Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



viernes, 29 de junio de 2012

Germán y la playa

Germán va a la playa. Es el primer día de este verano que pisa la arena, y que, inconscientemente, rememora, sin saberlo, situaciones vividas, como el primer contacto con la arena.
Ya baja sólo a la playa, sin ayuda de nadie, con su mochila a cuestas. Pero su mamá la recuerda que el verano anterior casi todo el tiempo estaba en el suelo gateando, pasando por encima de todo lo que encontraba a su paso, una toalla, un bolso o los juguetes.
Además, este año se sorprende de cosas que le parecen raras, extrañas, incomprensibles, como que su primo Pablo, que es más pequeño, se lleve las manos a la boca, llenas de arena, y encima no haga ni una mueca de asco. Él ya se presupone muy mayor y eso lo ve "cosas de bebés", como le dice a todo el que se encuentra a su paso. Toda una hazaña.
Y hoy se ha dado cuenta de que le encanta el agua de la playa, chapotear en la orilla e intentar adentrarse en el mar mientras las olas le dan en la barrigota. Por hoy la experiencia está completa. Su madre, sus tías y toda la familia le han contado un montón de esas cosas que hacía cuando era más pequeño, ha disfrutado y ha experimentado en la orilla del mar, y por supuesto, se ha divertido. Ahora toca esperar a que mamá vuelva a llevarlo a la playa, otro día, aunque ella le haya dicho que habrá que llevar también a su hermanito pequeño, Leo. Pero eso ya os lo contaremos.

martes, 26 de junio de 2012

Demasiado pequeña...

Hay veces que me siento demasiado pequeña, insignificante para poder sortear un obstáculo, y en el momento en el que vives una de esas situaciones que crees sin solución, por lo menos que no sea traumática ni complicada para tu alma, consideras que no hay salida, no ves el final del túnel, el que te presenta la luz cegadora que llegará a bañarte entera. Pero al final te das cuenta de que sí existe la oportunidad de encontrar esa salida, por complicado que te pareciera.
Y he de decir que hoy, creo estar segura al cien por cien, de haber superado algunas historias del pasado. Bueno, ya lo creía hace algunas semanas, pero creo que día a día me lo voy confirmando, o reafirmando, de manera que me doy cuenta de que las cosas no eran tan negras como pensaba.
De esas historias que, por vivirlas intensamente, parece que te desgarran, que te dejan sin aliento y casi sin alma, sin alma para continuar utilizándola para esas otras mil cosas que merecen un pedacito de ella. Y finalmente te das cuenta de que ése "no es buena idea" que te planteaste racionalmente y que se convirtió en un capricho o simplemente en una insconsciencia desmedida, esa primera impresión que te surgió, es una afirmación correcta que deberías haber seguido desde el primer momento. Y te ves a meses vista, viva, sonriente, alegre, y pudiendo encontrarte, día a día, con lo que te hizo sufrir, dudar de tu valía e incluso sentirte insignificante. Ahora puedes mirar por la ventana sin miedo a que te asuste lo que te espera fuera.
Aunque nadie te diga lo que vales, hoy tú sí te lo dices, te confiesas a ti misma, bajito, casi en silencio, que no merecía la pena, porque tú eras más de lo que podía esperar. Hoy sí puedes decirte que eres mucho más de lo que merecía, y por tanto, el día de hoy, el de la consciencia total de que lo pasado se debe quedar en el pasado, en lo vivido, en aquello que queda en el recuerdo pero sin dañarte, sin crear desesperanza o angustia dentro de tu ser.

Germán y la estatura...


