Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



jueves, 12 de junio de 2014

Decidida...

Aquella mañana se despertó decidida, decidida a cambiar su incertidumbre. ¿Si o no? No había más respuestas posibles y supo que era el momento. Que la incertidumbre no le beneficiaba, por eso tenía que cambiar su rumbo. O intentarlo. ¿Y si él le correspondía y no lo sabía? ¿Y si no era para ella y terminaba el sufrimiento? Bueno, por lo menos acabaría la agonía, aunque sabía que lo pasaría mal...
Había hablado con él solo un par de veces, porque era de esos compañeros de clase que asistían poco, pero la primera vez que lo vio se quedó prendada. No era especialmente guapo, pero su sonrisa la conquistó cuando aquel mes de septiembre, pocos días después de la presentación de las distintas asignaturas, se tropezó con él en un pasillo. Se disculparon y él cayó en la cuenta de que eran compañeros de clase. Ahí empezó esa breve pero entusiasmante conversación, que les llevó a tomarse un café rápido en la cafetería antes de entrar a la siguiente clase. 

Pero después de ese encuentro fortuito, pocas veces más habían coincidido. Él solía llegar tarde, se sentaba en los bancos de la zona trasera del aula y casi nunca acababa la hora. Desaparecía antes, a veces casi sin que se diera cuenta. Y eso que intentaba, con cualquier excusa, mirar constantemente hacia atrás. 
Pero todo eso le daba igual. Por alguna extraña razón él había calado en su interior, y era complicado quitárselo de la cabeza. Constantemente pensaba en ese tropiezo en el pasillo, y en pocas veces más que habían coincidido en clase o en la papelería. Pero habían sido encuentros muy rápidos. 
Por eso dudaba que él siquiera hubiera reparado en ella, más allá de esas leves conversaciones. En cambio ella seguía prendada de él y por mucho que lo intentaba, no podía borrarlo de su mente. Ni un solo día. Hiciera lo que hiciera. 
Quería pensar que nadie lo acompañaba, que no compartía sus días con nadie. Pero era una duda que no había podido despejar. 
Por eso aquella mañana se dijo que, cuando lo viera en clase, tenía que buscar la manera de hablar con él. De lanzarse y quedar con él. Por lo menos eso. Quizás esas preguntas que no la dejaban pensar en algo más podían esperar. 
Y así de decidida entró en clase, cinco minutos más tarde de que el profesor hubiera entrado, intentando ocupar uno de los asientos más cercanos a la puerta...

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