"Te diré tan sólo una cosa, ¡me encantas!"
Así comenzó su mensaje esa mañana.
Y le dio a enviar sin pensar, porque no quería arrepentirse de decirle lo que tanto le apetecía verbalizar.
Una vez lo mandó se quedó un buen rato mirando su móvil, incluso cuando la pantalla pasó al color negro, signo de que se había bloqueado. Cuando volvió en sí quiso despegarse del móvil pero no fue capaz. Necesitaba que viese su mensaje y le respondiera.
Pero ahora tenía miedo de encender el móvil y saber si había leido su declaración de intenciones o no, si le iba a responder o no, y qué...Necesitaba saber...
Y es que , cuando mandó su mensaje tenía claro que necesitaba decírselo, pero ¿sentiría él lo mismo? Eran tan distintos y sus mundos estaban tan alejados, aunque él había irrumpido en su vida así sin más, dándole toda la confianza que le faltaba, creándole cierta ilusión.
Entonces sonrió porque sabía que había hecho lo que sentía y eso nunca podía ser malo...
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