque la lluvia te invita a estar en casa, rodeada de los tuyos.
Y no tiene precio que una de esas personas que no te piden nada a cambio se acerque a ti a darte un beso y un abrazo, ya no sólo el de bienvenida, que ése prácticamente lo pides tú poniéndole la cara a esos personajillos, sino de esos que llegan porque si, de repente, sin razón alguna. Y eso sí que hace que salga el sol en un día nublado, o peor aún, en un día totalmente cerrado y con la lluvia como protagonista.
Es un momento que quizás llena, que hace que casi se te salten las lágrimas, por eso no quería dejar pasar de decirlo, de expresarlo, porque es un instante que te hacen sonreir, que te hacen sentirte llena y eso es mucho, sobre todo cuando otros muchos abrazos no llegan, otros muchos que considerabas que debían llgar, o merecías. O simplemente cuando nadie te entiende, cuando vas contracorriente, cuando parece que caminas en sentido contrario al resto de la gente, los cercanos, a los que reconoces, y a los que sólo son caras ajenas.
Pue eso, un abrazo llena, llena un alma vacía, un alma triste, y hace que ese momento sea para recordar...para no olvidar, para mantenerlo dentro de tu ser...

Germán, Pablo y el espejo

Germán, su hermano Pablo, mamá y papá han ido de compras, porque mamá quería no sólo ver ropa de invierno para los pequeños, sino algo para ella, así que Germán al final ha tenido que claudicar, aunque odia ir de tiendas, como le oye decir a mamá cuando habla con sus amigas.
Pero al final Germán se lo ha pasado bien, pues mientras mamá entraba en el probador, ha comprobado que Pablo, que estaba sentado en su carrito, ha descubierto su reflejo en el espejo del mismo.
Ha sido un gran descubrimiento, e incluso ha comenzado a reir delante del espejo, sorprendido de ver sus movimientos ante otro igual que él, contagiando con su risa a Germán, que ha terminado poniéndose al lado de su hermano, haciendo el payaso para que Pablo no parara de reir.
Sin duda, Germán al final se lo ha pasado muy bien, por eso ha querido decírselo a sus padres, pero siempre apostillando que ha sido gracias a Pablo y su ingenuidad.
Como no podía ser menos, la curiosidad de Germán lo ha llevado a preguntar a papá, mientras mamá estaba peleándose con los pantalones, que parecían querer entrar más allá de su rodilla, si él de pequeño, de bebé, como ahora es Pablo, también hacía esas cosas. Papá le ha dicho que es lógico que, siendo pequeño, tanto a él como a su hermano le llame la atención ver frente a él a alguien que es prácticamente nuevo, pues los bebés no tienen apenas referencia de su imagen. Por supuesto a él también le pasaba.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Mi reflejo

Estos días me he vuelto repetitiva, pero bueno, mi rinconcito está para soportar aquello que pasa por mi mente, y es exactamente esto lo que quiero escribir.
Mi reflejo ya no sé si sólo es la sombra de lo que he sido o algo muy lejano a mí. Sea como fuere, no soy capaz de reconocerme y aunque el espejo sigo siendo la misma, esa poquita cosa de ojos verdes y pelo largo que no destaca por fuera ni por dentro, no me veo igual.
Siempre creí que no era cierto eso de que hay circunstancias que te cambian, que te modelan, y al final no sé si es o no verdad, pero lo que creo es que hay hechos que te marcan, sin saber aún si mucho de lo sucedido en los últimos meses darán lugar a otra o una versión mejorada o empeorada de lo que creo ser. Todo un misterio por ahora.
Y aunque quien sabiamente me aconseje dar un paso adelante, creo que no me siento con las fuerzas o ganas suficientes. Ufff. No sé si hay muchas cosas que cambian a mi alrededor sin que me dé tiempo a reaccionar, aunque haya quien consider que no quiero más bien, o realmente es ahora cuando me doy cuenta de mucho de lo que estaba ahí (no o estaba) no era más que una mera visión equivocada, una visión equivocada de la realidad que he creado...y no lo entiendo, sigo sin entender muchas cosas, aspectos que se me escapan.
A lo mejor ahora que no paso por el mejor momento, estando más sensible a todo lo que ocurre a mi alrededor, me doy cuenta de todo lo que ha estado oculto, de todo lo que no he querido darme cuenta o me han querido silenciar aquellos que parecían lo que no eran, lo que no son...
Y todo ello hace que mi reflejo no sea o no parezca el mismo, desgraciadamente.


viernes, 2 de noviembre de 2012

La que era, la que soy

Hace un tiempo que no me sentía con ganas de ponerme delante del espejo y maquillarme. Hace tiempo que apenas pensaba en hacer nada, simplemente me apetecía y me apetece, quedarme en casa o pasar un rato con mis pequeños, porque no hacen preguntas, no cuestionan y siempre tienen una sonrisa sin recelos y mucho menos sin chantajes.
Estoy acostumbrada de tirar de mi propio carro, pero desde hace un tiempo, como digo, no tengo ganas y tampoco hay quien, simplemente por pura amistad, porque sí o porque lo merezca, tire de mi carro.
Pero hace unos días sí lo hicieron y al final me decidí y salí a tomar un poco de aire fresco, aunque no soy amante del fresquito, sino todo lo contrario. Y un rato de risas, bromas y recordar buenos momentos siempre viene bien y lo peor es que se me había olvidado.
Pero sigo pensando que merezco que hoy, mañana, pasado o ayer alguien tirara o tire de mí, porque es cierto que hay circunstancias que te marcan y yo por desgracia cuento con dos en mi haber que han hecho que no sea la misma y aunque lo intento, no he sido capaz, por el momento, de volver a ser la que era, por ello me temo que soy distinta, ni mejor, ni peor, aunque en esencia sigue siendo la misma, porque al fin y al cabo soy yo, la que era, la que soy...