Germán, de dos años de edad, está descubriendo el mundo. Es fascinante. Todos a su alrededor parecen gigantes, sobre todo papá, piensa siempre para sus adentros, por lo menos en comparación con mamá. Bueno, algunos de sus primos son unos enanos, incluida su hermana. Un rollazo, vaya, porque jugar con ellos es prácticamente imposible.
Se dispone a salir de casa y a inspeccionar a todo el que se cruce por su camino. Sinceramente, pocos hay como papá, piensa, su estatura es brutal para él. Y es que, cuando papá lo sube a hombros y puede ver el mundo desde ahí arriba, se divierte mucho. Entonces le apetece saludar a la gente que se encuentra por la calle, para que vean que va muy alto, casi se diría que puede rozar las nubes con sus manos, aunque lo intenta en alguna ocasión y no lo consigue, pero bueno, se le pasa la idea enseguida, porque es apasionante seguir divisando el mundo desde esta alta torre.
Pero cuando papá dice que está cansado y no lo puede seguir llevando en hombros, su diversión se agota. “Vaya”, piensa, “ahora soy yo como una hormiguita”, sobre todo se siente así cuando pasa por una calle totalmente abarrotada de gente en la que se pierde por entre las piernas de todos los que pasan, apresuradamente, hacia dios sabe dónde. Y en ese preciso instante la calle se le antoja un sitio un poco inseguro, por lo que tira del pantalón de papá para que le haga caso y le grita “papá quiero volver a casa”, así que, como papá ha terminado las gestiones en la calle, se acaba la excursión al amplio mundo que supone la calle.

PD: decididamente, me he decantado por rescatar algo que escribí hace mucho. German, que casualmente tiene una edad que conozco bastante bien gracias a mi ahijado, así que sus peripecias creo que me ayudarán a continuar contando historias de Germán. Espero que os guste.

Quiero rescatar...

Tengo que rescatar del baúl de los recuerdos aquellos cuentos o relatos que escribí. Ciertamente también tendré que ver si los colgué todos en el blog o no, pero si están todos publicados, a ver si me da la vena, o llega la inspiración, y me encamino a escribir alguno, pero claro, tendrá que llegar dicha inspiración, porque de otra manera lo veo difícil. ¿Y esta reflexión por qué llega? (no suelo ser de hacer reflexiones en mi blog, sino de escribir directamente)...Pues he visto en facebook, por un lado un grupo y por otro un blog, interesantes los dos, sobre la escritura, y claro, me ha picado el gusanillo...así que...a ver qué me ofrece mi imaginación estos días...

(Propuestas de ilustraciones para libro de cuentos infaliles/juveniles editados por la SVPAP (Sociedad Valenciana Protectora de Animales y Plantas)

domingo, 24 de junio de 2012

Por el miedo...

Mientras trabajaba, he escuchado en la radio, mi fiel compañera de esta soledad laboral diaria, una frase o el título, eso no lo he cogido bien, de una canción de Maldita Nerea que dice "por el miedo a equivocarnos"...y yo a eso añado que nos quedamos sin hacer muchas cosas.
El miedo paraliza, y hace no muchas entradas atrás hacía una reflexión al respecto. El miedo, es cierto, hace que nos quedemos parados, pensando si hacer o no hacer, si es o no lo adecuado, mientras que finalmente la oportunidad de hacerlo se diluye ante nuestras narices...
El miedo hace que nunca veamos el momento oportuno de actuar, que siempre pongamos una excusa para no tener que enfrentarnos a la realidad, a la que nos acucia...
El miedo hace que sea difícil saber si el paso que pretendemos dar es o no certero, pero claro, por otro lado, ¿hay algo que sea certero, para lo que tengamos el 100% del éxito? pues no...
El miedo crea incertidumbre, y hace que el más seguro se sienta el más pequeño del planeta...
El miedo ocupa nuestra mente y hace que no podamos centrarnos en otra cosa...
El miedo...pues si el miedo puede provocar esos sentimientos en nosotros, tendremos que actuar, quizás no en todos los aspectos en que el miedo hace que seamos cobardes, pero sí por lo menos debemos intentar cambiar nuestra actitud ante ese sentimiento que, de caprichoso, es amplio y demasiado abstracto, ese sentimiento que hace que nos sitamos débiles, pequeños, ridículos...

Desde fuera...

