Surgió ese incómodo silencio...
Y ella supo que llegó el momento de despedirse. Porque volver a
intentar explicarle lo que sentía era inútil y porque no tenía tiempo.
Su tren partía en poco y tenía que llegar a la estación.
Sin hacer ruido, y sintiéndose observada, se levantó del sofá, cogió su
abrigo y su bolso y cerró la puerta tras de sí. Sin decir hasta luego,
te llamo, te mando un mensaje o cualquier cosa que hubiera sabido a
intento de cortar aquella incómoda situación que les atenazaba.
Él sabía que la había dejado escapar sin decirle que no le importaban
sus inseguridades, porque confiaba en aquello, mucho, más de lo que ella
creía. Y también sabía, conociéndola, que no recibía ese dulce
mensajito, como otras veces, en el que le recordaba que había llegado,
que estaba bien o lo echaba de menos. Esos viajes por motivos de trabajo
en las últimas semanas se habían hecho demasiado asiduos, pero aún así,
él la alentaba a seguir, a forjarse ese futuro que tanto ansiaba, y si
eso pasaba por estar separados varias veces a la semana, no le
importaba.
Pero esta noche su ausencia le dolía más que nunca. Porque suponía que
se había ido, durante dos días, sin decirle nada. Y sabía que cualquier
intento de hablar con ella sería infructuoso, porque si recibía
respuesta, sería fría y cortante. Y también tenía claro que hoy no
recibiría ese tierno mensaje que le daba las buenas noches y le decía
que había llegado bien.
Así que estuvieron dos días separados sin apenas hablar. Hubo pequeños
intentos de saber del otro, pero con el dolor y el reproche de por
medio. Así que ambos, cada uno por su lado, prefirió esperar a la
vuelta.
Y llegó el día en que ella volvió a casa. Él sabía perfectamente su hora
de llegada, así que, cuando la estación estaba completamente vacía,
porque su tren fue el último en pisarla, ahí lo encontró,
esperándola en un banco, para llevarla a casa. Fue entonces cuando ese
gesto pudo más que el silencio que llegó tras el último enfado, el
último intento de ella de explicarle que no se trataba de inseguridades,
sino de la percepción de saber que algo había cambiado, qué él no se
comportaba igual, aunque se lo negara...Corrió hacia él con una sonrisa
en la boca y olvidó, por unos momentos, los dos días separados. Pero esa
conversación pendiente, le gustara o no, se daría...
Pero por el momento, ese incómodo silencio desapareció, dando lugar a un perfecto beso de bienvenida...
Me ha encantado!!! Aunque me ha sabido a poco. Para cuando el libro??
ResponderEliminarupsss no sé si la que escribe está preparada para un libro eh amiga...pero agradezco tus palabras...
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