Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



miércoles, 17 de octubre de 2012

La soledad

La soledad a veces es necesaria, porque te hace pararte a reflexionar en lo que parece ir a mil revoluciones en el día a día, sobre todo cuando la normalidad aún no se ha asentado en tu día a día desde hace tiempo, cuando ya nadie excepto tú recuerdas todo lo que ha ocurrido, todo lo que te ha ocurrido.
Pero da igual, siempre hay que mostrar a la dama de hierro, a la que no se inmuta y no tiene derecho a errar, a la que no tiene miedos, a la implacable, a la que no sufre, ni llora o ríe con motivo; no vale demostrar que una está viva, tiene sentimientos y no es de piedra y todo ello se afianza con la soledad de un día, de dos, de tres o de todos los que vengan por delante.
Pero también esa soledad te hace darte cuenta de cuánto te rodea, de lo que nunca estuvo en tus manos, de lo que sólo fue un sueño, una quimera, así como todo lo que no valió la pena, porque hay quien no valora, quien sigue adelante con su hipocresía, otros con sus ojos vendados, mientras yo sé, soy consciente cada vez con más fuerza, de que ni siquiera mereció la pena.
El arrepentimiento se hace pleno en cada momento de soledad, al igual que también se afianzan otros sentimientos, otras escenas, otras realidades que, poco a poco y aún no teniendo nada que ver, también se pegan a mi piel, las que me hacen ver que las malas sensacines no son un sueño, que aquello que me provoca dolor de estómago no es sino la confirmación de lo que es fehaciente...Y así continúa la soledad, bajando como un manto implacable, cayendo sobre mis hombros. Pero quizás esa soledad ayer, hoy y mañana hasta me deban apetecer...

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