Hay veces que, simplemente, algo pasa delante de tus narices y no eres parte de ese algo que ocurre, y puedes ver, opinar, decidir y aconsejar de una manera distinta a como lo harías cuando eres tú la parte protagonista de ese algo que pasa. Evidentemente las formas de reaccionar son totalmente distintas, diametralmente opuestas, me atrevería a decir.
Y muchas veces en que pienso en ello me da por intentar, cuando yo soy la protagonista, mirar desde fuera, qué haría yo si no fuera yo, es decir, otro alguien que tuviera que aconsejarme y entonces todo se vuelve distinto, sencillamente distinto, ni más difícil, ni más fácil.
Ver desde lejos lo que te ocurre muchas veces ayuda a dar con la solución, otras simplemente ves lo fácil que es aconsejar por aconsejar, sin fondo ni base, y en otras, crees que es imposible aconsejar a nadie, más lo justamente necesario. Porque mañana pueden hacer exactamente lo mismo contigo.
Vivimos en tiempos consulvos, de acá para allá, corriendo, y muchas veces sin preocuparnos en cuidar las relaciones personales, pero las personales de verdad, las del cara a cara, en las que puedes testar a la persona, la puedes tocar, mirarla a los ojos y sentir también esa comunicación no verbal tan importante, y si no que nos lo digan a todos los que nos dedicamos a lo mismo que yo, que no es sólo de manual, sino que es cierto en la práctica, que no es lo mismo lo que se dice y lo que inconscientemente se puede transmitir. Y muchas veces esas prisas que llevamos nos hacen ni siquiera pararnos al lado de esa persona a entenderla, sentirla y simplemente a curiosearla (cómo se expresa, cómo se muestra contigo, cómo se dedica a ti o no...). Por eso muchas veces no podemos llegar a sus problemas, a su interior, por mucho que intenten contarlos o explicarlos, porque realmente está a mil millones de años de nosotros...y es ése el problema.
A mí me encantan las posibilidades que conocemos y que tenemos la suerte de disfrutar en los tiempos que corren, pero es cierto que un café con una persona, no se puede cambiar por nada, queramos o no, porque es la base para que la confianza nazca, se mantenga y perviva, para que esa persona pueda dar todo de sí y que sienta que enfrente, justo enfrente, estás tú para escucharle, aconsejarle o prestarle tu hombro para llorar...si hace falta, si es necesario...

miércoles, 20 de junio de 2012

Honesta y sincera

Sí, así me veo, así me defino, honesta y sincera. Llevo años, meses, semanas, días, horas, dándole vueltas a eso y nunca llego a ninguna conclusión lógica y sensata. Pero hoy me he decantado por decir lo que pienso. Sí, hoy, como podría haber sido ayer, o mañana.
Es mi carta de presentación, me gusta ser honesta y sincera, pero aunque mucha gente te anima a serlo, siempre es fácil aconsejar que otro lo sea, a vivir con esa filosofía de vida, porque además implica riesgos. Riesgos porque hay que tener un límite, y lo entiendo, no puedes decir siempre lo primero que pasa por tu mente, que ahí entra la impulsividad y el control que cada uno tiene, pero son conceptos ampliamente relacionados, obvio. Pues eso, yo me puedo poner mi límite, pero cierto es que cada persona que se encuentra conmigo en el camino no me puede pedir un grado distinto de honestidad y sinceridad. Oigan, soy como soy, acéptenme tal cual, porque así soy, transparente, pero no intenten amoldar esas razones mías de existencia a su capricho.
Con el tiempo he llegado a comprender que todo el mundo, de boquilla, te dice eso de que ser sincera y honesta está estupendo, pero cuando se dan media vuelta puedes entender y dilucidar que no es cierto. Que la gente es hipócrita por naturaleza, y la sinceridad implica que digas algo que no pueda gustar, y claro, empiezan los desencuentros fatíficos, el dar explicaciones e intentar suavizar. Y volvemos a lo mismo, para qué me halagas la sinceridad si no la aceptas...
Pues ese es mi día a día. Eso sí, hay días, y es lo peor, que me siento, reflexiono, y me pregunto a mí misma si mi sinceridad y honestidad serán tan brutales como para herir a alguien, y pido disculpas si es así, pero de antemano he de decir que ese hecho, el ser más bien transparente, da lugar a que se me conozca, se me vea de frente y rapidito, a que se me cale, como diría yo, por eso no entiendo los sustos cuando digo las cosas como son, como suenan...Y otra cosa que no puedo evitar es que, quien se cruza conmigo, no quiera llegar a entender exactamente que si digo blanco es blanco y no gris...Si quisiera decir gris, ya lo diría yo...no lo dejaría entrever...Aviso a navegantes...a todos los que en estos años, meses, semanas, días y horas me hacen dudar de estas dos (yo las entiendo así) cualidades...entre mis muchos defectos.
Pd: dicen por ahí que la sinceridad es una virtud, abusa de ella y se convertirá en un defecto, y creo que yo me mantengo en esa línea que divide una y otra...por eso me parece bonita e ingenua mi sinceridad...

