Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



miércoles, 2 de enero de 2013

Germán y el Fin de Año

Germán está lleno de dudas, que va resolviendo poco a poco, y de miles de preguntas, aunque algunas se quedan en el tintero. A ver, Germán está a la espera de los Reyes Magos, pero ha habido una noche de inflexión en su vida, en sus tres años, la de Nochevieja, la de Fin de Año.
Como en años anteriores, en casa de Germán se reunió toda la familia: los primos, los tíos y los abuelos. Y tanto él como su primos aguantaron hasta la hora bruja, pero Germán sin entender que es eso de las doce uvas, o el líquido de color amarillo que hay en las copas, y que quiso probar, siendo la experiencia bastante desagradable, pues el sabor fue bastante amargo. El comentario de papá fue: ¡Seguro que llegará un momento en que esto te gustará! Tampoco lo entendió.
Pues bien, una  vez que todos estaban haciéndose un hueco en el sofá y mirando la tele y el reloj atentamente, a él le repartieron las uvas, unas muy pequeñitas que fueron escogidas sólo para los niños, porque así lo dijeron mamá y sus tías en varias ocasiones. Y le dijeron que se las tenía que comer con cada campanada del reloj que saldría en la tele. -¿Para qué, papá? Para que el año venga cargado de  buena suerte, le respondió, y claro, Germán se quedó igual, pero decidió continuar jugando hasta que no lo obligaran a sentarse ante el televisor.
Llegó el momento, y Germán, continuando con sus dudas, volvió a preguntar por qué se tenía que tomar las uvas, pero ya no hubo respuesta, sino gritos y gritos y peticiones de silencio para que todos escucharan las campanadas. Y llegaron, y él, como pudo, mirando a un lado y otro a todos los que estaban en el salón, se comió las uvas, aunque tampoco le apetecían mucho, así que dejó alguna que otra en su vaso.
Y asi pasó la Nochevieja, sin entender nada, y con la promesa de mamá de que en otra ocasión se lo contaría. Pero Germán, antes de irse a la cama, pensó: ¡los mayores hacen unas cosas muy extrañas!.

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