Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



jueves, 29 de octubre de 2015

Cuando hay que pasar el duelo...

Al igual que cuando alguien fallece hay que pasar el duelo, exactamente igual pasa en otros ámbitos de la vida, en otras situaciones. Duele mucho que alguien se marche, y te quedas con los mejores recuerdos, te perturba buscar imágenes que te aferren a esas personas. Igual, como digo, ocurre en el resto de situaciones que podamos vivir. Te aferras a algo que nunca fue, intentas quedarte con todo lo bueno que crees haber vivido y atesorado como recuerdos, y por mucho que las palabras que escuchas intenten reconfortarte o mentirte por momentos, al final los hechos son los que validan la verdad, la realidad. Y posiblemente no te guste. Y después de mucho luchar, de batallar sin descanso, de días dándole vueltas a la cabeza y de noches en que de repente algo te despierta en la noche y vuelve a ti esta situación, o te acompaña desde por la mañana cual tu peor pesadilla, llega un momento en que por salud, agotamiento o cansancio, al final tu cuerpo y tu mente te pide parar. 
Y es entonces cuando llega el momento de duelo, de darte por vencida, porque es muy complicado ir, durante meses, contracorriente. Y cuando no tienes la llave de la salida que te gustaría, solo queda que una mañana como la de hoy, en un momento de despiste, las lágrimas salten a tus ojos, escapen por tus mejillas y vuelvas a rememorar todo lo que te duele, lo que se clava como puñales y no te deja respirar. Tan necesario, tan complicado y a la vez tan duro. 
Es complicado decirle a tu mente que lo que te intentan hacer ver como blanco lo veas como tal cuando no lo es. No hay razón para no llevar, alguna vez, la razón. Es duro que un día, cuando planteas una situación, no te digan que todo es de una manera, de la manera distinta a como te gustaría, pero es mejor no alargar la agonía, no vale jugar con las personas y sus sentimientos porque sí. Más vale ser sincero, quizás hacer daño, porque no siempre podemos contentar a todo el mundo, y no matar a alguien poco a poco, porque como decía, si las palabras contradicen a los hechos, ganan los últimos, que son los que se pueden probar, porque por desgracia a las palabras se las lleva el tiempo. Es así. 

Si solo formas parte de un ínfimo periodo de tiempo de la vida de alguien, es mejor saberlo. Lo triste es pensar lo contrario y cuando te faltan pruebas para creerlo, y te atreves a preguntar, no se te diga la verdad. Y mantener esa agonía y enfrentar a tu mente con tu corazón, porque uno te dice una cosa y otro, la contraria, es muy complicado, porque es cuando llega un día en que explotas y necesitas gritar, necesitas ahogar tu llanto y tu rabia y decir lo que piensas. Por lo menos, verbalizar aunque sea en presencia de tu sola persona, lo que te duele, lo que te hiere, lo que no acabas de encajar.
Y quizás, aunque duela, te niegues y no quieres, llega el momento de sufrir, una vez más, de rasgarte la rabia por todos lados, de pensar en todo lo que te hiere y te seguirá doliendo, aunque seas tan insconsciente que no sepas ni la mitad de lo que te podría doler (y no sé si es mejor así o tener todas las cartas sobre la mesa, creo que soy de estas últimas), de zanjar y pasar el duelo, echarte la culpa por todos los errores que has cometido y por no ser capaz de llegar a la vida de alguien para quedarte, de llegar para hacerte un hueco. Porque nadie es imprescindible, pero prefieres ser, por lo menos, de esas personas fundamentales y no una pieza de quita y pon, porque esto último duele, quema por dentro y te hace replantearte muchas cosas. Te hace arrastrarte, para nada, para no conseguir ni revertir la situación, ni olvidarla, ni pasar página, ni sacar conclusiones. Te hace preguntarte tantas cosas, te hace replantearte tanto, y no obtener respuestas es un calvario. ¡Con lo fácil que sería para todos ser sincero! Que te tachen de hacer daño a alguien por decir las cosas como son y como suenan debería pesar más que, a lo largo de mucho tiempo, seguir agrandando la herida. 
Por eso habrá que soltar las lágrimas, habrá que llorar, patalear y seguir sorprendiéndote por lo poco que sabes y lo mucho que vaticinas y al final aciertas en ver con tiempo de antelación, habrá que gritar en medio de la nada y vaciarte por dentro. Y aunque sea extremadamente doloroso y costoso, habrá que intentar comenzar de cero, pero siempre con pies de plomo, porque lo que duele tanto no se te olvida tan pronto, y porque lo que duele de esa manera te deja una huella difícil de eliminar, y porque es complicado volver a creer en nadie...Porque por muchos errores y fallos que cometas, crees que no eres tan mala como para merecer esto, eso...
En fin...la vida. Es mejor no ahondar en la herida; es mejor no volver a ello; es mejor no molestar más; es mejor no intentar reivindicarte porque lo único que consigues es estar más lejos, si es que se puede; es mejor intentar pasar página, por mucho que duela y nadie lo sepa; es mejor intentar pensar con frialdad, aunque tu corazón te pida otra cosa; es mejor quedarse quieto, porque cualquier paso no sirve más que para acabar más liada...

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