lunes, 18 de junio de 2012

La felicidad

No sé si siempre estamos en el camino de intentar alcanzar la felicidad, unas veces se antoja más cercana y otras, imposible de conseguir, ni aunque te pongas de puntillas y te ufanes en estirar el brazo lo máximo posible...Siempre, eso sí, tenemos un objetivo entre manos, porque si no, qué sería de nosotros, me pregunto yo. Un proyecto laboral, otro personal, una meta que alcanzar, una idea que poner en práctica, el consabido renovarse o morir, cualquier cosa es buena, sobre todo para mantener la mente ocupada e intentar cumplir objetivos. Este fin de semana es de esos que, en la variedad ha estado la consecución de una parcela de esa antojada felicidad. No he parado, por eso quizás hoy, lunes, estoy algo destrozada, física y psicológicamente, sobre todo lo primero, pero es cierto que te levantas con la sensación de haber hecho mucho de lo que te apetecía: compartir un rato de playa, una conversación de esas que echas en falta para poner al día a una amiga, una divertida sonrisa con quien, a sus dos años de edad, te hace tan feliz o con toda la familia al completo, una visita a la ciudad vecina para, entre risas y diversión, formarte con unas cuantas amigas, unas galletas personalizadas, compartir complicidad, hacer una manualidad de esas que te relajan o un regalo,...y mil cosas más. Ése es el camino para encontrar la felicidad, por lo menos para rozarla con los dedos, porque si todos los fines de semana fueran así, creo que mis semanas serían mucho más amenas, más divertidas, y emprendería el camino del trabajo mucho más alegre, aunque eso en mí parezca complicado. Pero se nota de los pies a la cabeza que, a pesar de que no puedas con tu cuerpo, tienes el alma alegre, pletórica...
Por eso firmo, donde haga falta, que todos los fines de semana, por lo menos del verano, que es una época más apacible y agradable para estos planes de entrar y salir sin parar, sean como éste anterior, sin parar, sin ni siquiera poner los pies en casa, lo justo y necesario, pero rodeada de todos aquellos que, al igual que estos días atrás, me han hecho feliz, me han sacado una sonrisa...

martes, 12 de junio de 2012

Amiga...

