Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Su rostro

Examinó su rostro ahora que lo tenía delante, inmóvil. Había conseguido meterse en su cama y tras esa noche tantas veces vividas en sueños, lo tenía a su lado, dormido plácidamente, y decidió contemplar toda su belleza ahora que podía, con calma, sin prisas.
Comenzó examinando su frente, que tenía una medida justa y llegaba a perderse en el nacimiento de su pelo castaño, ése que siempre andaba alborotado. Del mismo color que sus cejas, también casi perfectas a pesar de que presumía de hacer poco para cuidarse.
En su nariz no había reparado nunca, había pasado desapercibida hasta ese momento, que se había dado cuenta de su similitud y su perfección.
Sus ojos, esos que la habían deslumbrado y entonces estaban cerrados, eran parte de su encanto. Azules como el claro mar, como un día de cielo despejado, y grandes, llenos de vida. Sí, eran parte de su encanto, eso que, creía, la enamoró. Le gustaba que fueron azules, así no entraban en competencia directa con los suyos, de un verde oliva como poca gente tenía el gusto de tener, que de día eran claros y luminosos. Alguna vez habían jugado a intentar presumir de ojos contra el otro, de esas batallas que libraban como dos adolescentes. 
Algunas arrugas bordeaban sus ojos y querían hacerse con ellos, pero aún no lo habían conseguido. Eran signo de risas cuantiosas, porque a pesar de los muchos reveses que a la vida gustaba darle, allí estaba él pagándole con su mejor sonrisa, que dejaba al descubierto una perfecta y blanca dentadura, anclada en una boca que quería poder besar todos los días de su vida. Sus labios carnosos habían sido protagonistas de dulces y apasionados besos entre los dos, de pequeños y juguetones mordiscos y agradables juegos, y es que, como casi adolescentes, habíancaído muchas veces en la trampa del deseo a través de sus labios. Ella se vanagloriaba de haber conseguido engancharle, en parte, por sus dulces besos, lo sabía y le gustaba. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa.
Y para rematar su rostro de tez blanca, esa perilla que la volvía loca. Siempre había pensado que los hombres que la llevaban eran muy atractivos, tanto que la seducían hasta un punto insospechado. Y aunque él tenía otras muchas cualidades y rasgos que le atraían, también contaba con esa máxima. Por eso confiaba en que nunca se desprendiera de ella. Es que era algo que la ponía a mil con sólo mirarlo. Al terminar ese recorrido visual su dedo índice se lanzó a hacer una inspección y comenzó a recorrer sus labios, esos carnosos labios que tantas pasiones levantaban y ahora eran suyos, estaban en la misma cama con ella, y esperaba que por mucho tiempo. 
Él se estremeció y abrió un ojo, encontrándosela a su lado, pero inclinada hacia él. Le sonrió, a pesar de que no era la hora a la que estaba acostumbrado a estar despierto y sin mediar palabra sus labios se fundieron con los de ella, buscando un calor que pronto llegó y un deseo que recorrió sus cuerpos, con lo que comenzaron a desearse bajo las sábanas para volver a rendirse a la pasión que se provocaban.

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