Hoy tengo la sensación de que estoy en una montaña rusa. De repente te sientes muy alto, en aquel lugar donde la adrenalina hace estragos en tu estómago, y de repente, en un lugar tan bajo que la desilusión hace mella en ti. Así estoy hoy en una constante montaña rusa.
Hay demasiado tiempo para pensar; un excesivo grado de aburrimiento, y mi paciencia no es tal como para aguantar la situación a la que me dedico en estos momentos. A la que me veo obligada, mejor dicho. Y no sé si tengo capacidad o no para contarlo, si alguien me entenderá o si sabré explicarme. Es una amalgama de sentimientos la que se cruza en mi mente que me la llega a nublar, sin más.
Es la impotencia de verte atrapada, de repente, en una situación que no te corresponde, a lo que se une demasiado tiempo para pensar, lo que supone que todo lo que cualquier día es insignicante, se hace gigante. Y ése es el momento en que todo me sobrepasa, porque hay ciertas cuestiones solapadas al día a día que, con el devenir de los días aparco sin darme cuenta, pero que en días así se me vienen encima como un trozo de material muy pesado. Y me hunden.
Lo que supone que se unan una serie de circunstancias que no me dejan respirar y en cambio me dan ganas de desahogarme, de llorar con intensidad hasta dejar fuera la rabia por todos y cada uno de esos puntos que se hacen imposibles de llevar.
Así me siento hoy, en esa montaña rusa que me deja destrozada y con gran sensación de frustración. Un día más...
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