Hoy he sentido la necesidad de parar, de dejar a un lado mi quehacer diario, y dedicar cinco minutillos a algo que me da vueltas en la cabeza. No voy a desvelar su nombre, pero hay una amiga un tanto triste últimamente, y no me gusta verla así. Las cosas empiezan y terminan, todo fluye y en un momento dado, deja de hacerlo. Explicable o inexplicablemente, pasa. Y como todos tenemos una experiencia a la vuelta de la esquina, he de decirte, como indica el dicho popular, que nadie se muere por nadie. En este caso, y siento barrer para casa, mi amiga es la mejor de las mejores, y ella no pierde, pierde él. Así, tal cual suena. Y no es que yo sea radical, no, sino que soy consciente de la verdad. Todavía si habláramos de mí, pues mira, yo soy un bicho y no tengo solución y quien se acerca a mí acaba escaldado, pero bueno no es lo que me ocupa. Una persona amable, simpática, dulce, encantadora, de esas que siempre están pendientes de ti hasta en los más nimios detallitos, educada, estupenda persona y por encima de todo, buena amiga. No se puede pedir más, ni en el campo de la amistad ni en el de las relaciones personales. Por eso, amiga, quiero que sepas, como te dije el primer día, que se me antoja ya lejano aunque está instalado en la semana anterior sin ir más lejos, que tu príncipe azul (verde, amarillo, rosa o como sea) está a la vuelta de la esquina, quizás esté dando vueltas por ahí sin ton ni son, buscando a la princesita de este cuento, que fijo que terminará con un final feliz.
Ya sé que lo que menos te importa en estos momentos es eso, ni el príncipe azul o del color que sea o dónde se encuentre, sino salir de este atolladero, pero siempre, siempre, piensa que lo peor ya está pasando. Piensa que la semana que viene o el mes próximo te reirás de esto, porque sé que intentas asumir las circunstancias que, por duras que sean, son las que son, y aceptas con resignación que lo que no puede ser, no puede ser. Porque ante todo sois dos personas individuales, únicas, particulares, que tienen una vida, y que han de fundir con la persona elegida para compartir el amor. Pero siempre conservando cada uno su parcela particular. Y si en este caso esas cosas no han casado, no han cuajado o simplemente la receta del amor no ha funcionado, será mejor que haya pasado ahora y no dentro de cuando sea, porque el sufrimiento sería mayor.
También te dije que tu forma de actuar es valiente, decidida, porque lo fácil es continuar caminando al lado de alguien que, en tu fuero interno, sabes que no es para ti, porque si hay cosas que os acercan, hay otras muchas que os separan. Lo fácil es que la otra persona te diga que hasta aquí, que no puede más, que llegue un día, explote, y se vaya por donde vino, pero tú en cambio has tenido la fortaleza, aunque ahora no lo creas, de decir hasta aquí, se acabó, porque ir consumiéndose por dentro no merece la pena, porque levantarse sin ganas de compartir, sin fuerzas para reir, buscar un hombro en el que no puedes descargar tu cansancio físico o psíquico del día de trabajo, y acostarte con la sensación de que no has hecho nada que mereciera la pena con esa persona con la que compartes la vida, no tiene sentido. Me refiero a que la vida está para vivirla, disfrutarla, compartirla, amarla, sentirla, y sobre todo, con aquellos que te hacen bien y no con quien, sea por lo sea, aunque no sea ni siquiera por convencimiento propio de esa persona o como diríamos, aunque no lo haga adrede, no acaba por hacer que te sientas plena.
Y yo quiero ver una amplia sonrisa en la cara y no un gesto mustio en tu carita, porque eres de esas personas que, aunque siempre parece que están en segundo plano, porque no suelen protestar, ni llamar la atención ni nada por el estilo de motu propio, son de las amistades que no hay que descuidar. Por ello, y porque me encantaría verte bien y no tener que tratar más este tema, espero que mis palabras sirvan para decirte que siento mucho por lo que pasas, pero también te tiendo mi mano para lo que te haga falta. Pero mientras, sigue mostrándonos esa sonrisa que te hace especial. Como me siento repetitiva, y lo seguiré siendo hasta que no demos por zanjado este amargo capítulo, te dejo este texto para que, en todo momento, sepas que estoy de tu lado, que lo siento mucho y que me encantaría verte feliz, satisfecha y plena, porque repito, te lo mereces. Por si uno de estos días se me olvida preguntarte, o sólo dejo caer un ¿cómo estás?, para no ahondar en la herida, quiero que sepas que esto es lo que pienso y siento.

Pd: la mano que te ofrezco en la fotografía es la mía, para que sea más real...la distinguirás por los anillos...

lunes, 11 de junio de 2012

Hoy sí

Este post se lo voy a dedicar a mi compi y amiga Meli, que no sé si me leerá con sus líos. Hoy hablo en clave positiva, y el pasado sábado, haciendo un repaso a nuestros blogs o intención de tener ese espacio, personal o profesional, pues ella me decía que mi blog es sumamente triste, y mi respuesta fue, como le digo a mucha gente, que mi inspiración y mi musa es la tristeza, no sé, mi pluma se desliza con más facilidad cuando hay un recuerdo triste que uno alegre. El triste supongo que me hace reflexionar y el alegre me hace disfrutarlo sin pensar en plasmarlo en el papel. Pues eso.
Pero hoy hablo en clave positiva, y no porque haya pasado nada especial, pero en estos momentos me siento realizada. Tengo entre los dedos varios proyectos y aunque es cierto que el periodismo me quita mucho tiempo, quién diría que iba a salir de mi monotonía normal y me iba a arrancar a hacer otras cosas, yo con lo cuadriculada que soy. Y hoy me he dado cuenta que efectivamente me arranqué hace unos meses a ir a clases, y ahora estoy muy ilusionada con un curso que voy a emprender junto a cuatro amigas y compañeras que sin duda me tiene totalmente absorta, porque me parece interesante, porque la "profe" me ha transmitido un buen rollo increíble y porque así cualquiera está dispuesta a aprender, a absorber, a renovarse, que es otra de las ideas que me llaman la atención. En esta profesión también reside el "renovarse o morir" y gracias a la iniciativa de unas amigas me veo casi a las puertas de empezar formación que me apetece mucho tener...Y por otro lado, porque aunque mi creatividad va poco a poco y no funciona a la vez que mi mente o mis pensamientos, puesto que me encantaría hacer mucho más de lo que mis manos saben, porque soy algo patata a pesar de que la imaginación fluye en mi cabecita como un motor revolucionado, estoy retomando otra vez el gusanillo de crear, crear, crear, aunque sea a pequeña escala...

