Me enseñaron a dar mis primeros pasos, hablar, ser buena persona, comportarme, esforzarme para ser mejor, el espíritu del trabajo en equipo, la amistad, el compañerismo, intentar destacar sin pisar a nadie, a demostrar mis capacidades...pero no me enseñaron a superar los sufrimientos.
Para eso no hay un decálogo o manual que valga, el sufrimiento se pasa sufriendo. Aprendiendo, con los años, a que no te lo noten o no penetre excesivamente en tu piel. Porque nadie te prepara para poder superar lo que te depara la vida. Porque los desencantos llegan, te cogen por sorpresa y te dejan paralizada. Y a mí encima se me nota en la cara y casi en la forma de expresarme, sin que la persona que lo palpe esté delante. Así soy yo.
Y si no te dejan paralizada, como decía, nunca te permiten actuar como te gustaría, para combatir esa situación complicada. Nunca actúas por el bien de tu integridad psíquica. Y de repente te ves pensando si te engañan más de lo habitual, si no te dicen siempre la verdad por piedad o si hay algo más que no llegas a vislumbrar porque nadie te ha puesto en la pista. Y es que, como bien dicen, ojos que no ven...
Y al final intentas que la música suba por encima de los decibelios de tu mente para no escuchar esa vocecilla que te comienza a bombardear con ideas retorcidas. Porque en el fondo el sufrimiento te lleva a retorcer cada cosa que pasa por tu cabeza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Muchas gracias por acercarte a mi rincón!