Se despertó empapado en sudor, con la frente mojada y el corazón en una palpitación constante. No podía más con la incertidumbre, por eso pensó de nuevo y volvió a hacerse la eterna pregunta: ¿actuar o no?". Pero no quiso saber la respuesta, porque sabía que volvería a estar la presente dicotomía entre su mente y su corazón.
Por ello se levantó de la cama, no sin antes mirar hacia atrás y verla recostada allí, en la cama que habían compartido tantos años y ahora parecía un mundo, porque marcaba una diferencia enorme entre ellos.
Fue al baño, abrió el grifo del lavabo y se echó el agua que pudo acumular en las palmas de sus manos en la cara e intentó calmarse, aunque el corazón seguía palpitando con mucha celeridad, sin querer parar.
Sabía que esta noche tampoco sería capaz de calmarse, por lo que recurrió al botiquín, a la pastilla que en los últimos meses se estaba convirtiendo en su compañera, una compañía que no le gustaba y que no quería cerca, pero se estaba haciendo demasiado necesaria.
Volvió a la cama y antes de que la pastilla hiciera su efecto sólo se dijo a sí mismo: "mañana hablo con ella. Si no me quiere, lo mejor será que cada uno viva su vida". Pero antes miró hacia atrás y quiso contemplar su linda cara...