Mi mejor definición, por vosotros: Diferente, buena profesional, atenta, reservada, curiosa, habladora, cordero con piel de lobo, observadora, detallista, inteligente, amiga de sus amigos, perseverante, de impresión fría y distante, generosa, audaz, terca, temperamental, tierna y entrañable bajo una capa distante y fría, divertida, cabezona, quejica, especial, cariñosa, sensata, directa, sincera, con gran corazón, de apariencia seria, humilde, comprensiva, persistente, sabe escuchar, empática, paciente, cariñosa por momentos, fuerte por fuera y débil por dentro, buena consejera, responsable, agradable, sensible, con gracejo especial, consecuente, inquieta, alegre, expresiva, alguien que sabe escucharte, emotiva, entregada, cabal, culta, con la que siempre se puede contar.



lunes, 28 de marzo de 2016

La indiferencia

Uno de los sentimientos a los que más temo era la indiferencia. Y aunque suponía que estaba ahí, en el ambiente, nunca quise creerlo del todo. Hasta que lo viví en mis propias carnes. Y entonces ya no hubo duda, la indiferencia llevaba mucho tiempo ahí, pero no había querido darme cuenta.
Una mirada me bastó para saberlo. Una mirada furtiva, de las que no se buscan, de las que ni siquiera te das cuenta, de esas que duran un segundo, pero siendo ese segundo el tiempo suficiente para saber que esa mirada no significa nada, no para ti, si no para él. Que cruzarse contigo, de forma fortuita, es como ver un fantasma, como ver a cualquiera, a alguien que no conoce.
Y entonces entendí que poco o nada tenía sentido. Que todo esfuerzo había sido y sería en vano. Que no había tenido posibilidad de mejorar nada o de hacer que todo volviera a su estado, por mucho que lo hubiera intentado. Porque cuando no depende de ti, es muy complicado. Aunque quisiera creer que los esfuerzos, en algún momento, tienen recompensa. Pero no. 
La indiferencia (tomada de Internet)

Cuando alguien responde por responder a tus preguntas, a tus dudas, a tus intentos de crear normalidad, y ni siquiera tiene la intención de saber cómo estás, evidentemente poco importas. Es mejor darse cuenta de que esa indiferencia es, está y se siente. Aunque no quieras creerlo. Aunque no quieras sentirla e intentes sacudírtela de encima.
Y entonces, rememoras algunas situaciones que te han hecho reír; otras que te han enfurecido porque entiendes que no es justo que esa persona sufra por lo que pasó o dejó de pasar; piensas en algunas preguntas que has hecho y creías respondidas y no era así, solo te engañaste porque era más fácil pensar que así había sido; echas un último vistazo a alguna foto simpática; miras tu muñeca; tienes la sensación de haber vivido media vida hablando con alguien y solo han sido unos días; crees que hay un clima de confidencialidad que no existe; y creíste realmente que hablar o quedar contigo, podía ser, aunque fuera . No por mucho preguntarlo, se cumple; no por mucho insistir, es una verdad. Pero había que intentarlo.
La indiferencia, a la que tanto temí, se hizo realidad. Como un guantazo sin mano. Como una mirada furtiva vacía. Como si no te hubiera visto. Así de dura. Así de triste. Así de significativa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por acercarte a mi rincón!