lunes, 4 de junio de 2012

El miedo

El miedo hay veces que se dirige a ti sin avisar, corriendo con los brazos abiertos para intentar rodearte con ellos. Y en esa situación tienes varias posibilidades, o dejarte atrapar o huir por alguno de los resquicios que dejen sus brazos. Porque hay veces que el miedo sólo trae una consecuencia de que lo te atreves a hacer y en otras, simplemente te mete la duda en el cuerpo que te deja paralizada para que finalmente no actúes como no debes...Es decir, que unas veces te ayuda, en otras se equivoca contigo y en otras te previene de un dolor que no tienes por qué pasar...
Si tienes tiempo cuando el miedo intente acecharte, pregúntate a tí misma si es real esa duda que pretende meter dentro de tu alma, porque quizás te estás dejando mal aconsejar. Y otras entiendo que es difícil dejarse llevar, porque no siempre el miedo te deja pensar con claridad, y siempre caes en la cuenta de preguntarte ¿para qué?
Y en otras ocasiones es muy válido preguntarse eso que pone la imagen, si no tuvieras miedo ¿qué harías? ¿es un estado común de nuestra alma? ¿o sólo de los cobardes?
Yo sólo sé que, al igual que huelo el miedo en otros, en lo que podrían hacer y no hacen, en lo fácil que me resulta a mí cuando lo veo todo desde fuera, igual me cuesta a mí cuando soy yo la que está inmiscuida. Es decir, que el miedo es capaz de envolverte y no dejarte ir, y hacer que no disciernas con claridad. Porque yo, por lo menos, quiero hacer las cosas bien, como me pide el cuerpo, pero primero, pensando en mí. Y repito, sé ver el miedo en tus ojos, pero no sé como sacármelo de encima cuando lo tengo yo cerca. Sé discernir en qué situación el miedo te asusta, y así pasas de largo lo que podrías terminar y finalmente dejas inacabado, pero no sé hacerlo cuando me toca a mí...Sé aconsejar a alguien para que no se rinda, pero yo me rindo por el camino y a pasos agigantados...
Pero también he de decir que en el miedo de otros siento mi refugio, porque quizás si no tuvieran ese miedo que creo, finalmente estaríamos abocados a hacer cosas que no terminarían nada bien...en fin, yo me entiendo...pero el resumen es que, yo siento miedo...y no sé si soy más o menos humana que nadie!...

viernes, 1 de junio de 2012

Pasa el tren

Ayer, hablando con una de mis primas, me vino una de esas reflexiones que, estupidamente, de vez en cuando asaltan a mi mente. Claro que me dio por pensar que me da la sensación de que me he sentado en la estación a ver pasar el tren, pensando que detrás de ese viene otro, mejor, el que será el mío. Y claro, también ahora me da por pensar si estoy esperando inutilmente, si siempre tengo la esperanza de que llega otro mejor, en el que me voy a sentir más cómoda, pero en realidad ya ha pasado ese tren. Quizás estoy dejando pasar mi oportunidad, y ya no hay marcha atrás. Pero por otro lado me da por pensar que también quizás habría alguna señal o el destino, en el que confío para algunas cosas, que tendría que materializarse.
Me siento estúpida viendo pasar trenes por el andén, dejándolos pasar, cuando además me siento así con la edad, porque antes me dio igual, hace años y durante muchos, viajar en uno de esos trenes modestos, de esos que no son gran cosa pero que en el fondo son los más cómodos para el viaje que emprendes. ¿Tengo miedo quizás a equivocarme y que el destino de ese tren no sea el mio? ¿Soy más bien cauta, después de todo lo que me ha pasado, me ha ocurrido, o he vivido, y así temo no tomar el tren correcto?
A saber, lo único que se és es que hay veces que sé que estoy muy segura de seguir esperando a que me convenza el tren que pasa ante mis narices, pero otras en cambio anhelo demasiado a ese lujoso tren que pasa sin siquiera fijarse en que estoy esperando en este banco y que deja una huella en mi que es difícil de borrar. Y en otras ocasiones creo que, mirando atrás, me debí arriesgar en aquella ocasión, o en aquella otra en que había algo que me convencía pero no terminó de cuajar...